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viernes, 18 de febrero de 2011
Valor de ley
En el cine de los hermanos Coen, abundan los personajes que huyen, se fugan, o buscan una vía de escape, que son perseguidos o que persiguen algo o alguien. En ocasiones, ambas circunstancias se conjugan. Los personajes de William H Macy y Josh Brolin, en 'Fargo' y 'No es país para viejos' buscan su vía de escape, lograr salir del 'desierto' o de 'casilla' en el que o en la que sienten atrapada su vida, de precariedad o frustración, y deben afrontar la persecución a que son sometidos cuando huyen (el primero desde un principio, el segundo cuando ya es demasiado tarde). Los personajes de 'O Brother' se fugan de una prisión, para iniciar su particular odisea. La pareja de 'Sángre fácil' buscan una vía de escape pero se encuentran ante un callejón sin salida, en una maraña de equívocos que les conducen a la tragedia. En 'El gran salto' se persigue el sueño de llegar a lo más alto, a la posición más favorecida en la jerarquía económica y laboral. El protagonista de 'El hombre que nunca estuvo allí' ansía dejar de ser un 'pelo' más, y volver a sentir que 'está', y persigue un sueño que puede ser esa vía de escape representado en la chica que encarna Scarlett Johansson. La pareja de 'Arizona baby', persigue su sueño, el de otra fecundidad arrebatada pro la propia naturaleza, el de tener hijos, lo que provoca que sean perseguidos tras 'robar' el niño de un representante de la fecundidad económica (que tiene cinco hijos, además). Barton Fink persigue el sueño, con el que forcejea infructuosamente, por su misma incapacidad o sordera vital (ensimismamiento), de convertirse en la voz del hombre común.
'Valor de ley' (2010) se abre con una frase de un proverbio, 'El cruel escapa sin saber que es perseguido'. Y se cierra con una frase, de la protagonista, Mattie (Halle Stanfield), décadas después, 'el tiempo se nos escapa'. El primer plano es un travelling hacia un cadaver frente a un hogar, el del padre de Mattie, mientras su voz, desde ese futuro desde el que evoca, nos relata que fue asesinado por Chaney (Josh Brolin), al que sigue un plano de la figura perfilada en sombras de éste huyendo en su caballo. En el último plano es Mattie la que se aleja de la cámara, perdiéndose en el horizonte. Esa frase inicial se puede aplicar al detective de 'Sangre fácil', el cual cree que le persiguen por el asesinato cometido, para darse cuenta mientras muere de que nadie lo sabía, nadie le perseguía. Como también esa crueldad, esa falta de escrúpulos, simbólica de esa faceta de la naturaleza humana, encarnada en Chaney, se puede equiparar a la de los perseguidores, casi imbuidos de condición sobrenatural, de 'Arizona baby' o 'No es país para viejos', el cazarecompensas y el asesino a sueldo. En este caso se persigue, por parte de Mattie, para restituir una justicia a la que parece ajena el mundo, o la ley que ya no le persigue (o que no logra capturarle, sea por incompetencia o desidia). Los otros dos personajes protagonistas, Cogburn (Jeff Bridges) y Leboeuf (Matt Damon), lo persiguen, porque hay una recompensa en juego. El primero, contratado por Mattie, porque le han dicho que es el alguacil más cruel (de condición equiparable al que persigue), el segundo, un ranger, que lleva tiempo persiguiéndole (y en cuyo propósito se desvela también el restituir su falibilidad previa, el sentirse 'alguien').
