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domingo, 23 de enero de 2011
Duelo de titanes
'El predicador y el maldito' podría haberse titulado la esplendida 'Duelo de titanes' (1957), de John Sturges. 'Predicador' es como llama Doc Holiday (Kirk Douglas) a Wyatt Earp (Burt Lancaster). Earp es el severo practicante y defensor de la ley, que la vive como una misión, irreductible a la corrupción (esa a la que ceden otros representantes de la ley, hastiados de una dedicación que determina a una vida espartana, más abundante en sacrificios y riesgos que en beneficios, cuando menos los materiales), es el hombre 'institucional' (a lo que se añade la importancia que da a la 'familia'), la presa de la civilización que contiene los desmanes del caos, de imponer la propia ley o capricho. Holiday es el maldito ( figura de claras resonancias romántico tenebrosas, podría figurar en un cuadro de Friederich), el desarraigado (hombre de buena cuna que rompió lazos con su familia, con su origen, con el que está en conflicto), el hombre que no se gusta a sí mismo, que bordea el autodesprecio, y hace de su vida un ejercicio de autoinmolación, de invitación a la muerte ( la tienta como si la deseara, como el castigo que mereciera), esa corrupción de la decepción vital, de la perdida de incentivos en la vida reflejado en su tuberculisis incipiente ( en sus agónicos ataques de tos), siempre entre duelos con hombres que quieren matarle ( y así le presentan, cuando acuden a matarle, en una escena magnífica, tanto en sus previos, porque es una amenaza que pende constante en su vida, como en su resolución, haciendo uso del cuchillo en su espalda).
Ambos se pueden decir que son anverso y reverso, y esa dualidad que es escisión y complemento, refleja el cuestionamiento, o matiza, la figura del héroe, sus sombras, por cuanto uno y otro son espejo que pone en evidencia las carencias o rigideces del planteamiento vital del otro. Sturges transitó, de modo muy fructífero, estas sendas de la dualidad, en algunos de sus grande westerns, como en las figuras del oficial nordista y sudista en 'Fort Bravo' (1953) o en el sheriff y el delincuente, que fueron compañeros de correrías en el pasado, en 'Desafío en la ciudad muerta' (1958). Las figuras no institucionales son como una fisura en las presunciones del que detenta el dominio del orden, del que lo instituye o representa esa institución. También ambos, Earp y Holiday, podrían calificarse como El destino y El azar. Y ambos ven demolido el rol en el que se afirman. Earp aplica en su dedicación, en su misión, el cumplimiento, o determinación, de una necesidad, lo que debe ser, e implica el lograr reconducir lo que se desvía. Pero se ve frustrada a través de la relación con el hijo de su contrincante, Ike Clanton (Lyle Betger). En sus encuentros con Billy (Dennis Hopper) intenta concienciarle de que no 'caiga', de que no se convierta en un pistolero más. Cuando no lo logra, en el enfrentamiento final en el OK Corral, y vea que no atiende a sus palabras, y a sus razones, y no quiera entregarse, y sucumba, significativamente por los disparos de Holiday (que los ve a través de la cristalera, y dispara sobre Billy porque cree que va a matar al sheriff) Earp tira su estrella al suelo, como reconocimiento de su fracaso.
Holiday, por su parte, en su inclinación autocomplaciente a la autodestrucción, descubrirá que necesita más de lo que quiere creer a Kate(Jo Van Fleet), con la que mantiene una relación permanente en conflicto de amor-odio, evidenciado cuando ella, despechada, establece relación con el rival de Holiday, Ringo (John Ireland). Este sutil aire de tragedia que empapa los subterráneos de la narración (como emblema la presencia del cementerio en primer plano mientras vemos a Earp cabalgar en segundo termino), otorga una compleja envergadura a este gran western, refrendado en exquisitos detalles como los planos previos al duelo final de las esposas o madres de los que van a participar (con una resonancia lumínica melancólica). Pero no obsta para que sea, por otro lado, una obra de exultante vitalidad narrada con un modélico vigor.
'Duelo de titanes' (Gunfight at OK Corral, 1957) es uno de los grandes westerns de John Sturges, que realizó otros de semejante envergadura como 'Fort Bravo' (1953), 'El úitmo tren a Gun Hill' (1959), 'Desafío en la ciudad muerta' (1958), o western moderno, 'Conspiración de silencio' (1955), Reincidiría con las figuras de Earp y Holiday en el más estimable de lo que se le ha reconocido 'La hora de las pistolas' (1967), que comienza en su caso con el célebre duelo, y en la que incide de modo más acuado en la faceta más siniestra de Earp, como ciego vengador justiciero. Obra, claramente, en la que se inspiraron las más recientes revisitaciones de estos personajes, 'Tombston' de George Pan Cosmatos y 'Wyat Earp' de Lawrence Kasdan, que pese a contar con Kevin Costner, es más apreciable, de nuevo, de lo que se la reconoció. En 'Duelo de titanes' hay que alabar el gran guión de Leon Uris, y la cautivadora fotografía en vistavisión de Charles B Lang.
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