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miércoles, 16 de marzo de 2011

La guerra de los mundos

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Un revelador ángulo de acercamiento a esta nueva versión cinematográfica de la obra de HG Wells, 'La guerra de los mundos' (2003), dirigida por Steven Spielberg, es asociándola con la filmografía como director de su guionista, David Koepp. 'Efecto dominó'(1996) nos relata cómo un apagón colectivo pone en evidencia los latentes 'apagones vitales' y los miedos, ya sea en la relación de la pareja protagonista, como en la comunidad. 'El último escalón' (1993) nos sitúa en la circunstancia vital de un personaje que siente que no ha logrado aquello a lo que aspiraba, se siente un fracaso, nadie, y empieza a tener unas visiones, tras una sesión hipnótica, con la que parece ser el 'fantasma' de una chica muerta. 'La ventana secreta' (2002) se centra en un escritor cuya mente, sin aún saberlo, está escindida, como si hubiera creado un 'doble', a raiz de la separación de su esposa. Tampoco es extraño que su mirada conectara con la de David Fincher (que ha trabajado con las ideas del doble, la 'realidad alterada' y la proyección en sus obras), con quien colaboró en 'La habitación del pánico' (2002), donde subyacemente se juega con la idea de que los ladrones que irrumpen en la casa de la protagonista sea 'proyección interior' de su frustración y rabia vital tras que su esposo le haya abandonado. En todas late la idea de los monstruos que crea el no asimilar que no se controla la propia la vida. Esa compulsión humana de dominar su mundo, y la fisura que se crea cuando no se sabe enfrentar a esa imposibilidad. Como se trama, de modo no explicito, sobre una realidad 'subterránea' (los sótanos de la mente) a la que se enfrentan los propios personajes.
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'La guerra de los mundos' incide en esta línea, y el mismo Spielberg parece haberlo comprendido, cuando realiza un elocuente movimiento de cámara en un momento decisivo, cedazo a la 'aparición de los fantasmas (en este, caso extraterrestres)'. Pero sobre esto volveremos después. En los primeros minutos de la película está definida con precisión la circunstancia vital del protagonista, Ray (Tom Cruise). Significativamente mente la película se abre con unas imagenes que parten de una minuscula celula, encandenandola con una imagen de la tierra, a los que suceden después planos aereos de la ciudad. Lo pequeño y lo grande es cuestión de perspectiva, como hay un abismo entre sentirse pequeño o grande, sentir que uno controla el mundo o no, o más bien despreocuparse de si es así. Es significativo también el cambio de la dedicación del protagonista con respecto a la novela, en donde es un científico. Aquí, es un personaje 'corriente', alguien casi indistinguible. Así su presentación viene precedida de un largo travelling aereo de acercamiento (de la visión de conjunto a la singularización, así como se resalta la insignificancia del personaje en el conjunto hasta encuadrarle en la cabina de su grua, donde 'controla', con sus mandos, la carga y descarga de grandes contenedores en el puerto. Es alguien cuya vida no 'zarpa', está varada en el puerto, y, paradojicamente, no controla nada en su vida, aunque con sus mandos 'controle' tantos pesos (¿los que lleva encima y no libera?) y sepa enfrentarse a su superior cuando le pida que realice horas extras, negándose. Ray está separado ( de nuevo la 'ruptura' de una continuidad como detonante de una crisis, en principio, latente). Su ex esposa, Mary (Miranda Otto), embarazada, ha venido a traerle a sus dos hijos, Miranda Y Robbie, para que pasen con él el fin de semana, y viene acompañada de su actual pareja. Se percibe en Ray un forzado desapego, demasiado 'jovial', cuando les recibe. Es innegable la tensión, y en evidencia queda en la mirada que echa a la espalda de la actual pareja de Mary, cargada de rabia. En cambio, cuando se despide de ella, es palpable que aún la ama (cambia su gesto, ahora solicito, y aunque sus palabras digan que desea todo lo mejor para ella, sus ojos están diciendo cuánto la anhela;por eso Mary ríe)
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Pero tampoco con sus hijos va la cosa demasiado bien, sobre todo con Robbie, con quien hay una clara fricción de personalidades, y Ray no acepta que su figura de autoridad se vea menoscabada e incluso cuestionada irreverentemente. Es elocuente que esto se muestre mientras ambos se lanzan una pelota de beisbol, una actividad que ha impuesto Ray, y que finaliza cuando, ya airado por las palabras de su hijo, lanza una pelota demasiado fuerte, rompiendo una ventana: quizás retórico, pero Spielperg dedica un oportuno plano a Ray encuadrado por el agujero desde el interior de la casa. Como expresiva es su reacción hacia su hija pequeña, cuando Miranda le va a señalar cuál es la mejor manera de tratar a Robbie, y el padre la corta diciéndola que quién es, si la madre de él, o de Robbie (cuando además antes ha sido incapaz de darle nada de comer, diciéndola que ella encargue o compre lo que sea). La crispación, insatisfacción y frustración de Ray es manifiesta, no controla nada en su vida. Y llega el momento citado. Tras haberse quedado dormido, se levanta, y primero se encuentra con que la comida que ha elegido Miranda, humus, no es precisamente de su gusto, pero como le dice Miranda, él le habia dicho que ella eligiera. Y Ray descubre que su hijo no está en casa, y es más, se ha llevado 'su' coche. Spielberg realiza un violento travelling desde su costado hasta encuadrarle de enfrente. Ha sido la gota que ha colmado su vaso. Y es entonces cuando llegan los 'nubarrones'.
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La visión de que 'algo' fuera de lo corriente está aconteciendo. Unas extrañas nubes, con resplandores en su interior, dominan el cielo, cerniéndose amenazadoras, y se levanta un fuerte viento, y unos relampagos sacuden el cielo, cayendo sobre la ciudad. Pero no se oyen truenos (como la furia de Ray). Padre e hija se esconden en la casa. No hay luz ni funciona nada, ni siquiera los móviles. La primera reacción de Ray es también esconderse bajo la mesa con su hija. Se encuentra con Robbie al salir de casa, ningun coche funciona, y Ray decide ir él solo ( asi se lo señala con gesto autoritario a su hijo) a ver qué ha pasado. Curiosamente, todos los relampagos han caido en el mismo sitio. Y 'algo' empieza a hacer temblar el suelo, resquebrajándolo. Y 'algo' surge del suelo (¿del inconsciente?), revelando lo que debía llevar allí siglos (como la frustración de Ray, ya largo tiempo acumulada). Unas naves espaciales que comienzan a disparar sobre la multitud, desintegrándoles. La invasión extraterrestre está en marcha. Por ello, esas crispadas diferencias, entre padre e hijo, alentarán el desarrollo de la historia, en donde la determinación del hijo contrastará con la carente del padre, al que acusa de irresuelto (por mucho que este se justifique en la cautela, y en que nada es facil cuando está todo fuera de control). Por eso, estando tan presente lo 'latente', los sotanos, como espacios de refugio amenazados, cobran tanta relevancia. Es imposible esconderse. Y lo largamente larvado, virulento, ha empezado a manifestarse...
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Como significativa es la recurrencia de simbolicas figuras de transporte y movimiento, como un avión (que desubre al salir del sotano de la casa de su exmujer, estrellado), el tren que cruza en llamas la ciudad, o el barco en el que escapan, hundido por las naves extraterrestres. Ya hemos dicho que Ray se siente 'varado' en su circunstancia inicial. no sabe cómo resolver o poner, de nuevo, en movimiento su vida. (Magnificas secuencias por otra parte, Spielberg sabe modular una textura perturbadora, cargada de inquietud: Sin duda, hay un Spielberg antés y después de 'Inteligencia artificial', su obra maestra, ha ganado en madurez y en saber crear un conjunto más armónico en cada película, y en saber sumergirse en las corrientes más oscuras, quizás con la excepción de 'La terminal' (2004) que vuelve a licuar con un tono sin demasiadas aristas un planteamiento muy sugerente)

