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sábado, 3 de marzo de 2012
Take shelter y Tenemos que hablar de Kevin
'Take shelter' (2011), de Jeff Nichols y 'Tenemos que hablar de Kevin' (2011), de Lynne Ramsey, producción estadounidense y británica, respectivamente, son dos excelsas muestras de una serie de películas que, últimamente, logran hacer cuerpo del extravío, tramadas más sobre las interrogantes que sobre las certezas. Como 'Shame' (2011), de Steve McQueen, o 'Martha Marcy May Marlene' (2011), de Sean Durkin. Obras que carecen de una clausura convencional. En algunos casos parece una interrupción, como si la suspensión de sentido, de lo que es cierto o no, real o imaginario, no pudiera sobrepasar la incognita. En otros, no se concreta las causas, la red de apoyo de una interpretación que domestique al extravío, ni el horror de unos actos. O no explicitan el sendero futuro, las decisiones que se tomarán, cuál será el rumbo elegido de actitud y conducta. O, simplemente, se desestabiliza cualquier presunción, dejando a personajes, y a espectadores, en una terra incognita, donde no hay asideros, sino el extravío, lo incierto, el caos, las fisuras que quiebran cualquier orden, la especulación y la interrogante. Quedan los gestos, los rostros que descifrar, como el de Fassbender en el plano final de 'Shame', pero también en el plano final de 'Un método peligroso' (2011), de David Cronenberg, el rostro de aquel, con una privilegiada mente aguda, Jung, que a su vez se enfrenta a una derrota dificilmente reparable, la de que los instintos tenderán a vencer a la razón, y que las emociones como la mente es un espacio repleto de recovecos que nos dominan. Somos pasajeros, fugaces, de un viaje incierto. Son obras, además, de texturas, de trama sensorial, de turbulencias y fisuras, incluso la que puede parecer menos 'agrietada' ( o su narración pautada sobre patrones más ortodoxos), la de Cronenberg, hilada con admirable sutileza sobre sus intersticios,sobre lo no dicho, sobre lo que se fuga entre las palabras, pensamientos y reflexiones que intenta dotar de orden y sentido.
Tenemos que hablar de Kevin es tenemos que hablar del caos, del extravío. ¿Hay algún modo de dotar de sentido a esto? ¿Hay un posible refugio que tomar (take shelter)? ¿hay alguna certeza que pueda constituirse como refugio? ¿Hay modo de evitar la catástrofe, de encontrar al menos su origen, su causa, aun cuando sea inevitable? ¿Por qué ocurren unas cosas y no otras, por qué actuamos de un modo y no de otro? ¿De qué somos responsables? ¿Hay algún sentido, una trama, o sólo la incertidumbre, la espera de que no haya un huracán que asole con todo mañana, o no nos diagnostiquen una enfermedad irreversible,o que alguien cercano a ti no realice un acto de inusitada crueldad, y todo fluya sin sobresaltos?
Además, ambas obras,sin ser obras de género ( son escurridizas hasta en resistirrse a cualquier adscripción), poseen los más efectivos y sobrecogedores momentos de terror, aquello de lo que carecen las obras que transitan en sus corrientes ortodoxas (el último ejemplo, la insuficiente, deshilachada y formularia 'La dama de negro', la cual hay quien querido saludar como renovación del género, como el año pasado con 'Insidious', cuando ambas son reformulaciones sin especial transcendencia de tropos genéricos mil veces vistos).
El niño de la obra de Ramsey, es más terrorífico que cualquier niño encarnación de diablos o demonios, incluido el de 'La profecia'.No hay nada sobrenatural en él. La película hace cuerpo de una infección, su textura es puro malestar. Los tiempos se combinan, como jirones de una carne desgarrada. El presente son escombros. Eva (Tilda Swnton) vive en una casa cuya fachada han manchado con pintura roja. El interior de la casa, su aspecto, reflejan abandono. Las imagenes del pasado, con su marido, su pequeña hija, y el adolescente Kevin, reflejan un aparten mundo luminoso, ordenado,impoluto. Entre ambas imagenes, entre ambos tiempos, en desencuentro palpita esa fisura que no dejará de ser iresuelta, reflejada en la dosificación de unos hechos que derivaron en ese presente catastrófico, el asesinato en masa que realizó Kevin en su instituto. No hay diálogo posible, no hay discernimiento posible. Eva visita en la cárcel a Kevin, pero no hablan.El horror es mudo, como el sinsentido. La mirada que intenta comprender,la de Eva, está ya arrasada. La mirada de Kevin, es la mirada del abismo. Las evocaciones del pasado son inmersiones en la infección. ¿Dónde se generó esa capacidad de horror?. Sus insoportables berridos continuos cuando era bebé, su desafiante actitud cuando tenía cinco,seis años, contradiciendo o frustrando todo deseo de su madre. No sé si hay película que haya hecho cuerpo del grado de terror que puede alcanzar el ser padres. No veremos las muertes, sólo a él disparando 'alrededor', como no sabremos el por qué, es como si disparara el fuera de campo, a lo incomprensible que resulta insoportable, quizá a sí mismo, pero no es más que eso, un quizá, porque ni él lo sabe.
Curtis (Michael Shannon) tampoco sabe qué esta pasando Sufre unas pesadillas terroríficas, de figuras sin rostro, fuerzas invisibles, cuando no las figuras familiares que le rodean, que imprevistamente le agreden o irrumpen en su espacio, queriéndole arrebatar lo propio (sus hijos, la vida). ¿Por qué? ¿Y por qué esos extraños cielos? ¿Es inminente una catástrofe? ¿Es su enajenación o su percepción excepcionalmente aguda? ¿Qué le pasa a su mente? El escenario se modifica cuando tomamos consciencia de algo que le llega a aterrorizar, su madre sufrió una enfermedad, esquizofrénica, y empezó a perder la noción de la realidad, esta comenzó a alterarse, ya no había certeza de cuando percibia algo o no. De repente, tu vida varía, ya no la puedes habitar como hasta ahora, con certezas, y por añadidura te vas a convertir en alguien que no puede ser capaz de proteger, cuidar a tu familia. No puedes darles refugio si tu mente está extraviada en una incierta intemperie. De dudar de lo que es real o no, sin dejar de lado esta cuestión, entramos en el territorio de enfrentarnos a nuestra propia vulnerabilidad y fragilidad, de sentir cómo vamos perdiendo contacto con la realidad como si nos hundiéramos en unas arenas movedizas y no pudiéramos hacer nada por evitarlo. ¿Cuándo se apagará el proyector cautivos de la enajenación, incapaces de saber qué estamos percibiendo, si es real o proyección de nuestro trastorno? La realidad, lo real, es un territorio incierto, como nuestra mente. La catástrofe puede aparecer en cualquier instante. Dentro, o fuera, las tormentas pueden aparecer en el horizonte en el momento más inesperado, e impredecible, y su causa incluso inexplicable. Necesitamos hablar sobre Kevin, aunque los refugios no sean posibles. O quizás sí. Siempre, el quizás, que se contituye en los resquicios entre los alambres de las incógnitas. El arte no es consuelo, es una interrogante que hiere, por eso estas obras conmocionan, porque logran que se recupere la sensación de estar vivo, aunque sea en carne viva, pero es lo que tiene la intemperie. Y,además, ¿acaso la belleza no es convulsa?
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