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sábado, 29 de octubre de 2011
En rodaje: María Casares y Eduard Dermit. Orfeo o los espejos de la desilusión
María Casares, 'la Princesa' (la Muerte) y Eduard Dermit (el joven poeta Cegeste), durante el rodaje de una secuencia, en el inframundo, de la fascinante 'Orfeo' (1950), de Jean Cocteu, en la que los límites se transgreden a través de los espejos, que fluyen y conectan con otra realidad, otro mundo, el inframundo, que son ruinas. Orfeo (Jean Marais), poeta, en la secuencia inicial se queja de las carencias del ambiente intelectual de la ciudad ( y de la crítica). En esa aparición de la muerte, concidiendo con el fallecimiento del joven poeta Cegestes, quizá sea reflejo de esa insatisfacción vital, de sentirse fuera de ese entorno, de ese mundo que no siente habitar, con el que no conecta. De ahí, esa fascinación que sienta por la muerte que se ha enamorado de él, y que implique el fallecimiento de su esposa, Euridice. Todo se ralentiza en ese inframundo, como así quizá se sienta en un desfallecimiento de entusiasmo vital, en su reflejo, sus ruinas, Recuperar a Euridice es recuperar quizá el entusiasmo vital, la conexión perdida. Más allá de estas disquisiciones, la obra es un cautivadora inmersión, repleta de hallazgos y sugerencias, un rapto de la sensaciones, de la razón misma, transgredida en sus nociones a ras del suelo del verosimil. Es el espacio transfigurado, en el que la Muerte es seductora, un reflejo que abre otras posibilidades, que podría formar un singulary contrastado dueto con la ajedrezistica Muerte de 'El séptimo sello' (1957), de Ingmar Bergman.
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