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martes, 26 de junio de 2012
Lee J Cobb, fuerza de la naturaleza
Lee J Cobb es de esos actores que parece que nunca fue joven. Siempre pareció 'mayor'. De hecho, con 28 años interpretó al padre de William Holden, de 21, en 'Sueño dorado' (1939), de Rouben Mamoulian. Fue también uno de esos pocos actores a los que se permite cualquier desaforado histrionismo, como si fuera una expansiva fuerza de la naturaleza. Y más en concreto, del caos, porque la mayor parte de sus personajes más populares son villanos, magnéticas presencias de pura vesanía, o de siniestra tortuosidad como los que encarnó para Jules Dassin en 'Mercado de ladrones' (1949), Elia Kazan en 'La ley del silencio' (1954), Sidney Lumet en 'Doce hombres sin piedad' (1957), Anthony Mann en 'Hombre del oeste' o Nicholas Ray en 'Chicago, años 30' (1958), cinco estupendas obras en las que su presencia amplificaba la complejidad de los contrastes dramáticos. También encarnó personajes completamente opuestos como el inspector de 'Johnny O'Clock' (1947), la opera prima de Robert Rossen, el jefe de policía de 'El justiciero' (1947), de Elia Kazan, el redactor jefe de la estupenda 'Yo creo en ti' (1948), de Henry Hathaway,con quien repetiría como sheriff en 'La conquista del oeste' (1962), o el psicólogo de 'Cerco de odio' (1949), de Rudoph Mate. En los 60 fue encarnación o representación de la autoridad, como principal cabeza de la organización que intenta crear un estado judio en 'Exodo' (1960), de Otto Preminger, la 'autoridad vital' como el abuelo de 'Los cuatro jinetes del apocalipsis' (1962), de Vicente Minelli, o 'la autoridad oficial', el jefe de la agencia de las dos películas dirigidas por Gordon Douglas, en 1966 y 1967, en las que James Coburn encarna al agente Flint, o el comisario de policía en la discreta 'La jungla humana' (1967), de Don Siegel. Su último papel remarcable fue como inspector en la muy irregular 'El exorcista' (1973), de William Friedkin. Cobb sufrió un desagradable via crucis cuando fue acusado de posible comunista por la Caza e Brujas, lo que determinó que estuviera vetado durante dos años, imposibilitado de encontrar trabajo. En 1953 fue incapaz ya de resistir la presión, y declaró dando veinte nombres. Luego hablaría de todo lo que sufrió, y por qué acabó declarando traicionando sus principios e ideales: Fu una experiencia terrorífica el acoso que sufrió.Ya no es sólo ue le confiscaran el pasaporte, sino que era vigilado en cualquier momento. Su mujer no pudo resistir y fue internada en un sanatorio psiquiátrico. Él no podía encontrar trabajo como actor, no tenía dinero, ni podía pedirlo prestado. Y tenía que mantener a sus hijos. Empezó a pensar que por qué estaba causando esas penalidades a sus seres queridos, a su esposa e hijos. Decidió que no valía la pena subordinarlo a sus ideales. Tenía que volver a conseguir trabajo. Y aceptó el trato con el Comité de actividades norteamericanas. En 1954 colaboró con otros dos testigos amistosos de tal infame comité, Elia Kazan y Budd Schulberg, en 'La ley del silencio', alegoría y justificación de la delación
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