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sábado, 26 de junio de 2010

Peter Cushing, la mirada sagaz

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El gran Peter Cushing ha sido una de las presencias más cautivadoras en el cine fantástico, una presencia que era un caudal de energía que se apoderaba de la pantalla. Esa mirada sagaz, esos ojos que parecían esquirlas en permanente tensión, que dejaban entrever, en una máscara aparentemente imperturbable, unas intensas emociones subterráneas, ese cuerpo que parecía realizar danza con sus gestos y movimientos (su forma de desenvolverse en el escenario del último enfrentamiento con Drácula, en la obra de Terence Fisher). Memorable como Sherlock Holmes en la obra de Fisher y en la serie que protagonizó, como el Baron Frankenstein o el Van Helsing, entregados con firmeza a su Tarea rayana en lo implacable, en la obsesión inclemente. En la maravillosa 'The Gorgon' matizó un personaje aún más ambivalente, como en 'La momia' ambas de Fisher de nuevo con el que formó uno de los tandems más fructíferos de la historia del cine. Aunque no hay que olvidar que antes de convertirse a partir de 1957 en uno de los grandes iconos del género de terror,y fantástico, en el que se quedó encasillado también, había trabajado previamente con Laurence Olivier en 'Hamlet' (1948), Edward Dmytryk en ' The end of an affair' (1955), Joseph Losey en 'Time without pity' (1957) o George Stevens en 'Vigil in the night' (1940). Un prodigio de actor y de presencia.

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