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miércoles, 3 de diciembre de 2014

Animal love y Zoo

'Animal love' (Tierische liebe, 1996), de Ulrich Siedl y 'Zoo' (2007), de Robinson Devor se interrogan sobre la relación de los seres humanos con otras especies animales, sobre la naturaleza y diversidad de su relación afectiva, sobre sus extremos y sombras, sobre los límites que ponen en cuestión, sobre las carencias que reflejan. Se podría decir que ambas son documentales pero transgreden también los límites de las catalogaciones, por cómo juegan con elementos de ficción. 'Zoo' se aproxima a la poesía, el lirismo que mira de frente a los abismos, esos que le gusta transitar de otro modo al cine de Seidl, como una película de terror con silenciador, entre la caricatura mordaz y turbia, como una obra de animación con seres humanos en estado de descomposición. Sus encuadres son como viñetas, algo a lo que le asemeja al cine de Wes Anderson, aunque las de este se acercan más a las ilustraciones de las caja de bombonas. Los encuadres de las obras de Seidl son como una puerta abierta de un trastero que llevaba atrancado unos cuantos lustros. Su textura, su luz, parece en proceso de degradación. Los cuerpos que transitan por sus encuadres parece que surgen de una obra de Joel Peter Witkin o Francis Bacon.
1.Zoo comienza con unas imágenes difusas, como si la luz pugnara en la oscuridad, como si la interrogante intentará esclarecer lo que se le escurre, o no logra perfilar, encuadrar, como la cuidadora de animales se interroga sobre aquellos que mantienen relaciones sexuales con los animales, en concreto con los caballos. La obra adquiere con ese inicio una condición fantástica, la alteración de nuestra mirada que busca comprender lo que se sale de la norma, de lo habitual, lo anómalo. Una obra surcada por las sombras, una narración que fluye como la música que cruza un agujero negro y explora otro universo. Una mirada que nos interroga además de intentar comprender lo extraño. Un recorrido que busca ante todo la comprensión, sin partir del rechazo. De ahí, que la cuidadora de animales, al final declare que comenzó a entenderles algo, porque apreciaba que su relación con los animales se definía a través de un sentimiento amoroso, no sobre el desprecio o el maltrato ni la humillación.
La obra parte, además, de las declaraciones de uno de los implicados, alguien acostumbrado a la reducida mirada de su vida en un pequeño pueblo del interior de Estados Unidos, y su ansia de abrir fronteras y ampliar perspectivas en su mente saliendo al exterior, a las urbes, en busca de otras y diversas experiencias, en vez de esa vida restringida hecha de rutinas y trámites. La narración al acercarse a estas personas que se reunían para realizar actos sexuales con animales, se construye sobre la mirada que se abre y amplía, no sobre la mirada cerrada, que niega. Las declaraciones, las voces, son de varios de los implicados, aunque las figuras que transitan entre las sombras de las imágenes son, con alguna excepción, de actores que recrean ciertas situaciones que se evocan. La obra parte de una muerte en el 2005, la de unos de los participantes, Kenneth Pinyan, que falleció por una peritonitis causada por la perforación que sufrió su colón al ser penetrado por un caballo. Esta producción estadounidense, bellísima, es todo un modelo de mirada amplia que además se despliega en una arrebatadora narración musical de sombras dolientes.
2. Dos imágenes condensan la mirada de Ulrich Seidl sobre este retablo de personajes amantes de los animales. Un perro en una cinta corredera y una anciana que abraza un conejo que acaricia como medida terapeútica señalando que el animal quiere escaparse. 'Animal love' es una nada complaciente mirada sobre la condición sustitutiva que los animales suponen para los humanos, y que puede resultar asfixiante, opresiva, para los animales, atrapados en una cinta corredera de lo que no pueden escapar. Hay una pareja separada que no deja de realizar cucamonas a su perro, como si a través del can compitieran con el otro. El perro se convierte en fetiche cautivo de afirmación frente al otro. La descarga de afecto que intenta contrarrestar una frustración, campo de juego de una disputa marcada por el despecho y una animosidad larvada. Hay otra pareja que en un momento agarran el perro por un lado y por otro, una pareja que no sabe cómo educar a su perro, cómo vehiculizar la agresividad del perro con otros.
Hay quien utiliza los animales para sensibilizar a los que pueden darle alguna limosna, como hay quien ha adoptado una decena de perros abandonados. La generosidad convive con la instrumentalización. Soledades que encuentran en el contacto o en la compañía del animal cierto consuelo sustitutorio. Los encuadres en el cine de Seidl son celdas. La profundidad de campo es engañosa, el encuadre parece un cerco. Un hombre da vueltas en círculos con su perro, para instruirle. Así parecen estas vidas, en círculos, y en un cerco en el que buscan cierta espita en sus animales. Seidl les contempla a los seres humanos como otra especie animal, practicando el sexo, escuchando sexo telefónico, viendo la televisión, rodeados de decenas de colillas y paredes que parece que supuran lo que les falta en su vida.

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