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jueves, 29 de abril de 2010

Twentynine palms

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El mismo Bruno Dumont declaraba que 'Twentynine palms' (2004) era una película para exhibirse en un museo más que en una sala de exhibición normal. David (Davd Wissak) y Katia (Katia Gobuleva) se desplazan, o erran. El motivo de su viaje es, para David, el buscar unas localizaciones en el parque Joshua Tree para un proyecto fotográfico. Aunque, queda bien, no sabe con claridad cuál es la real ‘localización’ de la relación que mantiene con Katia. Los espacios parecen desertizados, deshabitados. No sólo el literal desierto rocoso del citado parque, sino los espacios que recorren en su viaje, o la población donde se asientan un tiempo, y que da título al film, donde sólo parece que habiten edificios, arrasados por la luminosidad que parece despoja de contornos construcciones intercambiables, sean hoteles o restaurantes. Lugares de tránsito, cuya materia,vidrio y piedra, se convierten en las señas de una civilización definida por el tránsito y el simulacro Y un vacio que encuentra su correspondencia en las alternancias de la relación entre Katia y David. ¿Qué es lo que les une aparte del compartir un desplazamiento? Discuten, follan, comen, se desplazan, discuten, de nuevo, y cada vez más agriamente. La violencia parece acompañarles. La violencia de una relación forzada, porque nada realmente comparten. Un incidente, el atropello de un perro sólo con tres patas, que al fin se revela ha sobrevivido indemne, rasga como cesura irreversible su relación sin fundamento, sus diferencias irreconciliables. Además, de convertirse en emblema de esa colisión entre el desamparo y la violencia agazapada en las relaciones.
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Los cuerpos, como los espacios, se muestran desnudos, pero es una desnudez falaz. Dumont destripa el mismo tiempo como no habitado. Sus largos planos, las cortantes elipsis, los tránsitos filmados exasperando su duración, evidencian esa condición de espectros deambulantes que ni asumen su condición, o la condición de su desnaturalizada relación, ya emponzoñada desde el inicio del viaje. Si además consideramos que está rodada en Estados Unidos, la obra se complementa con otras resonancias, un comentario sobre las entrañas del país que domina los modos de representación, esto es, el imaginario colectivo.Una industria que, con el dominio del mercado con sus más comerciales productos, ejerce la mayor influencia en las necesidades y hábitos, no sólo las referentes a la relación con la pantalla del cine, sino con la pantalla de la realidad. Y, entre ellas, la representación de la violencia. Dumont la muestra con toda su crudeza, y en todo su vacío (sin vaselinas estetizantes de montaje y sonido). La muestra en toda su abrupta obscenidad y abyecto sinsentido. Y revelándola como consecuencia de una violencia estructural que ya late en las mismas relaciones cotidianas, una violencia hecha de piedra y cristal. Algo que, aunque no lo sepamos, nos domina y condiciona como una segunda piel.

'Twentynine palms' (2004) otra sugestiva obra de Bruno Dumont, no estrenada en nuestras pantallas. Desasosegante, como hielo que quema, vuelve a explorar las sendas del cine de Antonioni, cruzado con el cine de Michael Haneke.

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