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viernes, 23 de marzo de 2012

Michael Giacchino - Misión imposible 4 o cómo las cuartas partes pueden ser las mejores


He aquí un ejemplo de cómo las cuartas partes no sólo es que sean buenas, sino que se revelan como la mejor, o más estimulante, de los avatares de Ethan Hunt (Cruise) haciendo posible cualquier 'Misión imposible'. Tras los dos despropósitos ( o espantos) dirigidos por Brian De Pelma y John Woo, ejemplos de cine de acción sin cuerpo (por mucha sombra y severidad que quiera a veces insuflar el primero, y por mucha coreografía ensimismada de montaje en la que se extravíe el segundo), Abrams,en la tercera entrega, empezó a convertir a las figuras perfiladas que corrían y forcejeaban entre gadgets en algo semejante a cuerpo emocional que sufre, se debate o comete torpezas (en la misma línea emprendida en la serie de James Bond, que con las dos obras protagonizadas por Daniel Craig ha reanimado una serie entumecida en su rancio vacío desde sus inicios), y parece que, ahora ya en la producción, lo ha afinado en la cuarta producción, dirigida por Brad Bird. Una afortunada elección el haberla encomendado a quien, en el terreno del largometraje, hasta ahora había transitado la animación, con las excelentes 'Los increibles' y 'Ratatouille'. Apropiado porque quizá, valga la paradoja, para dotar de cuerpo y vida, para equilibrar, a una serie de acciones tramadas sobre el exceso, la exageración, superando los límites de lo inconcebible, y hacer sentir que los personajes son vulnerables, pueden ser heridos o lesionarse ( y que lo imprevisto dota de más relieve a la dramaturgia, como quien acumula más capas), se hacía necesario un cineasta que en ese universo en el que lo inusitado parece más posible, el de la animación, había jugado con lo 'increible' de un modo proverbial. Y aquí lo hace de nuevo, logrando algo poco habitual en una obra de acción, ser trepidante (sin desfallecer por un instante, con un ritmo vigoroso) y no atropellado como por ejemplo las huecas y aturdidoras pirotecnias de Michael Bay, Tony Scott, 'Salt' de Noyce o la segunda aventura de Sherlock Holmes dirigida por Ritchie. Logra, además, armonizar el apunte cómico, a través de uno de los tres componentes que acompañan a Hunt, el encarnado por Simon Pegg, sin que cree ningún cortocircuito que distancie o afecte a la tensión de las situaciones. Hay largas set pieces admirables, sobre todo cómo modula y mantiene la tensión, como quien afila un cuchillo, en la doble reunión del intercambio de documentos y diamantes de Dubai (en la que previamente juega con habilidad con lo extraordinario, con la ascensión por la superficie de cristal, o con su culminación, la persecución entre la tormenta de arena). La afinada dosificación que va dotando de gravedad a la acción dramática (en la que las caidas o riesgo de caidas, o personajes sostenidos sobre el vacío, es una constante), con giros como el nuevo ángulo dramático que aporta el personaje que encarna el excelente Jeremy Renner (el segundo componente del grupo), y la idea de la pérdida y la retribución que afecta tanto al personaje del cuarto componente,encarnado por Paula Patton, y al mismo Hunt, que deriva en un final que 'recupera' el 'cuerpo' de lo que parecía perdido. Detalles eficaces en su sintética integración en el fulminante ritmo sin desmayo de la narración, que va dotando de centro a la tormenta, al caos, derivando en un final que tiene bastante de efectiva catarsis.

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