'Valor de ley' es también el relato del paso a la madurez, de ser niño a ser adulto. Y en varias direcciones, o contrastes. Durante el relato, Mattie demuestra una determinación, a sus catorce años, que la hacen parecer, en su comportamiento, más adulta que los presuntos adultos, como es el caso de los citados Cogburn y Leboeuf. Cogburn realiza su trabajo, como bien queda expuesto en el juicio en el que se nos presenta, sin ningún tipo de miramiento,es decir, matando innecesariamente ( en la secuencia los Coen juegan, a través de la mirada de Mattie, con la mirada que se enfoca sobre la figura difuminada de Cogburn en la distancia hasta que vemos su rostro a medida que ella se acerca; la sombra, su propia sombra, que va tomando cuerpo). Cogburn lleva una vida de abandono, desharrapado, durmiendo en un mísero catre en un almacén, y embrutecido por la bebida (casi se puede decir que es como un espectro). Leboeuf es como un niño grande arrogante, bien reflejado en su presentación, a través de detalles que le definen, sus exageradas espuelas, cómo fuma en pipa ( como quien desea darse más importancia, o compensar sus carencias; o que aplica que uno es como se presenta, o por su posición, un ranger), y en su primera conversación con Mattie, en la que su petulancia es minada por ésta. En las discusiones, o enfrentamientos, entre Cogburn y Leboeuf se evidencian su condición de pueril orgullos enfrentados, que tiene en la secuencia en la que Cogburn quiere demostrar ante Leboeuf su puntería lanzando empanadas al cielo su mejor y brillante ejemplo (ambos también representante dos edades, como si el uno y el otro fueran su pasado y futuro).
En el relato ambos se enfrentarán a su falibilidad, por mucha presunción que muestren. Por ejemplo, esa magnífica secuencia en la que Cogburn espera, con Mattie, bajo la nieve, porque piensa que es Leboeuf quien les persigue, cuando es un trampero ataviado con una piel de oso (pareciera que Cogburn se estuviera contemplando a sí mismo). E incluso en un momento dado, ambos están dispuestos a desistir. De nuevo, figura recurrente en el cine de los Coen, es el azar o casualidad el factor decisivo. Mattie se encuentra accidentalmente con quien persigue en el lecho de un río. A este respecto, es oportuno recordar una de las más exultantes y brillantes secuencias, aquella al inicio de la persecución, cuando Mattie cruza el río para unirse a Cogburn y Leboeuf que la han dejado atrás para que no participe en la búsqueda. Planifican la secuencia como si fuera la realización de una gesta, la de esa determinación de Mattie, y a la vez se señaliza ese cruce de un umbral hacia una odisea en la que se convertirá en adulta.
Lo que se persigue se encuentra, e incluso se restituye un fracaso previo (el disparo decisivo, ahora eficaz, de Leboeuf desde una larga distancia), pero también hay pérdidas. En la bella secuencia (con una planificación que evoca la secuencia del río en 'La noche del cazador'; el contraplano de la naturaleza; la atmósfera mágica, como si se cruzara otro umbral )en la que, en la noche, Cogburn cabalga con Mattie en una carrera contrarreloj para encontrar un lugar en que sanen a Mattie de la mordedura de la serpiente, sufre esa perdida que representa ese paso a la consciencia adulta, que también está hecha de pérdida, con la muerte de su caballo. Y que pese a los denodados esfuerzos, la gesta de Cogburn, no se logra siempre lo que se 'persigue' (salvar el brazo de Mattie). En el hermoso epílogo, quien parece un espectro es Mattie (una figura de negro,sin un brazo, que además nunca se casó). El tiempo se fuga, lo que se vivió como un gran acontecimiento, esa búsqueda o persecución de algo (algo que dotaba de sentido o dirección), queda diluido o desvanecido cual sombra, o un rescoldo caricaturesco del mito, como ese circo que representa las aventuras del pasado, con figuras como Frank James y Cole Younger, y en el que incluso la figura de Cogburn ya ni está presente, porque el mito, aun siniestro o falible, aunque realice una gesta (lo es el gesto, aunque no se materialice en logro), se topará con una inevitable derrota . Al tiempo no se le puede perseguir, se fuga inexorablemente.
'Valor de ley' (True grit, 2010), es la esplendida última obra de los Hermanos Coen, como lo fue la previa adaptación de la novela de Charles Portis realizada por Henry Hathaway en 1969, con la que comparte semejanzas y sugestivos matices diferenciadores en sus diferentes miradas. De nuevo, brillan colaboradores habituales en el cine de los Coen, Carter Burwell y Roger Deakins, en la música y dirección de fotografía.
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