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martes, 18 de febrero de 2014

Happy go lucky

Todo es cuestión de cómo fluye el tráfico. Abundan los atascos. La meteorología de las emociones anuncia cielos encapotados, borrascas, con chubascos provenientes de los espumarajos que brotan del gesto crispado que escupe las palabras como esquirlas de emociones despedazadas. Las miradas parece que se adelantan al mismo volante, encadenadas a los tres retrovisores como si fuera un timón que hiciera surcar los acontecimientos sin contrariedades. Pero no es así. Los códigos de circulación aprietan y quitan aire y las emociones y sentimientos adquieren el tono granate de un explosión inminente. Si eres alguien de gesto y talante distendido,sonriente, generoso, como Poppy (estupenda Sally Hawkins), en 'Happy go lucky' (2008), de Mike Leigh, te convertirás en una perturbación atmosférica. Es como si infringieras las leyes del tráfico del espacio aéreo y terrestre. Los extraños son extraños, y mantienen las distancias. No se saludan ni buscan conversación, como si fueran duendes a punto de dar algún bote con su sonrisa, porque te miraran como alguien cargante, una trastornada o una mosca cojonera, como le sucede a Poppy en la primera secuencia, cuando entra en una librería, y el joven librero no contesta a ninguna de sus aproximaciones verbales, y la mira como una impertinencia con forma de mujer que no merece réplica alguna. No es amabilidad, es pesadez.
También, si eres alguien como Poppy, es fácil que incrementes el barómetro de tensiones ambientales emocionales, porque quizá te importa más el paseo que los códigos, y no tienes problemas para improvisar o cambiar de ruta, o pararte para conocer a otro transeúnte. Quizá por eso Poppy prefería circular en bicicleta. Hasta que se la roban. Aunque no se sulfure, sólo se sonríe como quien no diera crédito. Como también suele ser víctima propiciatoria del parasitario emocional de los crispados que se alimentan de su radiante y expansiva vitalidad, aunque la cuestionen, griten y descalifiquen. Pero es su forma de expresarse, la cólera, están atascados. Es lo que le pasa a Scott (extraordinario Eddie Marsan), el instructor de conducción. Parece en todo momento a punto de reventar como un divieso. Parece encogido, y su voz a punto de convertirse en la onda expansiva de una explosión nuclear. Es como el sargento de instrucción que parece dirigirse a los demás, al mundo, a base de gritos, como si su estreñimiento no tuviera solución, pero lo intentara denodadamente. Su congestión lo amplia al de sus neuronas, enquistado en necrosis de xenofobias, misoginia y otros desprecios a otras criaturas del mundo circundante. Poppy, al principio, se sonríe como quien no da crédito, pero cuando la crispación no acaba liberándose más bien arrasa a quien tenga por delante. Es lo que tienen los atascos, y la cólera que no distingue a quien atropella.
Varias de las obras de Mike Leigh se construyen sobre un proceso de descongestión, un trayecto terapeútico de catarsis y liberación, como ejemplifican las admirables 'Secretos y mentiras'(1995) o 'Todo es nada' (2002). Los personajes se dan cuenta de que compartiendo todo puede ser más llevadero en vez de crisparse y comerse toda la mierda energética que lanzan, por frustración, a los que tienen alrededor. Hasta que un día se dan cuenta de quizá se sienten de modo parecido. Poppy es como Vera Drake, en 'El secreto de Vera Drake' (2005), alguien que proyecta positivas energías, alguien que irradia luz. Poppy no se crispa con lo que debería ser o hacer porque la sociedad lo requiere, despreocupación que le cuestiona una hermana a Poppy; hermana que está preñada; Poppy está preñada, pero de energía risueña, despreocupada (lo que significa happy go lucky). Sólo hacen sentir bien a los demás, como Vera practicando abortos o Poppy como profesora de primaria, es gente entregada, como también la pareja protagonista de 'Another day' (2010), Tom y Gerry, mientras alrededor abunda la gente atascada, abortada, amargada. Gente como el padre que maltrata a uno de los alumnos de Poppy. Esta tiene ojo para esas aberraciones, porque su mirada no está ensimismada, pendiente de su ombligo, por eso percibe que algo no anda bien con ese niño.
Como no se deja avasallar por ese instructor de atascos que escupe su despecho cuando advierte que ella sí tiene pareja, o sea, que ama a otro que no es él, lo que contraría sus aspiraciones, su deseo oculto, lo que no ha expresado de modo generoso, radiante, sereno, sino hará de modo indirecto, con rabia, tensión, pie apretando el acelerador, miradas que muerden y hasta puños que amenazan. El trayecto de 'Happy go lucky' es el de una criatura generosa, enturbiado por esas costras con forma humana que empañan las relaciones cotidianas. Quizá por eso pueda resultar molesta, alguien que ríe tanto puede parecer insustancial, un dibujo animado, como Tom y Gerry, incluso como Vera que no parece ni real de lo buena que es. Es la única película que Mike Leigh ha rodado en formato panorámico, porque es así Poppy, alguien que no tiene la menta cuadriculada, alguien que alienta la expansión, alguien que tiene visión panorámica, como refleja el amplio plano general en un entorno natural. Es alguien que fluye. Así termina, con su mejor amiga remando en un lago. No sabe de tráficos, simplemente es despreocupada, alguien que practica el soberano arte de no complicarse la vida, de no enmarañársela tontamente. Y si otros se la complican con ella es porque están braceando mientras intentan no ahogarse, porque no han aprendido a nadar con sus emociones.

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