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lunes, 18 de enero de 2010

Un cuento de navidad

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Nuestras preocupaciones son como puntos de fuga que obstaculizan el conocimiento. Cautivos de esa deriva, apresados en las marejadas de las circunstancias, no escarbamos lo suficiente en nosotros mismos, del mismo modo que los otros son difusas representaciones según el momento. Más que habitar la vida, somos pasajeros de un desconcierto. No hay cierta institución de realidad, como ese supuesto punto de referencia, la familia, más allá de sus vínculos sanguineos revela se constituye en un vínculo que es maraña. La médula de la vida parece perdida o difuminada entre indecisiones, miedos y un trasiego de emociones que nos dominan sin que advirtamos una dirección clara entre la niebla. Arnaud Desplechin hace de todas estas cuestiones interrogación y carne viva de celuloide en esta obra maestra centrada, o más bien, palpitantemente descentrada, en una familia y sus convulsiones, en sus desencuentros y espasmos, en sus anhelos de conciliación y reproches, en sus silencios que son omisiones de lo que sienten y sus confusiones, en los lastres de perdidas o decepciones que les han ofuscado, naufragos de sus emociones, como si vivieran en un relato de fantasmas. Todo puede ser reparado si se realiza el oportuno esfuerzo de desprenderse de esos quistes de colisiones y ocultamientos que pueden durar años. La narración se quiebra en diferentes puntos de vista, incluidos monólogos de algunos de los personajes a la cámara. No hay trama, sólo la maraña de las emociones. Una situación, un encuentro familiar durante los días de la navidad, enfrenta a una danza de emociones expuestas que se enfrentan a una crispación largamente contenida. Una madre que necesita un transplante de médula, un padre que diserta sobre Nietszche y aspira a que todos compartan la conciliación serena, un hijo que erra por la vida desde que perdió en un accidente a su esposa sin saber hacía dónde va, que hace de la relación con los demás un exabrupto por su insatisfacción vital, un hijo que parece sumido en un silencio conforme, aturdido por el alcohol, que oculta el amor por la esposa de su hermano, sin saber que ella también le ha amado esos años en silencio, una hermana que negó la palabra a su hermano durante cinco años. Tantas cosas que se guardan, tantas cosas que se enquistan, porque no discernimos lo que nos condiciona y afecta a la relación con los demás. Ni nos vemos, ni vemos a los otros. Cuando es algo tan sencillo como donar nuestra médula en la relación con los demás. Una obra prodigiosa.
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'Un cuento de navidad' (2008), con Matthieu Amalric, Catherine Deneuve, Chiara Mastroianni y Emmanuelle Devos, es la primera obra que se estrena de Arnaud Desplechin, y ha sido todo un apasionante descubrimiento. Una narración con nervio a flor de piel, fluctuante como lo es la vida, o consciencia de la misma, de los personajes, entre paradojas y contradicciones, indefinidos y elusivos hasta para ellos mismos. Una de esas obras que parece que redescubre la narración como los mismos personajes buscan redescubrirse, definir esa incertidumbre o indefinición en la que presa su vida y sus relaciones. Los tonos se alternan en una obra sin centro de gravedad, pues es lo que a su vez buscan sus personajes.

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