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miércoles, 2 de noviembre de 2011
Joel McCrea, el encanto del hombre íntegro
Joel McCrea (en una imagen promocional de la deliciosa 'El amor llamó dos veces' (1943) de George Stevens) no fue un actor que fuera citado ni considerado entre los grandes del Olimpo de Hollywood, n ha sido objeto de culto (nostálgico), ni tampoco fue un actor particularmente exitoso, o admirado por sus dotes actorales. Aun protagonista durante décadas, de los 30 hasta los 60 (y algún coletazo en los 70), de innumerables obras, su presencia parece haber sido discreta, en segundo plano, aunque algunas de sus obras fueran particularmente admiradas. Pero, a pesar de esto, siempre ha sido una presencia más que grata en cualquier película, y no carente de variados registros interpretativos (como no fue tendente a hacer alardes hitriónicos). Era una presencia hasta afable, como lo eran sus rasgos, que parecían cincelados como el busto de un hombre íntegro, el hombre sin dobleces. Durante la mitad de su carrera, desde principios de los 30 a mediados de los 40, protagonizó obras enmarcadas en variados géneros, del western a la comedia,pasando por el drama y el fantástico. Tras lograr que los puritanos se rasgaran las vestiduras con sus desnudos en 'Ave del paraiso' (1932), de King Vidor, protagonizó una de esas obras de culto (que se recuerdan, pero no a él): la admirable 'El malvado Zaroff' (1932), de Ernest B Schoedsack y Merian C Cooper. En esta década, trabajó con Cecil B DeMille, en una de sus mejores obras, 'Union Pacific' (1939), con Gregory La Cava, en la interesante 'Munos privados' (1935), con Howard Hawks en 'Barbary Coast' o 'William Wyler en 'Callejón sin salida' (1937) y 'Esos tres' (1936). Su mejor etapa es el primer lustro de los 40, con sus colaboraciones en las brillantes'Los viajes de Sullivan' (1941), 'Un marido rico' (1942) además de 'The great momment' (1944), que no he visto, todas de Preston Sturges , 'El amor llamó dos veces' (1943), de George Stevens, la vibrante 'Enviado especial' (1940), de Alfred Hitchcock y la sombría y estupenda 'Una gran señora' (1942) y 'Las aventuras de Buffalo Bill' (1944), ambas de William A Wellman. A partir de 1946, su carrera se centraría,salvo alguna excepción -la sublime 'Stars in my crown (1950), de Jacques Tourneur -, en el western. Lo más sobresaliente: 'La mujer de fuego' (1947), de Andre De Toth, 'Historia de San Francisco' (1952), de Robert Parrish, 'Wichita' (1955), de Jacques Tourneur y 'Duelo en la alta sierra' (1962), de Sam Peckinpah, con un último plano, el de su despedida de la vida a las montañas en las que ha cabalgado, que es de los más bellos que ha dado el cine.
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