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lunes, 9 de abril de 2018

Me enamoré de una bruja

La obra teatral de Johan Van Drussen 'Bell, book and candle/Campana, libro y vela', se convirtió en 1950 en todo un éxito en Broadway. El productor David O. Selznick adquirió los derechos en 1953 con el propósito de que su esposa, Jennifer Jones, la protagonizara en la pantalla. Por insistencia del productor Julian Blaustein y el guionista Daniel Taradash, que habían formado la compañía Phoenix Corporation, la Columbia, a su vez, compró, en 1956, esos derechos a Selznick. Taradash, que había escrito las adaptaciones de 'De aquí a la eternidad' (1953), de Fred Zinnemann o 'Picnic' (1955), de Joshua Logan, aparte del guión de 'Encubridora' (1953), de Fritz Lang, introdujo nuevos personajes en su adaptación cinematográfica, Merle (Janice Rule), la prometida de Shep (James Stewart), o la bruja Bianca de Pass (Hermione Gingold), a la que recurre Shep para romper el hechizo de Gil (Kim Novak). En principio para la pareja protagonista Blaustein y Taradash querían a Rex Harrison y Lili Palmer, que los habían encarnado en el escenario, pero Harry Cohn, el presidente de Columbia, impuso que fuera Kim Novak. Blaustein y Taradash también sugirieron a Cary Grant y Grace Kelly, y a Alexander MacKendrick como director, pero la actriz se casó, y retiró del cine, y las diferencias creativas con el actor y el director determinaron que quedaran fueran del proyecto. Como el acuerdo con Paramount, para que Kim Novak interpretara 'Vértigo' (1958), implicaba reciprocidad, Cohn propuso que James Stewart interpretara el personaje protagonista masculino. Para el gato Pyewacket se promovió una búsqueda a la que se presentaron numerosos gatos. Se decidió que no lo interpretara uno sino doce, porque resultaba más práctico diversificar la instrucción de las diferentes acciones que intentar que las realizara todas el mismo gato.
El hechizo. En 'Me enamoré de una bruja' (Bell book and candle, 1958), de Richard Quine, Gillian (Kim Novak) es dueña de una tienda de arte, objetos y esculturas de otros tiempos, y otros lugares. Es una mujer fuera de su tiempo, y a la vez lo es de muchos tiempos. Una singular mujer, con atributos fuera de lo común, que está cansada de su vida anodina, sin acontecimientos. Es una bruja. Una mujer extraordinaria en un mundo ordinario. Siente una falta vital que la hace sentir mera máscara, como las que expone en su tienda. Se supone que las brujas no pueden enamorarse, pero siente que esa posibilidad es la que dotaría su vida de esa plenitud que le falta. Tampoco pueden llorar. Para lo primero utiliza su poder, el dominio de la magia. Lo segundo será la constatación, con el conocimiento del padecimiento, de la impotencia, y la desesperación, de que los sentimientos no pueden materializarse, controlarse, mediante la imposición. La magia es más bien una cuestión de conexión, no de sugestionadoras artes de la seducción.
En principio, Gil siente, cree sentir o pensar, que se siente atraída, enamorada, de su vecino de arriba, Shepard (James Stewart), y se obceca con el propósito de conseguir que él la corresponda. Pero se enfrenta a la circunstancia de un obstáculo: Shepard está comprometido, con vistas a casarse el próximo día, con nada menos que Merle (Janice Rule), la envarada antigua compañera de colegio que le hizo la vida imposible entonces. Un añadido motivo para decidirse a hechizar, o enamorar, a Shepard. ¿Cómo puede estar 'prendido' de alguien que es su opuesto? Si entonces, como revancha, o lección, la inoculó un permanente miedo a las tormentas, dada la urgencia, decide no dejar que la magia pueda fluir entre ambos sino intervenir para forzar el enamoramiento de modo imperativo y drástico mediante el uso de sus encantamientos. Del mismo modo que su hermano Nicky (Jack Lemmon) apaga las farolas de la calle con su magia de brujo, ella está determinada a 'encender' la mente de Shepard para que sepa apreciar a quién vale la pena amar, quién tiene el real toque de distinción, y no la arrogante presunción de una mente cuadriculada.
La secuencia del hechizo es una de las sobresalientes de la película. Ambos están sentados en el sofá de la casa de Gillian, la cuál despliega todos sus encantos con el lenguaje corporal ( cual buena felina), y los juegos verbales con doble sentido ( 'Me gusta que estés arriba...quiero decir, que vivas arriba'). Shepard se pone nervioso, y se 'repliega, o busca el desvío hablando su prometida. Gillian decide actuar de modo expeditivo. Coge a su gato Pyewoket (su particular varita mágica), entre sus manos, ronroneando ostentosamente, y una y otro miran fijamente, o hacen cautivo, a Shepard, en una sucesión de planos cortos y medios, hasta que Shepard se levanta, para marcharse. Pero se queda parado a medio camino, vacilante, como si hubiera perdido pie, o 'palabra', o hubiera cruzado un umbral que transfigurara su percepción y sentir. Algo se ha transformado en su mente, un velo se ha apartado de sus ojos. ¿O es un velo el que le ha interpuesto? Se vuelve, y se acerca a Gillian, con ímpetu, y la besa. Pero como planteará Shep al final, tras la reconciliación, ¿su atracción se debía al hechizo, era forzada por tanto la magia que se sentía, o esa magía era la manifestación de una conexión?. Quien sí vive una transformación es Gil, como lo hará el propio espacio de su establecimiento, que pasa de vender máscaras o antigüedades a vender decoración floral. De la representación a la naturalidad. Ya es alguien que conoce la fragilidad, por lo tanto, las lágrimas. Los sentimientos fluyen sin interponer el control escénico, las tácticas y los ardides.
El fascinante trabajo cromático, cortesía del gran James Wong Howe, dota de unas brumosas tonalidades al color, como si habitáramos un cuento de hadas contado a la vera de la lumbre de la chimenea, o nos desplazáramos en una realidad entremedias, un escenario transfigurado, a través de una mirada singular, la de Gil, que vive en el artificio de su universo aparte, más un escenario, como su extensión, ese particular club de cariz bohemio. Es como si habitara más bien una ida sublimada, a la que intenta dotar de cuerpo (por tanto ajustar la realidad al deseo): aspira a unas alturas como evidencia esa elipsis tras el beso que los sitúa en lo alto de un elevado edificio.
Quine realizaría otras dos obras, protagonizadas por Kim Novak, sobre otras dos mujeres desmarcadas de su entorno ordinario: una, en el poderoso melodrama 'Un extraño en mi vida' (1960), que intenta superar su insatisfacción de vida marital con otra relación sentimental que parece prometer la construcción de una vida más presente y plena, y otra, en la notable comedia 'La misteriosa dama de negro' (1962), marcada por la sospecha de que fuera la asesina de su marido desaparecido, por la que el protagonista, encarnado por Jack Lemmon, se sentirá atraído, no sin dudar, pasajeramente, si esa imagen siniestra que se la atribuye es la real, por tanto, ¿se fía de lo que siente o de lo que otros piensan.? Quine y Novak mantuvieron una breve relación sentimental, que comenzó después del rodaje de 'Me enamoré de un bruja' y terminó antes de finalizar el rodaje de 'Un extraño en mi vida', pero ese hechizo parece que incrementó la inspiración de Quine. Particularmente, no dudaría en considerarlas sus tres obras más destacadas.

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