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viernes, 11 de octubre de 2013

Canibal

 photo OIR_resizeraspx_zps904cdd25.jpg Hay sombrereros locos, como el que canta feliz no cumpleaños a la carrolliana Alicia, hay sombrereros trastornados en un pueblo de provincia, como el que interpreta Michel Serrault en 'Los fantasmas del sombrerero' (1983), de Claude Chabrol, que conversa con el fantasma de su esposa mientras se dedica, alguna que otra noche, a matar mujeres en las calles poco transitadas. Hay sastrecillos valientes, como el del cuento de hadas de los Hermanos Grimm, que sale siempre indemne de cualquier circunstancia, gracias a su ingenio, capaz de matar a sietes moscas como de liberar a un reino de dos gigantes, un unicornio y un jabalí. Y hay algún sastre trastornado, que también vive en un pueblo de provincia, como Carlos (Antonio De la Torre) en 'Canibal' (2013), de Manuel Martín Cuenca, que no habla con fantasmas pero contempla alguna procesión, mientras se dedica, alguna que otra noche, a matar mujeres en carreteras poco transitadas.  photo OIR_resizeraspx4_zps2870be30.jpg Tanto el sombrerero como el sastre podrían ser calificado de asesino en serie, en su vertiente provinciana, y en el subapartado de prácticos. El sombrerero persigue una finalidad con fecha de caducidad: matar a las amigas de su esposa, las cuales podrían desvelar que ha asesinado a su esposa. El motivo de Carlos es más básico: la carne humana es un principal nutriente. O sea, es canibal. O sea, mata mujeres para después comérselas. Se podría pensar que es mejor mantener otro tipo de relación como mujeres, pero ya hay quien le dice que no le ve capaz de tener novia, o sea, una relación duradera, aunque él no esté de acuerdo. Como el canibalismo no está bien visto, y es difícil conseguir carne humana en algún supermercado, opta por la clandestina captura de víctimas. La mejor táctica es la del acecho en la noche. Puedes provocar un accidente de coche, y llevarte a la víctima a una casa que posees oportunamente en un lugar muy aislado, entre montes y más montes. De hecho, todo parece muy aislado, las mismas calles del pueblo parecen más desérticas que el Gobi, aunque de vez en cuando las animan, es un decir, las citadas procesiones.  photo ed33139e9c844df88fe13fd11a370da6_zps811d85f9.jpg También parece muy aislado el interior de Carlos, alguien que cuida atildamente su aspecto, con traje, chaleco y corbata, cual uniforme de trabajo, y que disfruta plácidamente de la soledad. Come carne humana, para qué socializarse. La digiere y ya tiene conversación. Carlos es su traje, pero sus entrañas están un tanto ausentes. Carlos es como ese preciado manto religioso que le encargan arreglar en una cofradía. Del mismo modo que no existe ya el hilo con el que se cosía sus bordados dorados, tampoco parece que exista para coser sus entrañas, porque más que heridas, parecen ausentes. Carlos es apariencia. Carlos es su meticulosidad. Pero en su vida muy organizada y medida, irrumpe un elemento que perturba cual descosido su rutina, y además por partida doble, porque son gemelas. Primero, Alexandra (Olimpia Melinte), y tras que haya realizado el oportuno despedazamiento de un cuerpo que empezaba a ser mosca cojonera, aparte de perturbar su entrepierna, lo hará su hermana, Nina, que busca a su hermana. La perturbación será mayor, porque entran en juego otros componentes que desconciertan el diagrama vital de Carlos. El sentimiento resulta algo más difícil de medir y de despedazar. Pero como el sastrecillo valiente, parece que no le falta ingenio para resolver cualquier descosido.  photo OIR_resizeraspx3_zpsa9bb62d7.jpg Manuel Martín Cuenca reincide en su estilo embalsamado. Planos de medida simetría y dilatada duración, y sonido casi amortiguado, que hacen dudar de si hay vida en el plano. Al fin y al cabo Carlos, como el guarda jurado Oscar en su película anterior, 'La mitad de Oscar' (2010) parece que están entre la ausencia y la presencia. Todo parece tan quieto, que el tiempo no parece transcurrir. No se respira opresión, no emana turbiedad, casi incluso parece que faltara aliento. Quizás demasiado formal, quizás demasiado comedido. O quizás la narración es el equivalente de los patrones de un sastre. Los planos también asemejan a los portaobjetos en los que se colocan las muestras para observarlas a través del microscopio. Y observan la ausencia a través de los cuerpos. En la anterior película el abuelo del protagonista agonizaba, en esta el protagonista come otros cuerpos que trocea como las telas. Quizá comer seres humanos pueda ser la manera de recobrar la presencia que Carlos perdió en algún momento de su vida. Él sí cree posible que pueda tener alguna relación duradera algún día. Aunque lo más probable es que debiera cambiar de hábitos alimenticios. Mientras, deberá seguir observando la vida desde su amortiguado y silencioso aislamiento de tiralíneas.

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