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sábado, 5 de junio de 2010

Un maldito embrollo

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Una de las principales cualidades de 'Un maldito embrollo' (1959), de Pietro Germi, es el afinado equilibrio entre el relato policiaco y el retrato costumbrista, oscilante, además, entre el drama y la comedia, reflejando como lo trágico y lo grotesco se enhebran en la misma materia de realidad. O son reflejos de sus inconsistencias, y, en concreto, de una sociedad en la que el pasado, por ejemplo,el fantasma del fascismo, no se ha extirpado, ni resuelto (véase el personaje del que se descubre que en un armario guardaba diversas fotografías de Mussolini). Lo que sí parece claro es que la realidad es un maldito embrollo, un enrevesado tapiz de apariencias equívocas, de solapados intereses y conveniencias, un laberinto en el que es dificil desentrañar la verdad cuando se alimenta la imagen conveniente. Gracia tiene el detalle de que el inspector Ingravallo (Pietro Germi) porte gafas ahumadas (él mismo se dice, cuando,por fin, advierte el detalle que resolverá el caso, que qué tonto ha sido). Son dos los casos que se suceden en esa comunidad, que puede ser emblema del país, y de ese pasado no resuelto (desde ese decorado con ornamentos de siglos pasados, a ese anciano militar que parece salido de otro tiempo, o en el que aún cree vivir). El primer caso es el de un robo, y ya la misma víctima parece renuente a que se esclarezca, o no facilita el fluido proceso (como explicita, no quiere salir en los periódicos; más adelante, se sugiere su inclinación homosexual), pero el caso que centrará la narración será el del posterior asesinato de una vecina, Liliana (Eleonora Rossi Drago), cuyo cadáver acuchillado descubre su primo, Valdarena (Franco Fabrizi).
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Desentrañar el hilo de las relaciones entre los personajes será toparse con diversos desvíos que irán revelando un entramado de relaciones de intereses en el que el sentimiento parece el componente desterrado, de ahí la inesperada intensidad de su secuencia final, ya que el tono narrativo de la obra se ha mantenido sobre una sobria distancia, que propulsa el observar, sin énfasis, la visión de conjunto, en el que el mismo observador, Ingravallo, parece carecer de una vida íntima (sus llamadas telefónicas de citas frustradas; las dos breves secuencias en las que se le ve en su hogar, en la que parece pesar el silencio vital, y que parecen antecedente de secuencias parecidas en obras de Melville, como en 'Círculo rojo') Ese abrupto e intenso final, al fin y al cabo, es la nihilista conclusión de una realidad grotesca, impostada, que aboca a la tragedia al sentimiento.

'Un maldito embrollo' (1959), de una notable obra de Pietro Germi, que adapta la novela de Carlo María Gadda, y en la que la investigación de un crimen, narrada con precisión, conlleva la revelación de unas circunstancias sociales, un reflejo social teñido de nihilismo.

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