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jueves, 27 de mayo de 2021

Luna azul (Blatt & Ríos), de Lee Child

                            

Este es un universo arbitrario. Una vez por cada luna azul las cosas salen bien. Como ahora. Alguien inició una guerra y ustedes son el opuesto exacto de daño colateral. La aleatoriedad, el impredecible curso de los acontecimientos, la imprevista intrusión de un factor desconocido en la ecuación (familiar). Con Luna azul (Blatt & Rios), su veinticuatro novela protagonizada por Jack Reacher, Lee Child se aproxima, más que nunca, al mundo de los hermanos Coen, en particular Sangre fácil (1985), Quemar después de leer (2008) o Muerte entre las flores (1990). Equívocos, engañosas apariencias, cruces imprevisibles, percepciones y deducciones erróneas. La luna azul es la segunda luna llena que acontece durante uno o dos meses durante el año, o la cuarta en un trimestre. Una anomalía. El término proviene de la palabra blue, azul en inglés, que se estableció en la década de los cuarenta, pero es una distorsión de su término original, belewe, asociada con la concepción de traición, por desajustar el orden o la ecuación de la cuaresma. Reacher es una luna azul en cualquier escenario fijado sobre una ecuación de costumbres o rutinas. Es un comodín, una figura errante sin lugar preciso, una figura escurridiza. Una anomalía en esta sociedad definida por una circulación definida por el programa y el control. Reacher se mueve en los resquicios. Ni trabajo ni hogar, siempre inquieto. Siempre en movimiento. Sola la ropa que llevaba puesta. Ningún lugar particular al que ir, y todo el tiempo del mundo para llegar allí. A algunas personas les resultaba difícil de entender. Reacher irrumpe, como un viajero más en un autobús, en una ciudad que puede ser una de muchas otras en cierta zona de Estados Unidos. Reacher había visto todo tipo de ciudades, por todo Estados Unidos, este, oeste, norte, sur, todo tipo de dimensiones y épocas y condiciones actuales. Conocía sus ritmos y gramáticas. Conocía la historia horneada en esos ladrillos. La manzana en la que estaba era uno de otros cien mil lugares como ese al oeste del Mississippi. Se produce un cruce. Casualidad. Pero la voluntad entra en juego. O según la actitud y perspectiva de Reacher, la amabilidad de los desconocidos hace girar el mundo. Y decide ayudar a quien no conoce, una pareja de ancianos atrapados en una maraña de préstamos y deudas con la mafia albanesa, los cuáles se disputan el poder de la zona con la mafia ucraniana. Un escenario de rivalidades delineado con precisión para quienes actúan en ese escenario establecido de acuerdo a una trama de negociaciones, engaños y estrategias. Una constante en el ser humano, se funcione de acuerdo a la ley o en sus márgenes. Reacher entra en escena para desmontar un escenario. Catalizador de la oscuridad del ser humano, es una paradoja, se inspira en la amabilidad pero despliega, como herramienta, la misma fuerza oscura de la violencia. Se consideraba un hombre moderno, nacido en el siglo XX, viviendo en el XXI, pero sabía también que tenía en la cabeza una especie de portal abierto, un agujero de gusano al pasado primitivo de la humanidad, donde durante millones de años cualquier cosa viviente podía ser un depredador, o un rival, y por lo tanto tenía que ser evaluado y juzgado, de manera instantánea, y precisa. ¿Quién era el animal superior? ¿Quién se iba a someter? La ecuación inmutable desde el principio de los tiempos. Es lo que somos.

Su irrupción no es contemplada como factor, por lo tanto el encadenamiento de hechos suscita deducciones erróneas tanto en los albaneses como los ucranianos. Ni en Sangre fácil ni en Quemar después de leer, los personajes lograban disponer de una visión precisa de conjunto. En ningún momento sabía qué estaba pasando, cada uno haciéndose una falsa idea de lo que ocurría, todos con una perspectiva errónea sobre los demás o sobre los hechos. Albaneses y ucranianos creen estar inmersos en una partida de ajedrez, en la que sí se juega de modo atolondrado las piezas, se puede convertir en una guerra a cámara lenta. No saben que los dos primeros muertos son obra de Reacher, con lo cual comienza una contabilización, a medida que aumentan las víctimas, que presupone intencionalidad por parte de su rival. Piensan que el otro quiere quedar por encima (con menos víctimas), pero también que quizá, a la inversa, como gesto sacrificial quiera quedarse por abajo. Cuando comienzan a considerar que la película que tienen en mente no se ajusta a la realidad, y todo no parte de una estrategia intencional de su contrincante, especulan sobre si serán los rusos, o quizá alguna de las agencias gubernamentales, quienes estén detrás de los hechos cuyo propósito no comprenden. Reacher, en cierto grado, actúa como Tom Regan en Muerte entre las flores, entre dos bandas rivales. Pero aún más, dada su condición de factor desconocido, Reacher, para ellos, es una sombra escurridiza que convierten en pantalla de especulaciones.


Los tiempos se pueden vivir de modo distinto. Cuando la vida urge te encuentras con el desajuste de los plazos. La inconsistencia de la organización social. En cuanto necesitamos que las instituciones gestionen con presteza algo, más bien quedamos atrapados en el lodazal de las dilatadas demoras de trámites (de meses o años). Es como si una película estuviera avanzando a cámara lenta, y la otra estuviera pasando a toda velocidad. La pareja de ancianos dispone de un escaso plazo de tiempo para poder pagar sus deudas, pero todos los procedimientos legítimos para poder solucionar su circunstancia se convierten en trámites de dilatados meses de incierta duración. Reacher es el fantasma errante que cauteriza esos despropósitos, una figura flotante, como una ficción con un cuerpo de más de 1´90 y más de cien kilos, que irrumpe en la realidad para reajustar su despropósito, aunque sea en una escala individual. Su dominio del tiempo es el de la resolución instantánea, que Child materializa en escritura, una escritura percutante que desgrana con detalle minucioso los movimientos, las maniobras, los gestos de toda acción que realiza. Una escritura de frases cortas que progresa como una metralla que, en cierto sentido, puede evocar a la de Raymond Chandler, como la agudeza de Reacher a la de Marlowe, con la diferencia de que esa capacidad de descifrar la circunstancia en peligro en la que está envuelto, Reacher la convierte en una arrolladora y fulminante masa de acción. Un cálculo instintivo, basado en el tiempo y el espacio y la velocidad, las cuatro dimensiones, sin duda teniendo en cuenta con precisión sus abundantes capacidades, y sin duda estimando las capacidades de su oponente cautelosamente, basándose en promedios calculados para el peor escenario, más un margen de seguridad, para fines de aritmética, que pese a todo daba mucho margen de tiempo para alguien tan veloz como él.

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