Translate

lunes, 28 de marzo de 2011

Las hermanas Bronte

Photobucket
'Las hermanas Bronte' (1978), de André Techiné, no es un biopic ni una obra de obra de época convencional, es una obra de atmósfera de duermevela, en la que la realidad y ficcion difuminan sus contornos, un retrato interior que es un lienzo animado dominado por el ámbar y el ocre, vida atrapada en el ámbar, el caudal de emociones en colisión con los corsés de una rígida construcción social, el ocre de sus convenciones, la vibración de los paisajes que puntúan la narración entreverada con el escenario social que angosta las emociones e ilusiones. Las hermanas Bronte, Charlotte (Mary France Pissier), cabal y serena, siempre conciliadora, Emily (Isabelle Adjani), de permanente gesto enfebrecido, temperamento disidente, como sus paseos por los paramos que remarcan su rechazo al escenario social, como sus vestimentas masculinas al rol femenino en el que pretenden sojuzgarlas, y la delicada y discreta Anne (Isabelle Huppert), pero también su hermano, Bradwell (Pascal Gregory), que adquiere en el relato la misma relevancia que sus hermanas, aspiran a realizarse como literatos pero a la vez son personajes en una ficción en la que están cautivos. Hay una hermosa secuencia que lo condensa: Charlotte y Emily leen una carta en la que un editor ha contestado a la primera, señalando que pese a que Charlotte se haya presentado con un seudónimo masculino ha intuido que es mujer, y apostillando que como mujer debe abandonar esa aspiración ya que su 'rol', su logar en la sociedad es otro, desde luego no el de la creación. La oscuridad domina el encuadre, las dos figuras levemente iluminadas por un quinqué a su lado. Es la oscuridad que les rodea, la que les oprime y dificulta sus ilusiones. Ese ambar, como decía, que domina mucho de los encuadres aunque sean exteriores (al fin y al cabo, es el 'exterior' con el que lidian).
Photobucket
La secuencia introductoria incide en esa idea de que son personajes. En una taberna un hombre narra cómo se brega en la granja dedicados a la lana, resistiendo, e intentando seguir sintiendo que se está vivo, mientras las hermanas siguen escribiendo. Esa es su vida, resistencia, pugnar por sentirse vivas,perseverar en escribir. En la primer secuencia tras los créditos, Bradwell, las llama porque ha culminado el retrato de ellos cuatros. Figuras de un lienzo, como en sus propias vidas, como en la película misma, del que intentan liberars, con el que luchan, con las plumas de su escritura, abocados, uno y otras, a sobrevivir con trabajos como tutores de niños,en Inglaterra o Bélgica (a donde van Anne y Charlotte con el propósito de en un futuro poder abrir una escuela). La narración es discontinua, como sus vidas luchando contra la interrupción de sus ilusiones. Ficción y realidad se cruzan en ambas direcciones. Pero la realidad que inspira sus obras es aún más descarnada, lóbrega, sórdida. Charlotte se enamora de su profesor, indiferente a su apasionada declaración, lo que inspira su obra 'Jane Eyre'. Bradwell, tutor de unos niños, se enamora de la esposa de un hombre tan cruel y miserable, despectivo con su esposa, remarcando cuáles son las posiciones sociales de cada uno, indiferente a que su hijo torture animales pero preocupado con que se ensucie cuando los mutila. Esa pasión no se visibilizará ( hay unos hermosos travellings de avance y retroceso hacia el elfeizar de la ventana de la habitación donde Bradwell pugna por materializar esa pasión mientras fuera el niño relata con indiferencia a Anne sus crueldades con los animales; la crueldad es lo que se visibiliza, las emociones generosas, clamor de vida, se anulan o reprimen). Es la inspiración de 'Cumbres borrascosas' escrita por Emily.
Photobucket
Bradwell no se recuperará de esa decepción, de ese amor elevado frustrado, entrando en una caída libre de abandono y autodestrucción, entre el opio y alcohol, hasta la que tuberculosis acaba con su vida. Enfermedad que afectará a Anne y Emily, en unos pasajes narrativos, los del último tramo, de cautivadora fúnebre belleza, la de la descomposición de unos sueños. En las muy bellas últimas secuencias parece que sólor restara lo que ha sojuzgado sus ilusiones, sus emociones (aunque hayan alcanzado el éxito, eso sí, firmando con seudónimos masculinos). En la entrada de un teatro, figuras se desplazan con antorchas. En el interior, Charlotte, única supervivente, se desplaza como una sombra errante, una figura extraviada en la multitud. Un travelling recorre los palcos con emperifollados espectadores (¿los ajenos espectadores de la vida en ambar de las hermanas y hermano?). Se intercala el plano de unas aguas caudalosas, las emociones que se difuminaron en el ámbar del escenario. Un nuevo travelling recorre los palcos ahora vacíos, mientras resuenan las palabras de Bradwell, sobre que no se ha conocido pasión como la que él sentía, y el diálogo entre Emily y Ann, cuando la primera despreció lo que simbolizaba las rosas, el amor que será siempre provisional, prefiriendo el discreto arbusto que representa la solidez que perdura de la amistad, a la que Ann responde que su aspecto es banal. Esa banalidad en la que han perecido sus ilusiones y sueños, como su ánimo insurgente bajo el peso del personaje en el que el escenario social ha aprisionado su voluntad, la de crear su propio destino, no sólo con su pluma.

‎'Las hermanas Bronte' (Les seurs Bronte, 1978), es una singular y cautivadora obra de André Techiné, de fascinante caligrafia tenebrista elaborada en la dirección fotográfica por Bruno Nuyten. La construcción dramática, servida por un afinado guión de Techiné y Pascal Bonitzer, apuesta por el artificio, por la creación de una atmósfera emocional, interior, en una narración discontinua de cortantes elipsis en el tránsito de sus episodios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario