Ryan Gosling fotografiado por Marcel Hartman. Gosling es uno de los más extraordinarios actores que han surgido en esta década pasada. Ha ofrecido alguna de las más portentosas y complejas creaciones de estos últimos años, como las que realizó en dos estupendas obras que no tuvieron el necesario reconocimiento, 'Half Nelson' (20076) de Ryan Fleck,y 'Lars y la chica real' (2007), de Jim Gillespie. En la primera,un memorable personaje, ese profesor de Historia que intenta de incentivar, y concienciar, para posibilitar cambios, de dejar su pequeña huella, o influencia, en unos jóvenes que empiezan a desenvolverse, definiéndose, en el mundo, aunque él se sienta a a deriva de su propia historia, con minúsculas, su vida, que parece zarandeada, entre la decepción ( en donde su adicción a la droga es su forma de ‘narcotizarla’) y una errática indefinición. En la segunda, un quebradizo personaje que se presenta en casa de su familia con su nueva novia, que no es sino una muñeca hinchable de silicona, a la que trata como si fuera real y que no es sino el reflejo de un conflicto, o 'falta', de comunicación (ampliado a nuestra propia sociedad). Gosling aborda con un admirable dominio personajes repletos de maticesy contradicciones, asombrosa capacidad de la que dio patentes muestras en su primera papel de notoria envergadura, en la notable 'El creyente' (2001), de Henry Bean, interpretando a un personaje tan delicadamente complejo como un judio que se transforma en nazi. Añádase su interpretación en otra sugerente y subvalorada obra, 'Tránsito' (2004), de Marc Forster, en la interesante 'El mundo de Leland' (2002), de Matthew Rryan Hoge, o en thrillers, poco más que correctos, pero en los que siguió demostrando su brillante talento, como 'Asesinato...1,2,3' (2002), de Barbet Schroder o 'Fracture' (2007), de Gregory Hoblit.o en la discreta 'El diario de Noa' (2004), de Nick Cassavetes. Ahora, a la espera de 'Blue valentine' (2010) de Derek Cianfrance, en la que, parece, ha vuelto a deslumbrar con otra gran interpretación.
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