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jueves, 6 de mayo de 2010

Otoño tardío

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No es lo mismo un puente que la imagen de un puente. No son lo mismo los pétalos de una flor que los tallos de una enredadera. En una de las secuencias de transición de 'Otoño tardío' (1960), habituales en el cine de Yasujiro Ozu, a un plano nocturno de un puente le sigue el plano del interior de un hogar en el que se aprecia el cuadro de un puente. Los vínculos familiares, el entramado de compromisos, parte de la tradición, para crear enlaces maritales (que afectan especialmente a las mujeres cuando ya tienen cierta edad, entre los 20 y 25), pueden ser complicados. La estructura narrativa de la película es la de los pétalos, una narrativa coral que varía los puntos de vista, como una corriente sinuosa, subterránea, de aparente deriva, y que tiene cambios de curso, que establece los vínculos, también como los círculos concéntricos que causa la caida de una piedra del agua ( o como un hecho afecta de un modo u otro a distintos personajes). El detonante ya se establece en la primera secuencia: Tres amigos acuden a unas exequias homenaje a un amigo fallecido años atrás, en las que están presentes la viuda y su hija, Akiko y Ayako. Los tres amigos se plantean el buscar un marido para Ayako, que ya está en la edad, aunque ésta declare que no tiene prisa o intención por el momento. Nada es tan simple en las intenciones: los tres amigos estuvieron atraídos por la madre en su juventud ( atracción que no se ha desvanecido, por mucho que, sobre todo, los dos amigos casados lo nieguen).
La estrategia se topa con una resistencia, la renuencia de Ayako a acudir a una cita concertada; ironías de lo imprevisto, cuando se cruce con el chico, Goto, surgirá entre ambos una real atracción, que no querrá reconocer ni siquiera a su madre.
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Los cursos son imprevistos. Y más si se propicia una maraña que suscite equívocos. La enredadera la crean los dos amigos casados que, para coneguir que Ayako se case, deciden que es buena opción el buscar nuevo marido a su madre, e intentan convencer al tercera amigo, viudo, para que sea el pretendiente. Este en principio también se muestra remiso, sobre todo porque el marido era amigo suyo, pero incentivado por su hijo se deja llevar por el real entusiasmo que siente por esa posibilidad. Pero ante el encendido entusiasmo de la madre recordando al marido muerto, los dos amigos deciden no plantearlo ( en lo que subyace su atracción por ella: véase cómo sostienen las pipas que les ha dado ella, cuando aparece el tercer amigo). Pero uno de ellos lo complica de nuevo, cuando le hace creer a la hija, al sorprenderla en una cita con Goto, que su madre está decidida a casarse, lo que propicia un roce entre madre e hija porque a ésta, inflexible y despechada, le afecta que no se lo haya dicho como que su madre quiera volver a casarse, sin creer a su madre cuando ésta le dice que no es cierto, y sin asumir que quien realmente tenía un secreto es la hija. La hija deberá aprender a ver su madre como mujer, a la vez que dejar de actuar como una niña (aunque no serán los ya talluditos hombres los que no habrán aprendido a dejar de actuar como niños con ínfulas de demiurgos). Ozu hila su narración con su particular serenidad, con una mirada más distendida, irónica, con su capacidad para sugerir emociones o intenciones soterradas bajo las apariencias, y para dotar de equilibrio, con su armónica narrativa en forma de pétalos las enredaderas de las relaciones humanas que pone en evidencia.

'Otoño tardío' o 'El fin del otoño' (Akibiyori, 1960) es otra esplendida obra de Yasujiro Ozu que reincide en sus temas de la colisión de generaciones, de tradición y modernidad, como los los entrecruzados espacios de diseño tradicional y diseño moderno (las fábricas o empresas en que trabajan buena parte de los personajes), con la templada sutilidad consustancial a su exquisito cine.

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