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sábado, 13 de diciembre de 2014

Miss Julie

En su sueño, Miss Julie (Jessica Chastain) no podía descender, sentía el peso del miedo al vacío, a la caída, y a la vez como si fuera una atracción inexorable con la que forcejeara. En su sueño, Jean (Colin Farrell), su sirviente, no lograba alcanzar la primera rama del árbol en el que desea encaramarse, una primera rama que es un primer paso en una ascensión hasta lo más alto. En 'Miss' Julie' (2014), de Liv Ullman, adaptación de la obra de August Strindberg, la perspectiva de Jean es vertical, contempla la ascensión y la distribución de posiciones, unos están abajo, y otros arriba. Es alguien que ha viajado, y visto mundo, y leído bastante libros. Tiene una perspectiva bien definida, que también podría calificarse como restringida. Es un mundo estructurado sobre posiciones, en escalas. Aspira a lograr su independencia, edificar su propia realidad, ser dueño de un hotel, pero a la vez tiene injertado el resorte de ajustarse a su papel en un escenario social, de asumir cumplidamente esa función, el sirviente que limpia las botas de su señor, el que está a los pies de quien manda y ordena (nos es presentado portando, precisamente, esas botas que señalizan su posición, corriendo, presuroso, para llegar a la mansión). Miss Julie es un personaje más desubicado. Aun en posición de privilegio, siente que pierde referencias, como si su interior más bien se desajustara, dominada por cierto extravío. No ha visto mucho mundo, su realidad y mundo ha sido esa mansión donde vive, ese paisaje idílico en el que nos es presentado de niña. Y en parte, niña aún es. Miss Julie desea huir, y ese anhelo es ansia de ruptura con una realidad que siente como reclusión, como romper una realidad tan cosida que aprieta y ahoga. Su perspectiva no es vertical, es expansiva (como la onda de una explosión, como un ímpetu que desea dejar de estar retenido), y por eso tiene menos apoyos, porque sus deseos están impregnados de desesperación.
Strindberg se inspiró en las ideas evolucionistas. Miss Julie es una especimen en vías de extinción, un cuerpo que rechaza su propio universo, los restos de un naufragio de una clase que ha apuntalado su dominio pero empieza a desestabilizarse. Jean tiene más capacidad de adaptación, de reajustarse a las circunstancias, aun si estas son adversas. Hay un tercer personaje que representa y encarna la inmovilidad escénica, la asunción de una posición, de unas funciones, Christine (Samantha Morton), la cocinera, y prometida de Jean. Christine es la figura que no cuestiona el escenario, quien tiene asumido su condición de esbirra y sierva, un escenario en el que sus amos no son opresores sino modelos, referentes. Esa vertiente es la que acaba dominando en Jean, En la definición de este personaje también influye la elección del actor, y la opción expresiva elegida. No es lo mismo Colin Farrell que quien fue protagonista de la versión dirigida por Mike Figgis, en 1999, Peter Mullan. En este se acentúa los aspectos siniestros y ásperos, el poso de autoridad. En cambio, en la oscilación de Farrell adquiere más presencia, aun en sus momentos más bruscos, cierto desvalimiento, como si le superaran ciertas fuerzas con las que brega, entre el rechazo y el deseo. Aunque esa oscilación define a ambos, y al forcejeo de su relación, que se modifica, incluso de modo radical, en pocos instantes. En un momento, él está chupando el calzado de Miss Julie, siguiendo sus ordenes, y en otro, ella lame sus botas suplicante. La oscilación define su relación, y las contradicciones de sus propios sentimientos, una maraña que se complica porque también, en ocasiones, no se dice lo que se siente, sino lo contrario. Las aproximaciones se alternan con las contiendas, las caricias con el gesto violento o la palabra dañina.
Ullmann oscila, también, en su tratamiento estilistico, entre lo teatral y lo cinematográfico. Strindberg declaró que quería aplicar las características del Naturalismo, una de las cuales es que las interpretaciones sean realistas, rehuyendo el histrionismo. En la adaptación de Ullmann, hay ciertas ocasiones en que se desdibuja con cierto histrionismo, como si carne y máscara no se conjugaran, aunque también aporta una extrañeza que apunta a esa brega, en los personajes, entre carne y máscara. Es en las transiciones en donde la respiración cinematográfica abre brechas, como si dejara respirar a lo no dicho, a esas latencias que ofuscan a los propios personajes, incluso lo que no se dicen a sí mismos. La acción, ante todo transcurre en la cocina de la mansión, y en algunas dependencias, como la habitación de Christine. En cambio, significativamente, es en un entorno natural donde Jean reconoce a Miss Julie que ya la admiraba desde la distancia cuando era niño. Quizá el más bello fragmento es aquel en el que se conjuga de modo más exquisito el deseo y su imposibilidad, la emoción y el artificio. Un plano medio que une a ambos mirando con expresión anhelante el portón que les separa del exterior. La cámara realiza un travelling por ese pasillo que es también túnel, aunque de luz, hacia ese portón que quizá está hecho de sus propios miedos, y de sus propias vacilaciones, de su incapacidad de definirse, juntos, y tomar una decisión que quiebre un escenario para formar otro. Pero el espacio natural no dejaba de ser un sueño.

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