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miércoles, 9 de junio de 2010

Capitán Conan

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Interrogante lacerante es la que plantea Norbert (Samuel Le Bihan) en el juicio que se realiza, tras el cese del conflicto bélico, a varios de los hombres del comando de Conan (Philippe Torreton): ¿Cómo condenar a hombres que son admirables compañeros de armas? ¿Cómo exculpar a hombres que son despiadados asesinos de mujeres? No hay respuesta porque la misma pregunta deja en evidencia las contradicciones que rigen la institución militar en el teatro de las operaciones exteriores, denominación que delata el absurdo de las actividades militares en un tiempo que no es paz ni guerra, sino paz en pie de guerra.En 'Capitan Conan' (1996), de Bertand Tavernier, los personajes no son más que piezas de un puzzle, útiles para cumplir una función, pero en cuanto cambia el escenario su papel puede variar, y si antes eran necesarios ahora pueden ser prescindibles. El primer tramo nos sitúa en el frente de oriente, silenciado en la versión oficial, en las últimas refriegas en Bulgaria.
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En los combates observamos cuerpos que se desplazan o forcejean, pero sin énfasis en sus acciones, como la coreografía predeterminada en un escenario, quebrada por detalles que ejercen de fisuras que son interrogación, como una figura que permanece inmóvil, paralizada, entre el trasiego de soldados sorteando las bombas y disparos del enemigo. O la dilatación de la duración del plano sobre el espacio vacío de un túnel abovedado, en el que se concentran siglos de historia, mientras en el fuera de campo se oyen los gritos de la matanza. Un contracampo que será silenciado por los desatinos de la tramoya de la institución militar en los juicios, como castigos ejemplares, contra soldados, sea por robar dos mantas o realizar un atraco. El absurdo se acrecienta por el hecho de que los soldados no han regresado a casa sino que permanecen en tierra de nadie, en Bucarest, en un tiempo suspendido. Conan y Norbert se enfrentarán a ese arbitrio de forma distinta. Norbert intenta aplicar la razón, y Conan reacciona con indignación visceral, ya que no acepta que ahora quieran ejecutar a quienes realizaron el trabajo sucio, los que miraban en primer plano y ganaron la guerra, los hombres de su comando, guerreros o lobos como él, a diferencia de los otros soldados, perros lobos, que sólo hacían la guerra.
Tavernier evita el riesgo de que los personajes se conviertan en entidades, y el discurso ahogue el drama. Tanto Norbert como Conan se equivocan o se enmendan, fluctúan como lo hace su misma amistad por las circunstancias.
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El desatino más doliente proviene del juicio por deserción contra un joven soldado al que busca su madre ¿Era cobardía o simplemente, como apunta Conan, que no valía para combatir? Poco importa cuando su juicio está condicionado por el rechazo que provoca en superiores de su misma casta aristocrática que lo ven como una vergüenza. Tavernier hace del movimiento protesta ante el inmovilismo, como el travelling hacia Norbert cuando lanza la interrogante citada anteriormente . Un plano fijo, en un tren detenido, apuntala la consternación de la madre ante Norbert por el absurdo burocrático. La rabia de Conan queda condensada en esa abrupta panorámica hacia él desde el cura notificando el veredicto de culpable a la madre. Y un suave travelling, también hacia la derecha, sobre ésta, leyendo la carta que le informa del fallecimiento de su hijo, es como el gesto fatigado de una derrota. 'Capitán Conan' finaliza con un personaje enfrentados a otro ángulo que evidencia la impostura del papel vivido.Conan, ya en su pueblo, ahora un espectro maltrecho, con una enfermedad terminal, dirige su mirada al exterior invisible más allá de la ventana, mientras habla con Norbert, sin ser capaz de mirarle a la cara, relegado a la condición de espectador de un escenario ausente que es infamia.

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