Carson McCullers invitó a Marilyn Monroe, Arthur Miller e Isak Dinesen, a una comida, en su hogar en Nyack, New York, en 1959, en honor de la última. Con respecto a la actriz, McCullers escribió: Temía que la realidad no coincidiera con mi sueño...ella usaba mucha sombra de ojos con brillante lapiz de labios en su boca. Su presencia era más premeditadamente artificial de lo que esperaba, pero pronto me acostumbré a esto y me quedé al final con la impresión de su espontaneidad y absoluto encanto'. Dinesen escribió: 'Marilyn es proclive a dar una impresión abrumadora en las personas que la conocen por primera vez. No es que sea hermosa - aunque es por supuesto casi increiblemente hermosa, sino lo que irradia al mismo tiempo, una vitalidad sin límites y una increible inocencia. He conocido lo mismo en un cachorro de león que unos de mis criados nativos en Africa me trajeron. No me lo quedé, ya que sentí que estaría en el lugar equivocado. Nunca olvidaré el casi apabullante sentimiento de indomable fuerza y dulzura que transmitía. Tuve toda la indómita naturaleza de Africa mirándome amigablemente con vigorosa alegría'.
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