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domingo, 23 de mayo de 2021

El invencible (Impedimenta), de Stanislaw Lem

 

Beau Geste, de Percival C Wren, publicada en 1924, y adaptada al cine en 1939, dirigida por William A Wellman, dispone de uno de los más intrigantes inicios: un destacamento militar de la legión extranjera francesa, en el desierto africano, se encuentra con un siniestro decorado, un fortín en el que los cadáveres de los soldados están colocados en cada parapeto en posición de defender un ataque, a lo que se añade el desconcertante hecho de que dos cadáveres estén dispuestos de otra forma, uno de ellos, incluso, en una posición yacente como si se le hubiera dedicado una respetuosas exequias fúnebres. En Horizonte final (1997), de Paul W Anderson, la tripulación de la nave estelar Lewis & Clark se encuentra en el interior de la Event horizont, desparecida siete años antes en un agujero negro (que había creado artificialmente para realizar un salto en el tiempo), con un solo cadáver mutilado, sin ojos, flotando en el puente de mando. En ambos casos, ¿qué ha ocurrido? En El invencible (Impedimenta), de Stanislaw Lem, publicada originariamente en 1964, tres años después de Solaris, la nave estelar de guerra Invencible llega al planeta recién descubierto Regis III, con la intención de descubrir qué ha sido de otra nave de guerra con sus mismas características, El condor. Primero se encuentran con una configuración que no saben si son las ruinas de una ciudad o si son residuos de una maquinaria. Se enfrentan con lo ignoto, con aquello que resulta complicado identificar, o comparar con algo conocido. Lo que habían denominado ciudad en realidad no se parecía en lo más mínimo a los asentamientos de la Tierra. Oscuras moles de superficies erizadas como las púas de un cepillo, no semejantes a nada que hubieran visto ojos humanos, se erguían hundidas a una profundidad desconocida en las dunas móviles. Sus formas, que resultaban imposibles nombrar, alcanzaban varias plantas de alturas. No tenían ventanas ni puertas, ni siquiera paredes; unas parecían entretejidas redes onduladas en un sinfín de direcciones, muy tupidas, con nudosidades gruesas en lugar de junturas (…) la regularidad ajena a las formas vivas revelaba su presencia a través del caos de la destrucción.
Posteriormente, se encuentran con la nave Condor, o con una circunstancia tan desconcertante como enigmática y turbadora. El caos de los camarotes, las provisiones intactas, la posición y la distribución de los cadáveres, las instalaciones dañadas, todo eso significa algo, Pero ¿Por qué un cadáver, a diferencia del resto, está congelado? Las pesquisas no encuentran rastros que puedan determinar una explicación precisa, o indicar cuál pudo ser la causa que generó su destrucción. Ni siquiera resulta efectivo el <<auscultador de tumbas>>. Cuando alguien llevaba muerto poco tiempo o cuando el cuerpo no había llegado a descomponerse, debido a la baja temperatura, era posible <<escuchar el cerebro>>, o más bien la última manifestación de la conciencia. Pero no se puede escuchar nada en los cerebros de los muertos, como si hubiera sido incluso vaciado el rastro de su vivencia o experiencia. Solo piensan, o sienten, una certeza. Tiene que haber una amenaza al acecho. Algo o alguien provocó la muerte de todos ellos. Pero cuando comienzan a percibir su presencia, resulta complicado discernir o comprender qué es, cuál es su constitución o naturaleza, y cuál su propósito (¿funcionan por intención o reacción? Y otra cuestión. ¿Sienten que hay una amenaza porque no entienden qué ha pasado? Por tanto, ¿esa manifestación que les resulta incomprensible es realmente una amenaza?
En La investigación Lem se interrogaba sobre la causalidad. O planteaba cómo puede haber fenómenos cuya causa quizá no logremos comprender. Su misterio será irresoluble por nuestros propios límites. En La fiebre del heno se interrogaba sobre la aleatoriedad o azar, o cómo la más sorprendente combinación de hechos o elementos puede dar como resultado una serie de hechos con respecto a los que quizá, por esa repetición, pensábamos que debían responder al plan o propósito de alguien. En Solaris indagaba en los espacios que no exploramos en nosotros mismos, espacios emocionales con los que nos confrontamos, los espacios de los remordimientos, arrepentimientos o la no asunción de la pérdida o de los sueños truncados, agujeros negros en nuestro firmamento interior que preferimos no explorar y en cambio mantener arrinconados como estrellas muertas por miedo, vergüenza u orgullo. En El invencible explora la dirección opuesta, la relación con el exterior, con los territorios desconocidos, con la Otredad o lo diferente, o cómo el afán de conquista o apropiación y dominio se superpone sobre la comprensión, la interrogante y la asunción de lo que no es como nosotros, sino diferente, y quizá de una manera que no logremos siquiera comprender (y que por esa diferencia quizá consideremos una amenaza). Establecemos límites (incluso en nosotros mismos, como cercados o sombreados emocionales convenientes) o no asumimos nuestros propios límites (de conocimiento) o queremos imponer nuestros límites a otros.  ¿Cuántos fenómenos así, extraordinarios y ajenos al entendimiento humano, puede ocultar el Universo?¿Acaso tenemos que llegar a todas partes con una gran potencia destructora a bordo de nuestras naves para aplastar todo lo que contradice nuestra forma de ver las cosas?. Por algo la nave se llama invencible. Pero un personaje se pregunta si su actitud es la adecuada, si ese planeta no es más bien un territorio desconocido que a lo largo de millones de años ha creado su propio equilibrio, no dependiente de nadie ni de nada, más allá de las fuerzas radioactivas y de las fuerzas materiales, una existencia activa y dinámica que no es ni mejor ni peor que la de los compuestos proteicos llamadas animales o seres humanos. Y lo que haya ocurrido, más allá de que se sepa cómo o por qué, quizá sea el reflejo de que es otra realidad con otras coordenadas o dinámicas. No algo que contradice ni amenaza, ni algo que haya que someter o neutralizar. El universo dispone de múltiples realidades, algunas de las cuales nunca conoceremos ni lograremos comprender. No somos el centro del universo. << No todo, ni en todas partes, es para nosotros>>

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