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lunes, 22 de noviembre de 2010

El fotógrafo del pánico

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Hay miradas que se desenfocan. La distorsión se enquista en su mirada.Mark trabaja, por un lado, como fotógrafo de modelos, en un sórdido estudio de una tienda de fotografía.Los retratos pretenden ser eróticos, pero no son sino un gris desenfoque de la sensualidad, aunque satisfacen el anhelo de clientes que compran esas fotos como si pudieran sentir que miran, a través del ojo una cerradura, un mundo que les es vedado. Por otro lado, es foquista en un rodaje, en el que un exasperado director bordea el maltrato a una actriz por su incapacidad. Pero Mark tiene la mirada 'desenfocada', y esto se revela en una clandestina afición donde da rienda suelta a su mórbida obsesión. De eso sufre a quién se denomina un Peeping tom, alguien que tiene una mórbida inclinación voyeuristica, que Mark lleva hasta fatales extremos.
'Peeping tom', o 'El Fotógrafo del pánico' (1960),de Michael Powell fue una obra que causó auténtica conmoción en su momento, suscitando un notorio rechazo en Gran Bretaña, siendo calificada de 'enfermiza', y provocando que Powell perdiera crédito en la industria.
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Quizá esta magnifica película, de sutil atmósfera, tocaba teclas demasiado incómodas e inquietantes.Ese mismo año, Alfred Hitchcok realizó 'Psicosis', sobre otro mórbido voyeur, que traspasaba la línea del crímen, cuyo trastorno estaba condicionado por un progénitor, Norman Bates, por su madre, y Mark por su padre, que utilizó a su hijo como cobaya en sus experimentos sobre el miedo, convirtiendo su infancia en una tortura permanente que registraba con su cámara, desquiciando su sueño con reflejos de luz sobre sus ojos, o lanzandole arañas o reptiles en su cama como aterrador despertar.Y así Mark, ya adulto handicapado, se ha convertido en alguien que busca retratar esa imagen distorsionada del horror.Ya advertimos ciertos indicios de sus inclinaciones en una de esas sórdidas sesiones de lenceria que nada le motivan, cuando advierte que una chica que espera su turno y que permance de pérfil durante la sesión de la otra chica, al volverse, descubre unas cicatrices que desfiguran su rostro; el rostro de Mark se ilumina al advertirlo; la chica le dice que no se preocupe, que retrate sólo su cuerpo, pero a él lo que le interesa es ese rostro desfigurado. Se podría decir, para ser más precisos, que Mark no es propiamente un fotográfo cuando quiere retratar ese 'pánico', ya que lo que utiliza en esas sesiones privadas para su particular solaz, es una cámara cinematográfica, con la que graba a diversas mujeres, hasta que llega la culminación de la sesión, cuando acerca su cámara a sus rostros y estos se 'desfiguran' en una mueca de horror.
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¿Por qué?¿Y por qué ese turbado y doloroso placer de Mark en luego proyectarse esas películas en el estudio de su casa?Una relación en la que, por primera vez, empieza a implicarse emocionalmente, con la hija de su casera, será el detonante que ponga en evidencia su desequilibrio, y que se enfrente a él de modo fatal, ya que su trauma le ha imposibilitado para una relación afectiva equilibrada.
Mark realmente busca la imagen del horror ante la muerte en el rostro de esas mujeres que aprecian como del trípode de la cámara surge un afilado cuchillo que apunta a sus gargantas.Pero no sólo eso, porque, en ese instante, ellas mismas ven reflejados en un espejo de la cámara su rostro distorsionado, y'desfigurado', por esa lente; doble horror. En ese acercamiento afectivo que realiza con su vecina, Mark se ve tentado de compartir con ella su obsesión, como quien comparte de qué está hecha su intimidad más profunda, pero ¿cómo se va a poder compartir algo así?. Entra en conflicto consigo mismo, entre esa imposibilidad de compartir tanto dolor y el peso de esa obsesión que se puede decir que le posee. No puede amar sino lo comparte...pero su desenfoque vital ya es demasiado extremo, y ha cruzado umbrales desde los que no hay vuelta atrás. Si no puede amarla, tiene que convertirla en otra de esas imagenes distorsionadas de si mismo y retratar su pánico.Pero su amor (o su anhelo de amor) vence, aunque sea a costa de acabar con su propia vida. Un sacrificio necesario para no distorsionar la primera imagen de un amor verdadero, cálido y afectivo, que ha encontrado en su vida

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