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viernes, 27 de abril de 2018

Avengers: Infinity war

Héroes y prescindibles: El equilibrio siniestro. Sentirse prescindible es lo opuesto que sentirse un superhéroe. Sentirse impotente no es lo mismo que sentir que eres capaz de intervenir en la realidad, y modelar el curso de los acontecimientos según tu voluntad, por adversas que sean las circunstancias. No deja de ser una guerra que parece repetirse hasta el infinito, como un bucle (o la ruedecita en la que gira el ratón) esa lucha por no sólo sobrevivir sino dominar la realidad, sentirse inmune, no ser uno de los que queda apartado en los márgenes por la selección natural de la competitiva jungla que define nuestra sociedad, cada vez más populosa, por lo que, de modo exponencial, hace más arduo ese combate por mantener una posición social estable. ¿A cuántos y cuántas no les corroe la amargura de no ver reconocidas sus capacidades y aptitudes o verse relegadas por parámetros que no tienen que ver con el rigor de criterio? Da igual que sientas que tienes razón, no te libra de que puedas ser derrotado. Es algo que expresa en la secuencia introductoria de Avengers: infinity war (2018), de Anthony y Joe Russo, Thanos (Josh Brolin). Su propósito es eliminar a la mitad de la población del universo, y su baremo no se basa en la primacía de los ricos sobre los pobres. Su propósito es instaurar un equilibrio, anular las desigualdades, la pobreza. Su potencia destructiva se fundamenta en la compasión. Quienes no sean eliminados, disfrutarán de una vida armónica, sin carencias ni temor por la precariedad. No hay límite en los medios para conseguirlo, incluso el sacrificio de quien más se pueda amar. Nada de priorizar la particular necesidad, sino la general. Para conseguir materializar su propósito necesita reunir las seis Gemas del infinito que le proporcionarían ese poder. Las gemas corresponden al dominio del espacio, el poder, la realidad, el alma, el tiempo y la mente.
Avengers: infinity war es la tercera de la franquicia de Avengers, aunque su protagonismo es manifiesto en la tercera de Capitán América, Capitán América: Guerra civil (2016), también de los hermanos Russo, como conecta con otras protagonizadas por integrantes de Los vengadores. Por ejemplo, la secuencia inicial con la última de Thor: Ragnarok (2017), de Taika Waititi. Esta, por la vía del humor, y ahora Avengers: Infinity war, por la densidad y cualidad emocional de su relieve dramático, insuflan un reconstituyente reenfoque, y una estimable potencia creativa, a un tipo de producción que parecía atrofiarse en su propia aparatosidad y desmesura, como era manifiesto en la última de Capitán América, cortocircuitada por una excesiva sucesión de espectaculares secuencias de acción destructiva. En esta, se amplifican las cualidades de la más estimable hasta este momento, la segunda, Avengers: Age of Ultron (2015), de Joss Whedon, que lograba armonizar relieve o conflicto dramático con las peripecias externas. En Avengers: infinity war resulta aún más admirable, ya que logra forjar un difícil equilibrio narrativo, dado el incremento de personajes protagonistas participantes (incluida la cuadrilla de Guardianes de la galaxia). La apuesta supera los riesgos de la dispersión y convierte la fractura narrativa, o la diversidad de subtramas, o diferentes trayectos y escenarios dramáticos, relacionados con las cuatro piedras que restan en juego, y que divide en grupos a los integrantes de los vengadores, en diferentes escenarios (tanto en la Tierra como en otros planetas), en sustancia elocuente y significativa, ya que es reflejo de esa desunión o deterioro de la cohesión, evidenciada en Capitán América: guerra civil, entre los integrantes de los vengadores, reflejo, a su vez, de nuestra sociedad insolidaria en la que el afán de supervivencia se superpone sobre la unión (que podría posibilitar transformación social: claro que, dirá alguien, cómo si somos tantos).
Pero ante todo esa cohesión narrativa, con tantos focos de conflicto dramático que podrían haber implosionado el conjunto (ya sólo por buscar el constante no va más de la montaña rusa de la espectacularidad), se sostiene sobre un gran personaje, Thanos, propulsado por la magnífica interpretación de ese estupendo actor que es Josh Brolin (fundamentada en su voz y en su interpretación vía técnica de captura de movimiento: y ahí entra en juego sobre todo su mirada), que, además, dispone de unos estupendos sicarios con una efectiva presencia siniestra. Es un personaje dotado de tan sugerentes matices que inclusa propicia alguna de las secuencias con más potencia emocional de la narración. Al fin y al cabo, este titan es el reflejo siniestro de la búsqueda de equilibrio que se supone también es el propósito de los Vengadores, como si, como reflejo distorsionado, evidenciara sus propias inconsistencias y contradicciones, como la sombra de la desunión (uno de los mejores momentos es aquel en el que aparece en escena uno de los vengadores, primero una sombra en el andén opuesto: las sombras se tornan unión). O sus limitaciones, como amortiguador de suficiencias: cómo quien más potente se siente en el dominio de la realidad (como un dios) también puede sufrir en algún momento la derrota, o sentirse incapaz, por los propios conflictos, de la necesaria competencia. O, también, las irresoluciones o indefiniciones, ¿qué es lo que se prioriza? ¿qué visión es la que se establece como actitud vital que no sólo mire a uno mismo?
La propia narración queda en suspenso, para su continuación, que se estrenará dentro de un año, pero aún así no deja de ser un provisional cierre con una poderosa carga resonante sobre nuestra relación con la realidad (con la sociedad que generamos): ¿De qué somos capaces para conseguir el equilibrio?¿Cómo se logra si se suele tender a priorizar el equilibrio de nuestra particular parcela, suma de ensimismamientos que sigue generando esa desigualdad, o equilibrio perverso y siniestro, de un sistema que apuntala privilegios a la par que multiplica los desechos prescindibles? Por eso ¿Thanos es el héroe o el villano?¿O simplemente pone en cuestión la difusa separación entre la actitud ecuánime o compasiva y la pragmática o discriminatoria?

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