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sábado, 5 de mayo de 2012

¡Qué noche aquella!

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Con '¡Qué noche aquella!' (A night to remember, 1943), de Richard Wallace me voy a abstener de utilizar el condescendiente adjetivo de 'simpática', que parece 'infectado' con ciertas implicaciones de 'entretiene pero es prescindible', como si fuera una calificación que se aplica como consolación. El cine, mal que les pese a los extremistas, no está dividido entre obras magistrales y truños. '¡Qué noche aquella1' es una de esas obras que no destacará especialmente, y que tampoco tiene particulares ambiciones, pero que resulta mucho más grata que otras con muchas más pretensiones. Es una obra integrada en aquel tipo de mixtura genérica recurrente en aquel periodo, una combinación de comedia con intriga o misterio (el whodunit), y hasta el terror. Un cruce entre las comedias de la pareja de detectives que encarnaron William Powell y Myrna Loy, y 'El castillo maldito' (1940), de George Marshall, y hasta de 'Arsénico por compasión'(1944, que se rodó en 1941). La protagonista pareja son Jeff (Brian Aherne), escritor de novelas de misterio, y Nancy (Loretta Young),que se trasladan a un sótano sobre el que prontamente se insinúa que fue el espacio de algún siniestro suceso del pasado. La presentación de personajes está planteada con ciertos estilemas del género de terror, como figuras en sombras que abren las puertas ( como si fuera una mansión gótica), ampliado posteriormente en otras secuencias en el uso de las sombras (sobre todo, recurriendo a la falta de luz cuando quitan los fusibles), y un atinado uso de los espacios y de sus recovecos. Habrá un crimen, la aparición de un cadáver (además desnudo) que aparece en el jardín de la pareja, lo que propicia, primero, una divertida secuencia en la que ambos creerán que el otro es el cadáver, y, posteriormente, que Jeff se implique en la investigación, como inspiración para su propio libro. Hay un entrañable 'personaje' que da la medida de esta salaz comedia, una tortuga de nombre Hickory que asusta a algunos cuando roza sus pies, y piensan que es alguna criatura terrible. Ambos actores protagonistas, que no son figuras comúnmente asociadas con el género, están estupendos ( la ironía o desapego con flema británica de Aherne es impagable, como lo son sus desmayos), lo que propulsa la vivacidad del relato, narrado con estimulante eficacia por un realizador que también ha permanecido mucho tiempo en las sombras del desconocimiento, Richard Wallace, y cuya filmografía puede deparar estimulante sorpresas como ésta o, aún más, 'Perseguido' (The fallen sparrow, 1943), con John Garfield encarnado a un ex combatiente en las brigadas rojas en la guerra civil española envuelto ya en Nueva York en la investigación de un crimen que implica a agentes extranjeros, y el notable film noir, con Glenn Ford, 'Paula' (Framed, 1947).

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