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domingo, 22 de abril de 2012

El tercer hombre. Sombras, incógnitas, desenfoques e influencias.

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Durante mucho tiempo, sobre 'El tercer hombre' (1949), o más especificamente, sobre su cineasta Carol Reed se cernía (el peso de) la sombra alargada de Orson Welles, o la influencia de la personalidad del genío en un fuera de campo que absorbía las cualidades, calificadas como excelsas, que se le otorgaban, porque no podían ser debidas a un cineasta considerado como impersonal y poco relevante. Algo así como la influencia de una figura en fuera de campo durante la mayor parte de la narración, el Harry Lime que interpreta Orson Welles, primero sombra entrevista, hasta que descubrimos su rostro (y su expresión de irónica sonrisa) en una de las más notables presentaciones de un personaje. Del mismo modo que Holly (Joseph Cotten),escritor y antiguo amigo de Lime, se interroga sobre una figura indeterminada, ese tercer hombre, que no es otro realmente que el que creía muerto, Lime, con lo cual su enfoque no deja de estar errado ( y manipulado), el enfoque sobre la película solía tender hacia Welles como titiritero (creativo) en las sombras. Pero se puede enfocar no sólo a través de Reed (de trayectoria irregular, pero con obras esplendidas caso de 'Larga es la noche' (1947) y 'Se interpone un hombre' (1955) o las otras dos obras en las que colabora Greene en el guión, tejidas sobre la ficcionalización de la realidad, la proyección y la sugestión, y las intersecciones o colisiones de distintas perspectivas de diferentes ángulos.
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En 'Nuestro hombre en la Habana' (1960), en la que adapta una novela propia, gira alrededor de las consecuencias (incluso trágicas) del entramado de invenciones ( agentes colaboradores, informes falsos sobre bases militares, planos secretos) que realiza un agente novato, y que otros interpretan como real. En 'El ídolo caído', en la que adapta un relato breve propio, se trama sobre ideas, o más bien sobre contrastes y paradojas, sobre ausencias y presencias, modelos y sustitu(tiv)os ( o variantes), la infancia y lo adulto, la relatividad, colisión y convivencia de diversas y hasta encontradas perspectivas, y cómo a veces lo sincero puede no ir unido a la verdad. En 'El tercer hombre', guión original de Greene, se trama sobre una incógnita que no es sino una manipulación, una representación, y sobre la sugestión del personaje que, paradójicamente, se interroga (hay flecos en el caso que no le convencen), y que, segunda paradoja, es escritor, es decir, creador o demiurgo, con sus obras, que hilvana y manipula pero que es manipulado, y, tercera paradoja, él que escribe obras sobre arquetipos de héroes de una pieza(novelas del oeste) está desenfocado en su mirada hacia su amigo Lime, al que ve más como un posible héroe, o alguien sin mácula, que imaginar que hay en su actitud vetas siniestras. Su visión es ingenua, idealizadora, la de un niño que confía en que le enfoca la luz; por ello la revelación de que Lime (fango) está hecho de fango, que es un ser corrompido, cínico y sin escrúpulos, tendrá lugar en un parque de atracciones, subidos en una noria, y la conclusión no puede tener lugar más que en un alcantarillado, tras ya ser revelada la condición abyecta de Lime, su putrefacción ética.
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Y ese 'fuera de campo' que le tenía engañado, pero sobre el que al mismo tiempo él mismo se engañaba ( doble foco de enajenación de la percepción de lo real), será, precisamente, purgado en un fuera de campo: escuchamos cómo Holly dispara sobre Lime; elocuentemente ha tenido lugar tras que Lime haya disparado precisamente sobre el sargento Paine (Bernard Lee), quien sí admiraba las novelas del oeste de Holly (de alguna manera muere simbólicamente la errada idealización de Holly). Ahora Holly habitará la realiad, el 'campo' de la decepción (idea corporeizada magistralmente en ese dilatado plano de Holly esperando que se acerque Anna (Alida Valli), quizá porque ella aún se agarra a los últimos residuos de la idealización, su ilusión no ha sio aún ultrajada como la vida de los niños que sufrían la muerte por la penicilina adulterada con la que realizaba contrabando Lime. Aunque, y esa es una de las grandes cualidades de la obra de Greene, las interrogantes siempre acaban prevaleciendo con sus sombras, las tinieblas de las paradojas, de ahí la fascinante complejidad de sus obras, el relieve tan pleno de matices y contradicciones de sus personajes, la movediza condición de la realidad, más bien fronteriza, que difumina el cómodo maniqueismo de los juicios, y convierte a las decisiones en un campo de alambradas.
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¿Hay algo reprobable en la decisión de Holly? ¿Sobre qué tramamos las relaciones¿ ¿En qué medida proyectamos o nos sugestionamos/sugestionan? ¿No somos seres humanos 'entre', 'en medio', como se expresa en el ´titulo original de'Se interpone un hombre' (The man between)? Una obra, por otro lado, que demuestra, por si hacía falta ( ahí está la admirable 'Larga es la noche'), que las virtudes de 'El tercer hombre, no sólo dependían de las influencias de Welles o Greene. En este caso, no es Viena sino Berlín el espacio. La figura enigmática, aunque en campo, presente, pero incierta, como su paso por las dos fronteras, es la del personaje que encarna magníficamente, como siempre, James Mason, que intriga a la mirada del personaje 'ajeno' a ese enmarañado entramado en la frontera, el encarnado por Claire Bloom. En su primera parte, las interrogantes se suceden, la realidad es un espejo de reflejos huidizos. En su segunda parte (la que relata el intento de cruzar al lado occidental por parte de los personajes de Mason y Bloom), aproximarse a la entraña de la realidad es desenvolverse, desplazarse, en un laberinto amenazador.

Carol Reed, Joseph Cotten, Orson Welles, Bernard Lee y Graham Greene en varios momentos del rodaje de 'El tercer hombre' (The third man, 1949).

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