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domingo, 10 de enero de 2010

El séptimo cielo

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¿Cómo se puede ver una película muda de 1927, como 'El séptimo cielo' en unos tiempos en los cuales hay quien declama que habrá un antes y un después en la experiencia del cine con Avatar, calificada por algunos como revolucionaria? Sin que ésto implique despotricar contra la obra de Cameron, porque tampoco me parece desdeñable, pero no es una más una obra que transita senderos convencionales y ya vistos bajo ropajes nuevos de deslumbre tecnológico, lo que sí tengo claro es que me resulta más fascinante y mágica la contemplación de una obra tan conmovedora y de tal fulgor creativo como 'El séptimo cielo'. Aunque, también, sus hechuras dramáticas estén compuestas de trazos aposentados en una tradición, la del folletín decimonónico. Pero Borzage lo eleva, o transciende, con su exquisita puesta en escena, a las cotas de lo sublime. No es más que una historia de amor sustentada sobre opuestos, las alturas del amor entregado, de la ternura y la empatía, y la simas de la precariedad, la crueldad y la violencia. La búsqueda de un sentimiento de conciliación con el mundo enfrentada a unas circunstancias que reflejan la inclinación del ser humano a la degradación o destrucción del otro. Borzage ironiza con estos contrastes en sus secuencias iniciales. Nos presenta a Chico en las simas de la ciudad (estamos en los bajos fondos de Paris en 1914), trabajando en la limpieza del alcantarillado, voluntarioso, confiado en sí mismo, y lleno de ilusiones, casi como un niño, cuya aspiración es 'ascender' a ser barrendero. Y, por otro lado, nos presenta a Diane, en el ático de un edificio, siendo azotada con un látigo por su hermana, instándola a que vaya a comprar absenta. Ambos destinos se cruzarán cuando Chico intervenga evitando que la hermana la estrangule. La acogerá en su hogar, ese septimo piso o cielo, porque para protegerla ha dicho a la policía que es su esposa, y pueden pasar en cualquier momento para ratificarlo. Entre ambos va surgiendo el amor, que Borzage orquesta con delicados trazos, a la vez que Diane va recuperando la confianza en sí misma, reflejada en ese miedo a cruzar el puente que separa el ventanal de su hogar con el del la casa de al lado, y, sobre todo, cuando reaparezca su hermana, a la que sabrá ahora enfrentarse y ser ella la que la despache usando el látigo. El giro se produce, cuando ya asentado el amor entre Chico y Diane, estalle la primera guerra mundial, lo que implica el alistamiento de él. Borzage contrasta esa armonía creada entre ambos con la desolación del campo de batalla, magníficamente realizadas ( y cuyos ecos se pueden apreciar en las posteriores Sin novedad en el frente, de Lewis Milestone, o en otra de las obras maestras de Borzage, Adiós a las armas).El último tramo ya bordea el fantástico, reforzando esa visión del amor pleno o transcendental como una ilusión excepcional que quiebra todos los límites y que se corporeiza como la afirmación de la voluntad de poder. De poder ser, de poder realizarse, conciliados con el mundo en una entrega al otro que exorciza cualquier ceguera.
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'El séptimo cielo' (1927), con Janet Gaynor y Charles Farrell, es otro de los grandes melodramas de Frank Borzage. Otro tuvo a la misma pareja protagonista, la bellísima 'El ángel de la calle'. Quizás junto a Douglas Sirk, Max Ophuls o David Lean sean uno de los cineastas con obra má pródiga melodramas de elevada altura. Se hace necesario el recuperar obras tan insignes de Borzage como Adiós a las armas, Tormenta mortal, Mannequin, Tres camaradas, Green light o Cena a medianoche, entre otras. Pocos cineastas han combinado una intensidad emocional con tal poderío creativo. En 'El séptimo cielo' es tan protagonista como los personajes el decorado, espacio tan concreto como abstracto, que define a los personajes y no sólo a las circunstancias de sus limites físicos sino a la entraña de las fuerzas emocionales en colisión. Y la luz, qué decir de ese hermoso plano final en el que una ráfaga de luz envuelve a sus protagonistas, en su mundo aparte, quizás real, quizás soñado, que es realización e ilusión.

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