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domingo, 28 de julio de 2013

Brazil

 photo OIR_resizeraspx_zps62634274.jpg Hablemos de tuberías, y de papeles. Hablemos de canciones con las que sueñas para no pensar en el enmarañado tejido de tuberías que conforma tu vida, y en que quizás hayas desaparecido sin darte cuenta entre tanto papeleo, entre tanto formulario que consigna tu identidad, tu localización, tu posición, quién eres, qué haces, tus huellas digitales mecanizadas, porque al fin y al cabo, eres un tubería más en un inextricable sistema que un día, quizá por error, te haga desaparecer. 'Brazil' (1985), de Terry Gilliam es una sátira sobre ese hombre corriente que somos que sueña con volar mientras a ras de suelo se confunde entre otras tantas cifras. 'Brazil' corrige el final de 'Blade Runner' (1982), de Ridley Scott, para afirmar que no hay fuga posible. A no ser en nuestra mente.  photo OIR_resizeraspx6_zps23335346.jpg  photo OIR_resizeraspx4_zps080edb88.jpg La imaginación es un revulsivo, pero quizá acabe convirtiéndose en una celda de aislamiento, porque el mundo afuera es como un decorado en el que no importan las medidas y las proporciones, si es real o es una maqueta. La mirada no se levanta, mientras se sigue circulando entre pasillos que llevan a más pasillos, mientras esperamos en nuestras pequeñas capsulas que las manos de piedra que brotan del suelo dejen de impedir que alcemos el vuelo. Como no sabes cuándo el angosto compartimento al que se reduce tu existencia un día será comprimido de modo completo, porque la vida se reduce a que luchemos porque nuestro espacio sea algo menos angosto que el que ocupa el compartimento vecino.  photo OIR_resizeraspx8_zpse62d9065.jpg  photo OIR_resizeraspx5_zps5e9f307f.jpg En las oficinas los empleados buscan fugas provisionales, viendo en los monitores películas clásicas, como 'Casablanca' (1943), de Michael Curtiz, sueños que sueñan fracasos como si no lo fueran o que consuelan porque hasta aquellos con los que soñamos no cumplen los sueños. Sam Lowry (Jonathan Pryce) también tiene sus propias películas, en su mente, sus sueños como figura alada, con coraza de caballero medieval, que intenta rescatar a su amada cautiva en una jaula, arrastrada por figuras encorvadas. No sabe que él es una figura encorvada, que no es un hombre de acción, como si lo es ese peculiar fontanero, Tuttle (Robert De Niro) que se salta las reglas y normas porque lo importante es la acción, el sabor de la transgresión. Claro que hay monstruos con los que resulta difícil salir ganador, como es el caso de la vida reglamentada como una hidra cuyas cabezas o tentáculos son infinitos papeles que consiguen hacer desaparecer, absorber, su cuerpo.  photo OIR_resizeraspx16_zps6efa0545.jpg  photo OIR_resizeraspx2_zps8f2d3838.jpg Virtuales somos, atrapados en esa jaula de rutinas, horarios, y acciones repetidas y gestos serviles, o arribistas, como los de su antimateria, su amigo Lint (Michael Palin), el perfecto esbirro del poder que sabe cuando ejecutar la tortura encomendada para mantener a la figura díscola en su sitio, aquel que quiere moverse de su lugar adjudicado en el escenario, sea real o maqueta, aquel que incluso intenta hacer tambalear los engranajes de ese escenario. Gilliam, a diferencia de De Palma en la posterior 'Los intocables' (1987), sabe cómo utilizar con más gracia y pertinencia, la asociación con 'El acorazado Potemkin' (1925), de Serguei Eisenstein, con la secuencia de la masacre en la escalera. Los poderes facticos poco han cambiado. La disidencia parece quedar sumida en el espacio aislado de la imaginación.  photo OIR_resizeraspx3_zps63467b8d.jpg Desde luego, en esta obra es cuando más esplendorosa y armónicamente se ha desplegado la imaginación de Gilliam, con permiso de la reciente 'El imaginario doctor Parnassus' (2009). Su mirada, la de la distorsión, encuentra en el gran angular su representación, como esos ojos desmesuradamente abiertos por la sorpresa, el asombro, el horror, tanto que se teme que los ojos se salgan de las órbitas. En algunas obras posteriores ese recurso parecía ya forzado, como si fuera ya una marca registrada, como en 'El rey pescador' (1991) en donde colisionaba con la abrasada y contenida mirada de un magistral Jeff Bridges, o en 'Doce monos' en donde su desmesura se atropellaba entre tanta distorsión.  photo OIR_resizeraspx7_zps117cf1f8.jpg En 'Brazil' también se adelanta a David Lynch en 'Terciopelo azul' (1986) para señalar que las carteleras son fundamentales para tapiar la visión de lo real, sean insectos bajo la hierba o paisajes degradados. El horror permanece agazapado, como las tuberías ocultas. Nunca sabes cuándo los papeles se abalanzarán sobre ti. También coinciden en lo importante que son ciertas canciones para recordarnos que vivimos en un mundo impostado que absorbe nuestra mente mientras pensamos que vivimos en algún paraje de ensueño o una arrebatadora historia romántica. Play it, again (antes de cortar las alas)  photo OIR_resizeraspx10_zps14afcc0a.jpg  photo OIR_resizeraspx11_zps963cffbc.jpg  photo OIR_resizeraspx13_zpsc07efd8d.jpg  photo OIR_resizeraspx12_zps690384a6.jpg  photo OIR_resizeraspx9_zpsa81b4481.jpg  photo OIR_resizeraspx3_zpse6fd7d2e.jpg

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