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miércoles, 21 de abril de 2010

Eduardo Manostijeras

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Erase una vez...y sólo pudo ser una...en que las alas eran tijeras...alas de imaginación...tijeras que eran batutas de una insólita música, y sus acordes copos de nieve, bajo los que danzar con las manos alzadas al cielo como si pudieran ser alas...Por un instante, la magia se corporeiza en el tiempo y la ilusión de elevarse, sobre una realidad hecha de engañosos vivaces colores que esconden el gris de la mezquindad, se hace presencia...Este momento, 'en estado de gracia', tiene lugar en 'Eduardo manostijeras' (1990), de Tim Burton... Kim (Winona Ryder) ayuda a su madre, Peg (Diane Wiest) a adornar el árbol de navidad, dilucidando si ponen más cascabeles o no...Rituales y adornos, cáscaras que intentan ocultar un mundo subordinado a la apariencia, a la imagen conveniente (avon llama a su puerte: todo es cuestión de valor de imagen) que nunca podrá disimular la intercambiable impersonalidad de unos y otros...Kim se arrodilla para buscar en una caja más cascabeles, con su madre y el árbol difuminados al fondo del encuadre...Algo llama la atención de Kim...La cámara cambia el ángulo y la encuadra ahora desde su izquierda...Kim se levanta, y se dirige a la puerta del jardín, mientras la cámara sigue su movimiento realizando un travelling de retroceso, como si 'algo' la llamara, atrayéndola...Sale, y apreciamos que caen copos de nieve...Y, vemos, con ella, ahora con un 'envolvente' travelling lateral hacia la derecha la mágica visión...Eduardo (Johnny Depp) está realizando una escultura con el hielo, la figura de un ángel...La nieve proviene de ese hielo que Eduardo esculpe con sus tijeras...No son cascabeles, no, son copos mágicos, porque el momento, auténtico, fuera de lo ordinario, lo es...Los ángeles provienen de un castillo gótico, y portan tijeras en vez de alas...pero su imaginación y creatividad las tienen
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Kim se entrega a una danza, alzando las manos al cielo, sintiendo esos copos sobre su piel, rodeada por un travelling circular que parece que baila con ella, y nosotros a su vez, sintiendo su arrobo, esa sensación de júbilo de momento de sensación verdadera, y genuina...Y se encadena con un plano de Eduardo entregado a su sinfonía escultórica, componiendo con sus tijeras, ahora batutas, una música a la que se entrega Kim... Un 'encadenado' que expresa cómo se siente unida a él...Por eso, se suceden dos planos de los rostros de ambos, y otros tantos de las tijeras de Eduardo, y luego de las manos de Kim...como rimas de su sintonía...El momento mágico les une, y, a la vez, es mágico porque les 'conecta'...Hay una mirada, la de Kim, que aprecia no sólo lo que Eduardo representa, sino, sobre todo, lo que es...Y Kim se reconoce en él...Reconoce ese aspecto de sí misma que permanecía 'ausente', 'narcotizado', falto de que una sensibilidad excepcional, 'rara', la pulsara para sentir que baila y no simplemente se mueve como un 'autómata' más (donde cada uno cumple su función y rol, donde el tiempo está programado, y todos se ajustan a él)...Claro que los 'autómatas', como su exnovio, Jim (Anthony Michael Hall), siempre buscarán el desterrar esa magia...Y su aparición, precisamente, quiebra el instante mágico (el mismo gesto de su brazo contrasta con el de Kim, no elevándose, sino señalando acusador, admonitorio)...
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Sí, esa 'rara excepcionalidad' les hace sentir más acusadamente su mediocre mezquindad...Y es cuando hace acto de presencia la violencia, no sólo la física, sino esa incluso más cruel, como es la 'estigmatización'...Por un momento, la rareza puede tener gracia, domesticando su excepcionalidad como si fuera una atracción de feria (como hacen en un principio con Eduardo), pero si destaca demasiado, y se convierte en modelo de admiración, no resta sino exiliarla fuera de los dominios del atrofiado mundo normal...Claro que ellos, esos 'autómatas vitales', nunca podrán disfrutar de momentos mágicos como estos, en el que dos espiritus, 'raros', se unen en la celebración de un instante con aroma a eternidad, 'envolviéndose' en una danza bajo unos copos de nieve...Erase una vez unas tijeras que eran alas... y batutas...de una música que 'puede' sonar más de una vez...Claro que no es Avon quien debiera llamar a la puerta, sino el espiritu de un ( valga la paradoja, pero ahí está la gracia) siniestro y tierno 'mago' de nombre Eduardo...

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