Una de las imagenes más poderosas del film es la de prendas caigan del cielo, restos de los humanos desintegrados, simbolo de una desposesión, de una falta de cuerpo, sólo quedan restos en su vida de una vida interrumpida ( como asi era su espacio en su hogar, rebosante de desorden, y objetos y ropas tirados por cualquier sitio, ni comida tenía en su nevera, o la que había, caducada). Y, por ello, el momento decisivo, previo a las secuencias en que se descubrirá que las naves extraterrestres son vulnerables, y comienzan a estrellarse, es cuando Ray se enfrenta a una de esas naves. y de nuevo, no por casualidad, atrapado en una de esas 'cabinas' que portan con los humanos de los que se alimentan de su sangre, reflejo de la cábina de la grua en la que él trabajaba.
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Y esto después de haber llevado a cabo una decisión drástica, como es la de asesinar a Ogilvy (Tim Robbins), el hombre ya paranoico acosado por sus miedos (que busca la reacción violenta), con quien compartían un sotano, para evitar, dado que ha perdido el control, que por sus gritos consiga que los extraterrestres les localicen. Ya antes había creido haber perdido a Robbie, lanzado impetuoso a ver cómo el ejercito combatía, infructuosamente, a los extraterrestres. No es de extrañar, aunque algunos vieran este final como una concesión complaciente, que, cuando lleguen a Boston, donde vive su exesposa, Ray descubra que no había sido así, y que su hijo está vivo. Al fin y al cabo, Ray ha logrado enfrentarse con sus 'fantasmas', ha conseguido tanto la determinación que falta en su vida, como asumir que todo no se puede controlar. Los extraterrestes son como aquellos ladrones ('fantasmas de la mente') de 'La habitación del pánico', enfrentándose a ellos, se abandonará esa reclusión o atasco vital.

Además de muy superior a la adaptación realizada por Byron Haskin en 1953 de la novela de HG Wells, me parece esta versión de 'La guerra de los mundos' una de las más estimulantes y mejores obras de Steven Spielberg, en una década que ha dado, para mi gusto, buena parte de sus más sobresalientes obras, de 'Inteligencia artificial' (2001) a 'Munich' (2003) pasando por 'Minority report' (2002) y 'Atrápame si puedes' (2002). De nuevo in gran trabajo de colaboradores habituales como Janusz Kaminiski en la fotografía y John Williams en la banda sonora. Esta obra se revela como otra apasionante inmersión en los 'fantasmas de la mente' en conflicto.

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