Translate

sábado, 12 de julio de 2025

John Sturges durante el rodaje de Duelo de titanes

Duelo de titanes (1957) es una más de las grandes, además de las más populares y reconocidas, películas de John Sturges. Dirigida en su primera etapa freelance, consideraba que era más película del productor, para la Paramount, Hal B. Wallis, que suya, a diferencia de la magistral La hora de las pistolas (1967), que comenzaba donde esta concluía, con el célebre duelo de OK Corral, que sería uno de sus proyectos personales con la Mirisch Company. Aunque ciertamente esta responde a su estilo más bien austero, no obsta para apreciar en Duelo de titanes, en la que escribió un par de líneas de diálogo que remarcaban el cuestionamiento de la actitud de Wyatt Earp, aspectos recurrentes en su cine, como la figura que modifica su percepción y concepción de sí mismo o su forma de relacionarse con la realidad (Fort Bravo, Brotes de pasión, Una muchacha llamada Tamiko). Fue el primer western en el que un sheriff se cuestiona que no es merecedor de representar a la ley, ya que, con ese duelo final, ha priorizado la faceta personal, emocional, la venganza, por encima de la aplicación de la ley y la justicia. Un plano de Earp mirándose al espejo, antes del duelo, y un plano de él mirando a su reflejo, el hijo de Clanton, muerto sobre una cámara con trípode, ejemplifica ese proceso toma de conciencia y la ingeniosa sutilidad del estilo de Sturges. La película comienza con quienes quieren culminar una venganza, que cruzan junto a un cementerio, como al final, también, quien ha arrojado la placa de sheriff al tomar conciencia de que había priorizado la venganza. La cámara, en un caso fuera, en otro dentro, expresa, de nuevo sutilmente, la modificación conceptual de la relación con la realidad. Y evidencia, una vez más, qué gran cineasta era Sturges. Su cine era un cine de capas que desafiaba a la mirada. 



Desafío en la ciudad muerta (1958) fue otro espléndido western en el que exploraba las sombras de los representantes de la ley. Para apreciar con claridad ese trayecto, o la real dirección que transita sutilmente la narración, se hace necesario atender al título, The law and Jake Wade/La ley y Jake Wade. ¿Una dualidad? ¿Son lo opuesto? ¿No es él un representante de la ley? ¿O quizás una yuxtaposición que evidencia una paradoja, o contradicción, los cimientos inestables o turbios sobre los que se erige o presenta la imagen uniforme de la ley? Sturges nos introduce en ese territorio difuso con una introducción que, en primera instancia, habitual en él, nos engancha ya en la narración con una secuencia impactante. Y que, de nuevo, suscita interrogantes. Un hombre, Jake (Robert Taylor), del que aún no sabemos nada, ni quién es ni cuál es su dedicación, entra en la oficina del sheriff y apunta con su rifle a la espalda del representante de la ley. Primer detalle revelador o definitorio: está iluminado en sombras cuando realiza esa acción. Es una sombra. O se ha internado en el territorio de sus sombras interiores. Su propósito: liberar a un detenido, Clint (Richard Widmark). Jake vuelve a su vida corriente, su escenario habitual, en el que se nos revela que es sheriff. Ha optado por otro escenario de vida que implica, por añadidura, negación u omisión. No solo está integrado en la sociedad, sino que es representante de la ley. Pero, por su sentido ético, paradójicamente, ha liberado a sus fantasmas, y tendrá que afrontar las consecuencias. ¿O no sólo es por su sentido ético? Porque este relato, y de ahí su conclusión en una ciudad fantasma, abandonada, es el de la confrontación de Jake con sus fantasmas siniestros. O el lado turbio, los cimientos movedizos, de la ley, como parece insinuar el título original. Cuestiones que analizo y desarrollo más ampliamente en John Sturges. La mirada ecuánime o depende de a qué se llame mirar (Providence).

No hay comentarios:

Publicar un comentario