Francis Coppola con Matt Dillon, C Thomas Howell y Ralph Macchio, durante el rodaje de 'Rebeldes' (The outsiders, 1983). Esta y la, también esplendida, otra adaptación de una obra de SE Hinton, que realizó ese mismo año, 'La ley de la calle' (Rumble fish), me parecen, aparte de sus dos últimas grandes obras, un requiem funerario de Coppola sobre sí mismo, condensado en los títulos originarios de ambas obra, el 'outsider' en la industria que se resignó ya a no ser, tras el fiasco económico de su productora Zoetrope, tras el fracaso de la excelente'Corazonada' (One from the heart, 1982), y el suicidio asumido, como el pez rumble fish, el que se lanza contra su propio reflejo. En 'Rebeldes' vibra el aliento de una nostalgia por un pasado, el de lo que no podrá ser, es un cant doliente, el de la abrasión de la decepción por el rasgón trágico que acaba con los sueños ( como el destino de algunos de los jóvenes protagonistas ( muerto o abrasado). En 'Rumble fish', es el certificado de la imposibilidad de un futuro, la impostura de los sueños posibles ( porque no lo son), como ese príncipe exiliado, orate, que encarna Mickey Rourke, que ve en blanco y negro y escucha con sonido amortiguado. Ya no siente que tenga lugar en el mundo ( no hay horizontes, como ese emblema del mar en California, sbre el que se perfila la sombra de su hermano menor, aplastado por efecto óptico contra el fondo del mar). A partir de este admirable díptico, Coppola no sería ya el mismo, más allá de algún fulgor momentáneo e intermitente, como si sus obras fueran la representación desvitalizada de su resignación, de su subordinación a una industria ( pero además sin el aliento creativo de pasados encargos realizados con afinado talento: 'El padrino'; o resulta un brillante oropel sin sustancia, o sin nervio). Coppola desapareció con el chico de la moto.
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