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miércoles, 23 de febrero de 2011
Lasse Hallstrom, alquímica templanza
Lasse Hallstrom, fotografiado por Ivone Asell. Las mejores obras de este notable cineasta sueco transmiten una alquímica templanza, son trayectos terapeuticos desde la inmersión en las frágiles y dolientes sombras de las emociones hacia la serenidad de una mirada conciliada. En 'Una vida por delante' (2005), asocia las cicatrices en un cuerpo, causadas por el ataque de un oso, con el rostro de una mujer golpeada por el hombre que la maltrata. Su cine es como la cicatriz que se enfrenta a la herida, superándola tras mirarla de frente. Como el gesto de amor del perro de 'Siempre a tu lado' (2007), que espera durante años en el mismo lugar al su 'dueño' aunque éste haya muerto, porque en su mirada perdura una entrega que no sabe de tiempo. Porque ante la pérdida siempre quedará la entrega irreductible. El seguir diciendo, Buenas noches, principes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra, como en 'Las normas de la casa de la sidra' (1999). O el seguir girando en el círculo de la vida como una celebración, como en 'Querido intruso' (1991). O en quemar lo que fue para reiniciar una nueva ruta en la vida hacia lo incierto, como en 'A quien ama Gilbert Grape' (1993). O en hacer de una casa 'atada' en un acantilado por el miedo a precipitarse en el vacío en una nave que surca la tierra con cabos que son ya raíz en el movimiento, como en 'Atando cabos' (2001).
Mis preferencias en la obra de Lasse Hallstrom: 'Las normas de la casa de la sidra' (1999), '¿A quién ama Gilbert Grape' (1993), 'Querido intruso' (1991), 'Una vida por delante' (2005) y 'Siempre a tu lado' (2008), aunque también pudiera haberse incluido 'La gran estafa' (2007) o 'Atando cabos' (2001).
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