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miércoles, 3 de septiembre de 2014
Los ojos dejan huellas
Martin (Raf Vallone) vende perfumes, pero su vida hiede. La última muestra que porta en su cartera se rompe por la brusca y airada intervención de un antiguo compañero de estudios en la facultad de Derecho con el que se ha encontrado por casualidad, Roberto (Julio Peña). En los diez años que no se veían ambas vidas han tenido evoluciones opuestas. Roberto ha tenido éxito y vive entre lujos, Martin fue incluso expulsado del oficio por actividades ilegales. La amargura se percibe en su mirada crispada, como ascuas encendidas. 'Es indignante que la fortuna siempre caiga del lado de los inútiles', le dice a la esposa de Roberto, Berta (Elena Varzi), 'Comunista, ¿eh?', contesta ella, 'Sabe usted lo que es eso. Yo pensaba que mis ojos expresaban muy claramente. Creo que debo dejarle mi tarjeta para que vea realmente lo que soy.' En la tarjeta Martin escribirá la palabra 'víctima'. En su mirada se palpa un resentimiento que escupe como ácido. Por eso no durará de aprovecharse de una situación favorable, cuando Roberto se encuentre en una situación delicada. Para Martin será la oportunidad de satisfacer esa inquina, su desprecio contra esa 'gente inútil que no sabe para qué sirve'. Elucubrará un 'suicidio perfecto' (recurriendo al título de la novela de Petro Markaris). Conseguirá que Roberto se suicide sin pretenderlo.
Pero hay algo que no tiene en consideración, y es a lo que alude el título de esta sugerente obra, 'Los ojos dejan huellas' (1952), de José Luís Saenz de Heredia, con guión de Carlos Blanco. No habrá pruebas pero Berta está convencida de su culpabilidad. La segunda parte de la narración refleja un desafío, el que establecen ambos. El asegura que ella se enamorará de él, y ella que conseguirá probar que propició el asesinato. La ambigüedad, tortuosidad, se asienta cuando su relación parece consolidarse. La obsesión, y también arrogancia, de Martin le obcecan, sin considerar la posibilidad de que ella, en cambio, sea capaz de no dejar huellas con sus ojos y engañarle de tal modo que él piense que ella le corresponde. Lo que para él sería una acción aún más ruin que la suya con Roberto. Martin demuestra su inteligencia, pero sus ojos son demasiado transparentes, y a la vez incapaces de ver con claridad a quien desea, un ángulo ciego que se convertirá en su perdición. La promesa de un perfume le hace sentir que puede olvidar el hedor de su vida fracasada, sin advertir que la podredumbre se intensifica entre su resentimiento y el ansía de venganza de ella. Vive un espejismo de amor sin saber que está cavando su tumba en unos ojos cuya huella no sabe ver.
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Excelente crítica. No he visto esta película así que no puedo opinar al respecto. lo que sí puedo decir es que me gusta mucho tu blog y su dinámica,y la forma en que presentas las entradas.
ResponderEliminarComo el cine es mi pasión pasaré más por aquí, te sigo.
Un saludo :)
Muchísimas gracias, Sara :) Es una de las sorpresitas que depará el rastreo del cine español pretérito. Y será un placer contar con tu compañía en mi blog.¡Un abrazo!
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