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lunes, 7 de junio de 2010
Richard Widmark, estirpe de otros tiempos
Richard Widmark pertenece a una estirpe de otros tiempos, incluso, como si no pertenecieran al mismo tiempo, con un aura que parece irrepetible, en actores con tal carisma por un lado, y tal versatilidad por otro. Richard Widmark alcanzó su reconocimiento popular en la notable 'El beso de la muerte' (1947) de Henry Hathaway, por su papel de asesino sin escrupulos, de taimada e inquietante risa, que lanzaba escaleras abajo a una anciana en una silla de ruedas. Una vesanía pocas veces vista. Causó tal Impacto que algunas mujeres, por la calle, le abofeteaban por asociarle con el personaje. Pero, afortunadamente, no quedó encasillado en un personaje así, a lo que facilmente hubiera ayudado sus singulares facciones, de hundidas cuencas, cual calavera, y una mirada vivaz de la que podía brotar tanto la sorna como una envenenada abyección. Aunque estuvo en un tris de quedar encajonado en esa imagen de villano por las producciones que interpretó al año siguiente.Eso sí, aun interpretando en todas ellas al villano, ya se apreciaban los matices en cada uno de los personajes, y por ende, de su calidad actoral.
No es lo mismo el atracador calculador, al que no afecta ni la tentación de una mujer, ya que él sabe lo que quiere, y es el dinero, en el magnifico western 'Cielo amarillo' de William A Wellman, el frio y contundente gangster de 'La calle sin nombre' de William Keighley, ni el dueño del bar, en la estupenda 'El parador del camino' de Jean Negulesco que se convierte a medida que avanza el relato en un celoso compulsivo ( hay un momento que define su dominio actoral, en los inicios del film, que anuncia ya en lo que puede convertirse, cuando pide a su socio que de clases de bolos a la mujer que le gusta, y el otro se muestra remiso, su mirada entonces se crispa y envenena 'rogando' que acepte sus deseos).
Curiosamente será Hathaway quien le ofrecería un papel diametraLmente opuesto en una de sus obras maestras, 'El demonio del mar', transmitiendo con su sereno talante su firme oposición, y el valor de la educación ilustrada, al capitán en el proceso educacional del nieto de éste. Esta habilidad de crear tan amplio abánico de registros, en donde el actor supera al icono, encuentra otra brillante muestra en el ambivalente y complejo protagonista de 'Estado de alarma' (1965), de James B Harris. Hay que ver su expresión cuando el alto mando le ordena que no realice ninguna acción beligerante con el submarino ruso. En su mirada se combina la frustración, la incomprensión, y la rabia y la decepción. O en la escena en la que el periodista, interpretado por Sidney Poitier, le acosa con sus incisivas preguntas sobre su talante beligerante, ante las que se revuelve, susceptible sí, pero con el nerviosismo de quién se siente expuesto. No es un villano de una pieza, está hecho de grises, de virulencia, de frustraciones personales, de autoengaños, de necesidad de autoafirmación, de convicciones que cree incuestionables. De ahí esa expresión desolada al final cuando su actitud ha provocado el desastre final, la consciencia de la inconsistencia fatal e inconsciente de sus actos. Le vemos en sus despropositos pero también logramos comprenderle, o sentirle en el porqué de sus actos. Eso es saber dar relieve a un personaje para verle en toda su complejidad, a veces hechas de contradicciones.
Y qué decir de uno de sus más inolvidables personajes, el agudo adversario en la admirable 'Desafio en la ciudad muerta' (1958), de John Sturges, templado villano al que mueve un sentimiento de amistad traicionada por el antiguo compañero que le abandonó por una ortodoxa vida respetuosa con la ley, y escondiendo el último botín. Hay otros personajes en esa tierra intermedia de múltiples grises, a los que dota de una cautivadora ambivalencia, como el cínico ratero de 'Manos peligrosas' (1953), de Samuel Fuller, al que sólo le importa su beneficio y no las diferencias entre agentes del gobierno y activistas comunistas, el salaz y embaucador vikingo de 'Los invasores' (1963), de Jack Cardiff, o el huraño vengador de 'La ley del talión' (1956) de Delmer Daves.
Encarnó personajes excéntricos como el Delfin en 'Juana de Arco' (1957) de Otto Preminger, escindidos como el delincuente que en su proceso de conciencia acaba como sheriff en 'El hombre de las pistolas de oro' (1959), de Edward Dmytryk, obsesivos como en 'El sexto fugitivo' (1956), de John Sturges, o desapegados como el simpatico tahur de 'El jardín del diablo' (1954), de Henry Hathaway, alguien con su aparente escepticismo capaz de ofrecer un sorprendente sacrificio.
Una dignidad que ha expresado en sus trabajos con John Ford, en 'El gran combate' (1964) o' Dos cabalgan juntos' en 1961(quién podría olvidar su escueto desplante a los hipócritas en la fiesta de los militares), o en ese cansancio de quién siente que las circunstancias siempre le superarán, pero su rabia aún permanece combativa, como el policía de 'Brigada Homicida' (1967), de Don Siegel, cuyo personaje, Madigan, sería luego protagonista de una serie, , o en una de las menos célebres pero más sugerentes obras de Elia Kazan, 'Pánico en las calles' (1950), interpretando al policía que busca denodadamente a los delincuentes que no saben que portar un virus fatal incluso para su propia vida. Widmark fue hasta la nota de distinción de una comedia con Doris Day, en 'Mi marido se divierte' (1958), de Gene Kelly. Por destacar una de sus interpretaciones, quedará como una de las más sobrecogedoras la que realizó para Jules Dassin en 'Noche en la ciudad' (1950), surcando, con una fisicidad nerviosa pocas veces vista, complejos acordes que van del cinismo a la desesperación. Siempre, una y otra vez, disfrutar con su presencia en la pantalla, hasta en la obra más apagada y discreta, es un placer inagotable. El sello de distinción de otra estirpe, caballeros que trazaban con sus encarnaciones los más diversos y amplios registros de la condición humana.
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Increíble este actor, plas plas plas por el análisis tan certero que has hecho de él, siempre daba un toque de calidad a las películas en las que aparecía. Inolvidable!.
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