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sábado, 29 de enero de 2011
Henry Fonda y la magia de Pasión de los fuertes
Henry Fonda en una imagen publicitaria de la excelsa 'Pasión de los fuertes' (My darling Clementine, 1946). En la película hay una mágica secuencia que, además de ser una de mis favoritas, es una de las más exquisitas muestras, a la par que emblemática, del talento prodigioso, del preciso dominio del lenguaje corporal, de Henry Fonda. El prodigio de la vivaz sencillez, como lo es a su vez la obra de Ford. En dicha secuencia, Wyatt Earp (Henry Fonda), hombre tan recto como rígido en sus maneras ( o cómo de ser demasiado recto uno puede pecar de envarado, y sentirse cual pez fuera del agua cuando se embriaga con ese sentimiento llamado amor), sale al porche, fuera del dominio de la carcel que rige como sheriff, atildado y peripuesto. Sus movimientos son como los de un autómata cuyo cuerpo parece que anhela encarnarse en danza, sus pasos son tan marciales como musicales, como si coreografiaran una emoción que aún no lograra estirarse para hacerse paso de baile. Se sienta en una silla, apoyando la pierna en el poste, y se inclina hacia atrás, manteniéndose en equilibro con la silla, balanceándose, como si no temiera caerse, como si no le preocupara que así fuera, como si se sostuviera sobre el aire, ligero, desprendiendose de la gravedad del cuerpo. Cómo puede hablar tanto un cuerpo. Earp contempla cómo los ciudadanos del pueblo se dirigen a la iglesia que se está construyendo, donde celebrarán un baile por el acontecimiento. Como un acontecimiento ha tenido lugar en la vida de Wyatt, que espera haga su aparición. Y su nombre es Clementine. Aparecen tras de él sus dos hermanos. Un aroma advierten en el aire, pero no logran discernir qué es y averiguar de dónde proviene, tan inusitado es. Wyatt, sin cambiar el gesto, ni volverse, ni cesar en su balanceo, suelta un escueto 'Barber' (Barbero). Los hermanos se sonríen, y comprenden por qué se ha atildado de ese modo, algo inusual en él. Una mujer le ha hechizado, ha prendido su corazón, y espera el momento en que aparezca para acompañarla al baile. Y puede que cuando supere su torpe y tímido carraspeo logre invitarla. Como así será. Y su envaramiento se transfigurará en gracil baile. Earp se revela como un personaje sorprendido por un sentimiento ante el que se siente mucho más vulnerable que ante cualquier pistolero. Un sentimiento que le hace recuperar la gracilidad del cuerpo presente, dejando de lado la severidad del espartano hombre justo.
P.D
Una de las más grandes e ingeniosas líneas de dialogo de la historia del cine, o una de mis preferidas, tiene lugar cuando Wyatt, desconcertado por ese sentimiento con el que no sabe cómo lidiar (y que le hace perder el paso, vulnerable), busca un docto consejo, algún 'oráculo' que le ilumine, y así en la barra del bar, tras dudar unos instantes, incómodo, se decide y pregunta al imperturbable camarero, '¿Has estado enamorado alguna vez?', y el camarero responde, sin variar el gesto, 'No, he sido camarero toda mi vida'...Touché
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