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domingo, 8 de abril de 2012

Amor en la oficina

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Un hombre anciano porta un gigantesco oso de peluche, al que da cuerda para que se ponga en movimiento. Un regalo para su hijo de diez años, en vez del oso auténtico que esperaba, porque puede que diera más complicaciones que las que dio con los vecinos el avestruz que tuvieron antes. Un niño un tanto sabelotodo y algo repelente (por malcriado), que en un momento explica porque se llamana así los huevos benedictos o a qué marques del siglo XVIII se le ocurrió la idea de las mangas y los puños para que los soldados dejaran de quitarse los mocos. Un pintor que llega al extremo, para ponerse en situación de inspiración con el tema de una tormenta marina, de ponerse unas ropas de pescador mientras alguien le tira cubos de agua por encima, y un ventilados hace las veces de golpe de viento. Estos personajes habitan el universo de la segunda obra rodada por Otto L Preminger en Hollywood (y la última con esa 'l'), la deliciosa screwball comey 'Amor en la oficina' (Danger-love at work, 1937), en la que se pueden percibir manifiestas reminiscencias de la obra teatral, escrita en 1936, que se convertiría en 'Vive como quieras' (1938), de Frank Capra, o 'Al servicio de las damas' (1936), de Gregory La Cava, de las que desde luego tampoco desmerece (sobre todo, de la segunda).
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Los personajes citados son componentes de una familia tan excéntrica como la de la obra de Capra, pero en un ambiente de alta sociedad, como en la segunda.
Hay un 'cuerpo extraño' que irrumpe en ese universo, el representante de un bufete, MacMorrow (Jack Haley), que intentará conseguir las firmas de los representantes de la familia para que vendan unos terrenos (escurridizos como ellos solos, lo que ha determinado que el anterior representante haya desesperado durante seis meses por no lograr contactar con ellos, por que viven en su particular 'dimensión paralela'). Cierto que los protagonistas no tienen a fama o el carisma de Carole Lombard, William Powell, Jean Arthur o James Stewart. Ni de Cary Grant o Katharine Hepburn. Pero Ann Sothern cumple muy bien con su personaje, en una línea 'lombardiana', y Jack Haley (el león de 'El mago de Oz'), sin brillar, tampoco desluce.
Y sale el imponente Edward Everett Horton como el elemento discordante, el arrogante prometido de la hija, Toni (Sothern).
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Por supuesto, los equívocos se sucederán. La familia piensa, en primera instancia, que MacMorrow ( a quien llamarán Macnoséqué), es el prometido. Toni piensa que es un umilde trabajador que si no consigue que todos firmen puede quedarse sin empleo, y sin poder mantener a su madre (cuando él realmente es hijo de una rica familia). Las secuencias en las que intenta explicar por qué está ahí, o la lectura del acuerdo que quiere firman, no dejará de estar interrumpida por las más absurdas cuestiones (incluida la petición de la criada a Toni de que le preste tres dolares porque su corredor de apuestas la presiona). Hay dos tías que tienen un particular sistema de protcción, como es una escopeta colgada del techo ante la puerta de la entrada, por si llegara alguien con aviesas intenciones. Hay pinturas en el techo que representan 'lo sublime de lo inanimado'. Taxistas que toman un atajo que realmente llevan a que el coche se precipite en el río, y mujeres, como Toni, que confunden la izquierda con la derecha y provoca que el coche de McMorrow ( al que ya no llama MacNosequé, porque se ha aprendido su nombre) caiga en otro río. Ambos pasan la noche en un cobertizo, entre caballos, y súbitamente se ponen a canción, como forma de sellar su amor ( y él duerme tapado con una manta con el nombre de uno de los caballos, 'Tarzan').
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Hay otro tío que no duerme en su mansión, sino que ataviado con una prendas de hombre primitivo (incluido garrote) vive en una hamaca junto al lecho del río, porque no soporta las prendas usuales que encorsetan con tanto botón. Y desde luego Preminger, ya desprovisto de la 'l' tras su nombre, se dedicaría, como incisiva punta de lanza, a luchar contra muchos corsés de la censura, las barricadas de los tabúes, que lograría vencer y superar. Como fue uno de los más agudos diseccionadores de cualquier institución de poder. Ya un año después de esta estimulante comedia tendría un áspero enfrentamiento con el productor Darry F Zanuck que determinaría que se quedara sin empleo,y tardara seis años en volver a dirigir otra obra. Zanuck que le habá encargado la adaptación de una obra de Robert Louis Stevenson, 'Kidnapped, a rodar en las mismas tierras escosas, le reprochó que hubiera realizado ciertos cambios en una escena entre Freddie Bartholomew y un perro, algo que Preminger no aceptó, argumentando que había rodado lo que constaba en el guión. La discusión acabó con Preminger saliendo del despacho dando portazo. No sólo se encontró fuera de la Fox, sino que todo los estudios se negaron a contratarle, teniendo que centrarse en el teatro. Hasta que su éxito como actor, interpretando a un nazi en la obra 'Margin for error', llevaría a que se le propusiera el papel en la película que iba a dirigir Ernst Lubitsch, pero que este rechazó, lo que supuso su oportunidad para volver a dirigir. La vonculación conLubitch se ampliaría, en el terreno de la comedia. Dos años después firmaría 'La zarina', con un estupendo primer tramo, que empezó a rodar Lubitsh, pero que tuvo que delegar por sufrir un infarto; también acabaría el rodaje, aunque sin fimarlo, de excéntrica y estimable 'La dama de armiño' (1948), tras que durante el rodaje Lubitsch sufriera su quinto y último infarto. 'Amor en la oficina' es una ignorada pero muy disfrutable comedia que merece más reconocimiento del que tiene, uno de los primeros eslabones de una las filmografías más apasionantes y admirables que ha dado el cine.

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