La esplendida banda sonora para 'Haywire' (2012) es la sexta colaboración de David Holmes como compositor para una obra de Steven Soderbergh, no tantas como Cliff Martinez, que ha compuesto nueve, la última la de 'Contagio'. No sólo es una de sus principales virtudes sino que es cualidad fundamental, como suele ser en el cine sensorial de Soderbergh, tramado más sobre talantes, atmósferas o alientos anímicos o emocionales. Como la excelente 'Ocean's eleven' (2001), transmuta la mediocre y envarada obra de Milestone en una corporeización del afán de superación, culminada en aquel bellísimo travelling sobre los ladrones en la fuente tras culminar con éxito el robo. Por eso, aparte de su eclectismo, resulta tan chocante y escurridizo el cine de Soderbergh, con su aparente liviandad que no es superficialidad. Su liviandad tonal es fluidez, musicalidad, es trance, emocional, sensorial. Por eso, logró hacer algo inusual, realizar de dos magistrales adaptaciones previas, como 'El abrazo de la muerte' (1949), de Robert Siodmak, y 'Solaris' (1972), de Andrei Tarkovski, dos variaciones magníficas, fluidas como el agua, más atentas al trance y la atmósfera, en las que, sobre todo en la segunda, (de Cliff Martinez, un prodigio), era fundamental la conjugación con las bandas sonoras.
'Haywire' que está rodada con un refinamiento realmente inusual hoy en dia, con un proverbial sentido de la composición y un límpido y ejemplar sentido del montaje que deja a la altura del betún a la mayor parte de los cineastas que hoy en día transitan el cine de acción. Refleja, de nuevo, como en la más turbadora 'Contagio' (2011) un estado de cosas enmarañado, definido por el malestar, la desconfianza, la doblez, la ajenidad. Pero ese malestar no lo convierte en sórdida perturbación, ya que opta por esa distanciación característica de su cine, que hace prevalecer la visión de conjunto, en la que los personajes son piezas, como, en este caso, para ellos mismos lo son. Por ello, como en la anterior, no es un perfil psicológico complejo, con muchos matices, el de sus personajes, trazados con dos rasgos, y más sustentados en la presencia, tanto física como por su dominio escénico de sus actores. Son funciones, pero no dicho en sentido peyorativo. El brillo está en detalles, por ejemplo en cómo planifica la secuencia en la que un padre ve cómo su hija mata. Un primer plano de él, y como contraplano un plano general de ella matando al otro hombre, y en penumbras. Preciso, en la idea y la expresión. Eso es dominio de la condensación, y además dice mucho del estilo de la obra, de sus penumbras escurridizas, de lo que está expresando sin recurrir a subrayados explicitos, ni de discurso ni dramatúrgicos. Es un ambiente, como el de la música, un ambiente moral, un ambiente definido por la escurridiza distancia en la que no sabes cómo son los demás, ni que piensan, ni qué posición tienen en el tablero de rivalidades y alianzas, todo difuso, oscuro, sin sustancia. Haywire, algo que no funciona correctamente, confuso. Por eso las traiciones están a la orden del día, un sistema 'enfermo' en el que los virus se expanden sin fronteras, como las manipulaciones y traiciones.
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