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miércoles, 18 de abril de 2012

Jeremy Irons, el arte de sufrir

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Tiempo atrás quedó aquella etapa en la que Jeremy Irons parecia cautivo de personajes sufrientes, atormentados, presas de pasiones destructivas, que fue, además, el periodo álgido de su carrera, el comprendido entre la admirable 'Inseparables' (1988), de David Cronenberg y la estupenda 'La caja china' (1997), de Wayne Wang, aunque el personaje que le lanzó a la fama, pese a estar dotado de siniestra ambiguedad, parecía más 'circunspecto' (como si con él no fuera lo de sufrir, sino más bien lo de vivir lo más epicureamente posible, y a costa de otros), en la excelente 'El misterio Von Bulow' (1990). A estos años pertenecen, en esa línea de personajes en la frontera de lo tortuoso (que bordaba con proverbial, y mórbida, eficacia), su otra colaboración con Cronenberg, la notable 'M Butterfly, (1993),la gelidamente desgarradora 'Herida' (1992), de Lous Malle, la muy sugerente 'El país del agua' (1992), de Stephen Gyllenhal, adaptación de la gran novla de Graham Swift, o la singular 'Kafka' (1991) de Steven Sordebergh, como fue la nota de distinción en la estetizante y ensimismada en la poco sugestiva carnalidad adolescente de Liv Tyler en 'Belleza robada' (1996), de Bernardo Bertolucci, y en la pompa con estetica publicitaria de 'Lolita' (1997), de Adrian Lyne. Ya empezó a intentar desasirse de ese cierto encasillamiento con su villano en la tercera entrega de 'La jungla de cristal' (1995), de John McTiernan, musculosa pero hueca (un mecanismo sin sangre ni nervios), como las anteriores, aunque quizá la menos infumable de las cuatro realizadas. Antes de esta etapa en la que fue una de las principales estrellas del momento ( de qualité, como John Malkovich), dio sus primeros pasos, aun balbucientes en densidad interpretativa, de partenaire de Meryl Streep en la notable 'La mujer del teniente francés' (1981), de Karel Reisz, o en la magnífica serie televisiva 'Retorno a Brideshead' (1981), de Charles Sturridge y Michael Lindsay Hogg. Su más destacada obra en este periodo, previo a su encuentro con Cronenberg, fue en 'Trabajo clandestino' (1982), de Jerzy Skolimovski, y el más popular su protagonista de la tibia adaptación de la obra de Marcel Proust, 'Un amor de Swann' (1984), de Volker Schlondorff. En la última década su presencia se ha difuminado entre personajes más secundarios o menos cautivadores y complejos, y peliculas más irrelevantes, o que no superaban la discreción, con cineastas como Lasse Hallstrom, Ridley Scott, Istvan Szabo o Franco Zefirelli. A destacar su papel de villano en el irregular pero atractivo western 'Appaloosa' (2008), de Ed Harris, su condición de pieza en la fascinante pesadilla al otro lado del espejo de 'Inland empire' (2005), de David Lynch, y su fugaz aparición en la interesante pero demasiado funcional 'Margin call' (2011) de JC Chandor.

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