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martes, 4 de febrero de 2014

Svetlana Khodchenkova, Viper en Lobezno inmortal, un trayecto hacia la propia sombra

Si hay alguien que brilla sobremanera en 'Lobezno inmortal' (2013), de James Mangold, es Svetlana Khodchenkova como la mutante Viper, tanto que se echa en falta que su personaje tenga más presencia. La actriz rusa ya brilló en 'El topo' (2010), de Thomas Alfredson, en los magníficos pasajes que transcurrían en Estambul, en los que su personaje mantenía un trágico romance con el personaje de Tom Hardy. Ahora está en pleno rodaje de 'Lady of Cestje' (2014), de Andrei Konst en la que interpreta a la Condesa Bathory. 'Lobezno inmortal', sin ínfulas, y sin tampoco quedarse encasquillada en la fascinación por las artes marciales, ya que transcurre en Japón, plantea un sugerente trayecto dramático: Lobezno (excelente Hugh Jackman) comienza la narración negándose a sí mismo, negando sus poderes, como una sombra desfigurada (su zarrapastroso aspecto, su desaliño, su poblada barba de ermitaño). Se siente reflejado en el oso que ha sido cazado cruelmente, y pese a que se ha retirado del mundo, no puede evitar descargar su insignada furia contra el cazador supervivente. En él aún palpita un aliento de justicia. Pero aún arrastra la sombra de la decepción, la muerte de la mujer que amó, Jean Gray (Famke Janssen), que aún se le aparece, como si aún no se desprendiera del fantasma de su dolor. Su estancia en Japón se convertirá en la liberación, en la asunción de quién es, en la renovación (incluso con otro amor): Tiene que enfrentarse al veneno que él mismo se ha inoculado, el de su amargura (representada en Viper: víbora) y a su autodesprecio (el villano, que resurge de su pasado, no será sino alguien que quiere absorber todos sus poderes, dejándole desprovisto de los mismos, convirtiéndole en lo que se supone que quiere ser, nada ni nadie, alguien corriente). 'Lobezno', superior a la precedente obra centrada en el personaje, rodada por Gavin Hood en el 2009, no es que se revele como una gran obra, pero sí es más equilibrada que otras centradas en figuras de superheroes con más pretensiones o más celebradas. Destaca el pasaje de la pelea sobre el tren de alta velocidad, y, aunque tampoco entre en remarcables densidades, no pierde de vista el conflicto interior que desgarra a Lobezno, al fin y al cabo la respiración narrativa de un trayecto que enfrenta con la propia sombra. Una película de músculo, en la que algo laten las entrañas. Y no desmerece de las obras más destacadas de Mangold, 'Copland' (1997), 'Identity' (2003) o 'Heavy' (1995).

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