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viernes, 29 de junio de 2012

Elmer Bernstein - Matar a un ruiseñor


Esta sublime composición, el tema principal de 'Matar a un ruiseñor (To kill a mockingbird, 1962), de Robert Mulligan, no sólo me parece una de las más bellas creaciones de Elmer Bernstein, sino de la historia del cine (o de la música en general, ya que estamos). En su rasgante delicadeza, en su exultante desgarro, convive la consciencia del paso del tiempo, de la finitud, de lo que fue y ya no podrá ser, y la celebrativa evocación de aquel radiante esplendor que se pudo sentir en ciertos pasajes de la infancia cuando el horizonte aún era amplio, una incógnita aún por descubrir, un sendero de posibles, y los instantes aún parecían impregnados del aroma de lo eterno. La promesa de la magía aún vibraba soberana, aún indemne a las heridas del tiempo, a las mentes miserables y mezquinas que se preocupan más de su incólume alfeizar (porque es 'su' alfeizar) que de la belleza de los gorriones que se acercan al mismo para alimentarse de las migas que arrojas. Son los que verán un posible monstruo en alguien como Boo Who (Robert Duvall) cuando es el umbral a la fragilidad de la emoción verdadera.

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