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sábado, 24 de enero de 2015

Camino a la escuela

Desplazamientos y tránsitos. (1) 'Camino a la escuela' (Sur le chemin de l'ecole, 2014), de Pascal Plisson. O la dificultad de acceso no es una limitación. Los espacios se cruzan. Los escollos se superan. El ansia de conocimiento desafía los límites, se enfrenta con determinación a los obstáculos que se presentan en su trayecto. Si aprender implica esfuerzo, perseverancia en un largo recorrido, las distancias físicas hay que contemplarlas como trámite más a superar para lograrlo. A Plisson se le ocurrió el proyecto de 'Camino a la escuela' cuando se encontraba en Kenia realizando documentales para National Geographic. Una imagen, un detalle, resaltaba en el conjunto. Se percató de un niño que siempre veía en tránsito, de la escuela a casa, de casa a la escuela. Nunca le vío ni en su casa ni en la escuela, siempre le veía en tránsito. Y pensó que debía haber niños en distintas partes del mundo que deben recorrer largas distancias, con dificultades añadidas como lo escarpado del recorrido o la amenaza de fieras, para asistir a la escuela. Todo un contrapunto para los que, en esta sociedad del llamado primer mundo, disponiendo de todas las facilidades por su posición de privilegio para acceder el conocimiento las desaprovechan por apatía o desprecio a la instrucción y el saber. En Kenia, Jackson, de once años, recorre durante dos horas cada día con su hermana un trayecto de quince kilómetros por la sabana, sorteando la posible amenaza de los elefantes. En el Atlas marroquí, cada lunes, Zahira, de doce años, junto a dos amigas, recorre durante cuatro horas cuarenta kilómetros por senderos y valles de montañas. En Argentina, Carlitos, de once años, también con su hermana menor, recorre quince kilómetros a caballo, durante hora y media, por las llanuras y montañas de la Patagonia. Y en India, Samuel, de trece años, impedido, en silla de ruedas, es trasladado, empujado por sus dos hermanos menores durante una hora a través de cuatro kilómetros de ruta irregular entre ríos y caminos de arena en donde las ruedas pueden atascarse, durante.
El propósito de 'Camino a la escuela', ganadora del Cesar al mejor documental, es aleccionador, el planteamiento luminoso, su construcción tiene algo de fábula infantil que se despliega como una sonrisa, como la que surca permanentemente el rostro de Samuel. Por eso, la obra no deja de sonreír, como los cielos rebosan luz, cielos despejados como los ojos de estos niños. No hay obstáculos que impidan la materialización de un objetivo, asistir a la escuela, aprender. Los niños mismos no dejan de repetirse lo importante que es recibir la educación, como si se jalearan a sí mismos. El terreno puede ser escarpado, puede estar sembrado de peligros, pero no el ánimo. No se incide en otras rugosidades, en las precariedades de unas vidas. No importa si hay otras sombras alrededor de la vida de esas familias. No hay vasos medio vacíos. El documental enfoca en una dirección, la luz que ilumina el propósito de estos niños. Es un documental que ante todo pretende impulsar, como una letanía de convencimiento. Y para eso se hace necesario poner mucha luz. Por eso no importa demasiado escarbar en sus limitaciones. Si resultaba entrañable la asociación de la biblioteca con el infinito en 'Interstellar' (2014), de Christopher Nolan, también este propulsor y risueño Erase una vez unos niños para los que no había distancia que no pudiera cruzarse para acceder a la luz que aporta la educación, el aprendizaje y la adquisición de conocimiento.

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