Peter Bogdanovich dando instrucciones a Cybil Shepard durante el rodaje de 'La última sesión' (The last picture show, 1971). En esta bella obra se narra la vida, el ruido de unos muelles mientras dos soledades buscan compensar sus confusiones o decepciones, el empeño de un niño, algo retrasado, por barrer una calle polvorienta que recorren los matojos, las agitaciones de los jóvenes, no sólo de sus hormonas, sino de sus anhelos de sentirse alguien excepcional, o de sentir algo fuera de lo corriente; las rutinas de los adultos, los rituales de escapismo. Hay una figura admirable, una simbólica representación de la paternidad (en su sentido amplio de sentio fundacional), como Sam el León, el cansado residuo de un pasado que pudo ser mítico, y a la vez la huella de una integridad que parece perdida ( su secuencia ante el lago, evocando, con lúcida serenidad, su juventud, la muerte de su esposa e hijos y aquel amorío que fue como un fugaz fulgor, se encuentra entre lo más hermoso del film: y es el canto de un crepúsculo).
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