

Desafío en la ciudad muerta (1958) fue otro espléndido western en el que exploraba las sombras de los representantes de la ley. Para apreciar con claridad ese trayecto, o la real dirección que transita sutilmente la narración, se hace necesario atender al título, The law and Jake Wade/La ley y Jake Wade. ¿Una dualidad? ¿Son lo opuesto? ¿No es él un representante de la ley? ¿O quizás una yuxtaposición que evidencia una paradoja, o contradicción, los cimientos inestables o turbios sobre los que se erige o presenta la imagen uniforme de la ley? Sturges nos introduce en ese territorio difuso con una introducción que, en primera instancia, habitual en él, nos engancha ya en la narración con una secuencia impactante. Y que, de nuevo, suscita interrogantes. Un hombre, Jake (Robert Taylor), del que aún no sabemos nada, ni quién es ni cuál es su dedicación, entra en la oficina del sheriff y apunta con su rifle a la espalda del representante de la ley. Primer detalle revelador o definitorio: está iluminado en sombras cuando realiza esa acción. Es una sombra. O se ha internado en el territorio de sus sombras interiores. Su propósito: liberar a un detenido, Clint (Richard Widmark). Jake vuelve a su vida corriente, su escenario habitual, en el que se nos revela que es sheriff. Ha optado por otro escenario de vida que implica, por añadidura, negación u omisión. No solo está integrado en la sociedad, sino que es representante de la ley. Pero, por su sentido ético, paradójicamente, ha liberado a sus fantasmas, y tendrá que afrontar las consecuencias. ¿O no sólo es por su sentido ético? Porque este relato, y de ahí su conclusión en una ciudad fantasma, abandonada, es el de la confrontación de Jake con sus fantasmas siniestros. O el lado turbio, los cimientos movedizos, de la ley, como parece insinuar el título original. Cuestiones que analizo y desarrollo más ampliamente en John Sturges. La mirada ecuánime o depende de a qué se llame mirar (Providence).



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