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miércoles, 26 de julio de 2023

Me siento rejuvenecer

 

Me siento rejuvenecer (Monkey Business), de Howard Hawks, con guion de Ben Hecht, Charles Lederer e I.A.L Diamond, según argumento de Harry Segall, se inicia, durante los mismos títulos de crédito, con una ocurrencia que expone la condición de representación de lo que presenciamos: Cary Grant abre la puerta, para salir de su casa, y una voz, en dos ocasiones mientras se suceden los créditos, le indica que 'todavía no Cary', por lo que Cary Grant vuelve a cerrar la puerta. Cuando concluyen los créditos, Cary Grant realiza la misma acción, pero ya es su personaje, el químico Barnaby, dispuesto a salir de casa junto a su esposa Edwina, con el propósito de asistir a una fiesta. Pero en esta ocasión, Barnaby, por dos ocasiones, no realiza las acciones que debería, apagar la luz del interior, encender la del porche y cerrar la puerta para acompañar a su esposa, sino que, en ambas ocasiones, vuelve a introducirse en casa. Edwina se percata de que todavía no puede dar los pasos que debería, algo le preocupa, su mente no está presente del todo, como quien se encontrara encasquillado. Un experimento en el que se encuentra en proceso de investigación, para conseguir el rejuvenecimiento, no está funcionando. No encuentra las claves. Durante su conversación, mientras ella prepara una cena, se evidencia su complicidad (ella no dramatiza el cambio de planes porque no quiere estar bailando con alguien cuya mente no está del todo presente) como se exponen ciertas interrogantes sobre la evolución de su relación (tras nueve años de matrimonio), cómo sus reacciones, ahora, no son las mismas de su juventud, no tan pasionales, y si ello implica una regresión en el sentido de devaluación. Entonces, por ejemplo, no hubieran contestado un teléfono, entregados a su pasión, como si el mundo estuviera aparte, pero ahora sí. ¿De qué es signo, o qué indica, esa variación? ¿Se ha perdido algo en el trayecto, en el tiempo, de la relación? Se pone en interrogante una relación, como si se pusiera en interrogante una ficción. ¿Se ha acomodado la relación en una inercia, o rutina, cual ficción en la que se hubieran acoplado como meros engranajes?

Monkey business es el título original de Me siento rejuvenecer. Asunto de monos, no sólo porque una chimpancé, de solo seis meses, que es usada para los experimentos en el laboratorio de Barnaby, es la que, jugando con componentes químicos halla, accidentalmente, la combinación que tanto tiempo lleva buscando Barnaby para lograr el rejuvenecimiento, sino porque al tomar, sin saberlo, esa combinación (que desconocen el chimpancé tiró al contenedor de agua), sufrirán, él y su esposa Edwina (Ginger Rogers), la regresión de retornar, de modo más manifiesto, a la conducta primitiva del hombre, en la adolescencia y la infancia. O sea hacer el mono, o el idiota, o hacer gamberradas, la connotación de la expresión monkey business. No puede ser más corrosiva la reflexión sobre el absurdo de querer volver a ser joven, porque entonces se está tan desorientado como cautivo de fatuidades y exacerbados dramatismos. Es el tiempo de la inadaptación, la idiotez y los diversos desastres, como señalará Barnaby. Los primeros efectos son positivos, por cuanto tienen que ver con la mejora física, la recuperación de las mejores condiciones. Por ejemplo, Barnaby ya no padecerá de bursitis, y podrá mover las articulaciones de sus brazos y hombros sin problemas, como ya no necesitará usar las gafas, porque sus numerosas dioptrías se convierten en una visión perfecta, inversamente proporcional a la pérdida de agudeza de mirada interior, ya que, una cosa es recuperar las mejores condiciones físicas pero otra recuperar las deficiencias de las actitudes de la juventud. Al retornar a la adolescencia, en su periplo junto a Lois (Marilyn Monroe), la secretaria del laboratorio, se corta el pelo al cepillo, se compra una nada discreta chaqueta a cuadros, se cae patinando sobre hielo, intenta hacer alardes en un trampolín para caer sobre su vientre, compra un descapotable ( que da pie a una desternillante secuencia cuando va perdiendo de nuevo la vista mientras conduce, por que ¿de qué manera, realmente, conduce la juventud sino con una percepción borrosa aún de la vida),

Posteriormente, será su esposa, Edwina, quien ingiera la combinación azarosa del mono que está en el agua (aún creen que los efectos se deben a la combinación del propio Barnaby). Durante esa noche, que comparte con Barnaby, quien no está bajo los efectos, éste experimentará las consecuencias nefastas de un desajuste, ya que ella actúa como si fuera aún una adolescente, y él no lo es. La ficción (de la adolescencia, de sus dramatizaciones) evidencia su inconsistencia y absurdo. En la noche que comparten en un hotel brotan la ridiculez de los celos, los drásticos cambios de humor, la demanda de atenciones exacerbada para sentirse especial, las reacciones despechadas, las cuales determinan que Barnaby se quede sin gafas, con un pijama roto, por los pasillos del hotel, buscando el teléfono en la rampa donde se lanza la ropa sucia, y donde acaba él. El retorno al teórico divino tesoro de la juventud es la caída, cual mera ropa sucia, en la idiocia de los comportamientos caprichosos, en la miopía de las reacciones viscerales. Como colofón, en su siguiente experiencia, conjunta, regresionan a la infancia. Junto al chimpancé, pues qué diferencia hay, irrumpen en la sala de reuniones de los laboratorios químicos para generar solo caos. En su retorno a las calles, se pintarrajearán, ella creerá al despertar, y recuperar la consciencia de su edad adulta, en su cama, que un bebé es Barnaby y él, dando rienda suelta a sus infantiles celos, incita a unos niños a que aten y dejen el cabello como el de un comanche al cuadriculado amigo/cortejador de su esposa, Hank (Hugh Marlowe) .En suma, la vida es un absurdo ( el resultado aleatorio de la combinación inconsciente realizada por una chimpancé), y no dispone de mucho fundamento, más allá de querer recuperar las mejores condiciones físicas, querer retornar a la juventud, por el desatino que, por una razón u otras, somos entonces, animales aún en proceso de formación. La cuestión, o el matiz diferenciador, es mantener el espíritu joven en cuanto aún disponer de la necesaria actitud lúdica, en contraposición a todo envaramiento, y seguir haciendo el gamberro, pero ya con la agudeza de la madurez ( y así ignorar los teléfonos para no perturbar el despliegue de los entusiasmos epicúreos o transgredir las rutinas con las vitales improvisaciones). Es la consciencia de que la vida es (o puede ser), en su sentido más pleno y pletórico, un jubiloso, salaz e irreverente juego.

2 comentarios:

  1. Las comedias más perfectas, reflexivas y modernas, las más divertidas de la historia del cine, sean probablemente las que rodó Howard Hawks con Cary Grant. La que ahora nos ocupa es un buen ejemplo. Nunca el talento del autor de LA FIERA DE MI NIÑA corrió tan retozona y libremente como a partir del momento en que el profesor Barnabé Fulton (Cary Grant) bebe del agua "enriquecida" por el hallazgo del simio. Situaciones descabelladas, personajes en flagrante ridículo y desopilantes humillaciones son la brillante superficie de esta genial comedia bajo la cual adivinamos, empero, un rastro de pesimismo: la imposible perse­cución de la juventud perdida.

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  2. Para mí superior a "La fiera de mi niña".

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