Ha fallecido Elizabeth Taylor a los 79 años. No es que me pareciera mal actriz, como reconozco su belleza, pero no me parece que fuera una de las 'grandes', como, para mi gusto, Deborah Kerr o Barbara Stanwyck, como no me resultaba atrayente como, por ejemplo, Gene Tierney. Digamos que su presencia en las películas que interpretó me resultaba más bien indiferente. Tampoco su filmografía es que esté repleta de grandes títulos, más bien al contrario. Quizás sólo 'Cleopatra' (1963), de Joseph L Mankiewicz se acerque a esa consideración. En el resto hay obras interesantes, en distinto grado o por distintas razones, como 'La senda del elefante' (1954), de William Dieterle, 'Beau Brummell' (1954), de Curtis Bernhardt, 'De repente, el último verano' (1959), de Joseph L Mankiewicz, 'La gata sobre el tejado de zinc' (1958), de Richard Brooks o 'Un lugar en el sol' (1951), de George Stevens. Su gran amigo, Montgomery Clift, al que tanto ayudó y cuidó, como su gran pasión, Richard Burton, con el que se unió y separó repetidas veces, sí me parecieron 'grandes' actores y cautivadoras presencias magnéticas en la pantalla, pero tampoco hay que dejar de reconocer los méritos de Elizabeth Taylor. A Cleopatra lo que es de Cleopatra, aunque en esa película fueran sus dos coprotagonistas masculinos, Burton y Rex Harrison, los que 'devoraran' la pantalla con su supremo arte.
A mi me sucede algo muy singular con Elizabeth Taylor. Nunca pienso en ella cuando recuerdo a mis actrices y mis féminas de cine favoritas, aunque siempre me admiro y me maravillo boquiabierto cuando me topo con sus fotografías. Como si le faltara algo de estrella personal pero tuviera a los más maravillosos estilistas y diseñadores del mundo a sus pies.
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