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viernes, 29 de enero de 2010

El imaginario del Doctor Parnassus

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Si hay algo incuestionable con respecto al cine de Terry Gilliam es la singularidad de su imaginario mundo. Sus obras pueden ser más o menos desequilibradas, pueden no armonizar pretensiones y resultados, ser fallidas o irregulares, pero, sin duda, resultan un oasis de fantasías genuinas, ajenas al convencional mundo fantástico que predomina en las pantallas, que alientan, empecinadamente, la imaginación, o la necesidad de ésta como realización y elevación sobre la gravedad de la realidad, o de nuestra condición inercial. Es ese perdido mito del oráculo Delfos que creó Parnaso.¿Porque no son las historias, las fábulas, las alegorías las que las que nos guían, orientan e iluminan nuestras interrogantes en los neblinosos senderos de la vida, aunque sea planteando nuevas interrogantes? ¿No son las que hacen de los juegos de espejos y máscaras derrumbre y revelación de las máscaras y espejos que nos tienen atrapados? 'El imaginario mundo del Doctor Parnassus', por ello, se convierte, por un lado, en la mejor obra de Terry Gilliam, junto a 'Brazil', la que condensa de modo más armónico su imaginario en resultados, y un auténtico revulsivo en el cine de hoy al ofrecer un exuberante y heterodoxo relato de fantasía, fuera de las reglas y convenciones que rigen, o restringen, el cine de fantasía de hoy (se puede degustar, por ejemplo, Avatar o Star trek, pero transitan senderos ya vistos, están construidos sobre moldes reconocibles). La última obra de Gilliam sí alienta un genuino asombro, propicia algo poco usual, el sentir que uno de verdad cruza al otro lado del espejo, como en la propia obra realizan los personajes a ese otro mundo de simetrías, espacios y situaciones donde se materializa lo posible, lo inaudito, la combinación imprevisible. Ya no es que todo se pueda volver del revés, es que el revés es e lugar donde la incertidumbre rige, y posibilita el reflejo real, la revelación de lo que pudiera ser, o la certificación de la no disposición a poder ser ( y cuando se está en juego, interrogación y búsqueda de conocimiento, el ser no es sino una flexible condición proteica que destierra la identidad). Esta estimulante obra es juego y fábula, un derroche de disidente imaginación, doliente, siniestra, tierna. Nos hace despertar de nuestro inmóvil sueño con una danza de excéntricos sueños que reivindican el poder de la imaginación como ese impulso de acción faustico (porque esta es una vibrante variación de la relación de Fausto y Mefistófeles) que logra que habitemos la vida como un juego de posibles.
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'El imaginario del doctor Parnassus' (2009), de Terry Gilliam, con Christopher Plummer, Heath Ledger (y Johny Depp, Jude Law y Colin Farrell interpretando al personaje de Ledger en sus incursiones en el espejo consecuencia del fallecimiento del actor en mitad del rodaje) es una fascinante vivencia carrolliana, que tiene en su desbordante creatividad en la dirección artística y diseño visual, una de sus más potentes cualidades. Como fascinante es la creación de Tom Waits como el particular Mefistofeles de Parnassus, una gran creación matizada en sus sinuosos gestos, que son en ocasiones paso de baile, y su presencia de negro con ese bombín, largo gabán y fino bigote. Una hermosa fábula también con respecto a lo que como criaturas imperfectas condicionamos la realización de nuestros sueños y anhelos, por miedos e inseguridades, celos y envidias, orgullos y codicias.

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