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domingo, 17 de enero de 2010

Persona

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Persona: Consciencia de uno mismo, identidad, máscara, personaje. ¿Y si el proyector se quema? Esta imagen es el punto de partida y final de esta lacerante obra de Bergman. Su inicio es una explosión, tan abstracto como rasgante en su fisicidad. Imágenes percutantes, arañas, cuerpos en la morgue, ojos de ovejas sacrificadas, escenas de películas mudas de humor siniestro. Un niño desnudo en un espacio interior despojado que mira a la cámara e intenta palparla. Su contraplano es el niño palpando la desenfocada imagen de un rostro femenino, que son dos, que a la vez es uno. ¿Cómo rasgar la pantalla de la vida? ¿O qué eres cuando eres consciente de la cualidad de la vida como pantalla y ésta se rasga? Elizabeth enmudece en el escenario interpretando a Electra. Es internada, no hay trastorno visible. Sólo su mudez,como quien reniega ya de ser o de parecer, como quien ya no desea reaccionar, actuar, ante los otros. Sumida en el silencio, se desprende de la necesidad o deber de ser algo o alguien, de cumplir un papel en el escenario de la vida. La identidad es un escenario, una ilusión enajenadora. Ser consciente de sí misma rasga las pantallas, las máscaras que se han hecho carne. Alma, la enfermera, tiene definidos y claros sus propósitos en la vida, una convicción aparente de lo que desea, de cuáles son sus aspiraciones, las casillas que debe cumplimentar en sus pasos en la vida. Vive ignorante de que es un escenario. O quizás no. Ambas quizá no sean lo que parecen, quizás su diálogo es un monólogo. Quizá es el debate o pulso interno en una mente, entre dejar de ser y querer ser, entre abandonarse a la inconsciencia de una máscara, y el despertar en el silencio que hace carne pero destierra al personaje. El proyector se ha quemado, eso sí es cierto.

'Persona' (1966), de Ingmar Bergman, con Liv Ullmann y Bibi Andersson, es una perturbadora inmersión en los laberintos de la mente, en la que abstracción y concreción alcanzan una armonía tan desasosegante como esclarecedora. Una obra de paradojas, de momentos que salpican con sus espasmos de abrasivas emociones. El relato de la orgia en la playa, de obscena explicitud es como el desgarro que alienta la necesidad de sentirse presente, el hiato que agita un interior que ha enmudecido porque se siente ausencia, un espectro atrapado en una luz blanquecina que arrasa los espacios de la mente. Begman alcanza con esta obra, con la portentosa colaboración de Sven Nykvist en la fotografía y sus dos extraordinarias actrices cuyos rostros y expresiones explora como un espeleológo, una de las cimas de su filmografía, pródiga, por otra parte, en obras tan admirables como inolvidables. Pocos cineastas se han sumergido, sin red ni complacencia, en la desnudez emocional del ser humano de un modo tan audaz como incisivo.

2 comentarios:

  1. Maria José García Fdez. de Valerrama.7 de agosto de 2012, 0:24

    Maravillosa película que no deja de cautivarnos tanto por la salvaje belleza de la isla como por la situación en la que Berman nos sumerge de emotividad contenida,sólo él puede decir tanto con tan pocas palabras con el lenguaje limpio del gesto y la cámara, fotografía impecable.

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  2. Maria José García Fdez. de Valerrama.7 de agosto de 2012, 0:31

    Maravillosa película en la que la belleza salvaje de la isla se conjuga con la esplendida interpretación de Bibí y Liv,sólo Igmar puede decir tanto con tan pocas palabras,con el lenguaje corporal y una impecable mirada ante la cámara.Inmortal y él lo sabe.

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