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miércoles, 18 de mayo de 2011

Alien 3 (Montaje del director)

Desde los comienzos de la historia del cine se han dado casos en los que han colisionado la visión del director y la del productor. Tijeretazos, censuras, alteraciones de montaje, sustiticiones en mitad de la filmación, rodaje de nuevos planos o secuencia por nuevos directores contratados para tal circunstancia. Erich Von Stroheim, Orson Welles, Nicholas Ray o Sam Peckinpah son algunos de los directores que se han encontrado en tal situación, por ejemplo, en 'Avaricia' (1924), 'El cuarto mandamiento' (1942), 'La verdadera historia de Jesse James'(1956) o 'Mayor Dundee'(1964). Por lo menos, son los ejemplos más renombrados. No han sido los únicos. En algunos casos, se han recuperado, de modo aproximativo, el montaje que el director pretendía realizar, caso de la extraordinaria 'Pat Garret y Billy el niño' (1973), de Sam Peckinpah.Alien 3 (1992), de David Fincher, es otro ejemplo preclaro. Ahora se tiene la oportunidad de apreciar el montaje que Fincher hubiera realizado entonces sin las presiones de los productores. Gracias a que, desde hace unos años, los cineastas cuentan con una ventaja. Los intereses crematísticos de los productores se amplian con la aparición del DVD, y saben que es carnaza de cinéfilos el atractivo de un nuevo montaje para descubrir secuencias eliminadas en el momento de su exhibición. No basta con el susodicho apartado 'escenas eliminadas' (en algunos casos toda una lección de cine, cuando se argumenta el por qué de su supresión, vease el caso de 'El protegido'(2000), de M Night Shyalaman). No importa si aporta mucho el nuevo montaje, o si responde a previas intencionalidades, o si sólo es un perfeccionamiento o lavado de imagen gracias a las nuevas tecnología, lo básico es que ahora eso vende.
La franquicia de Alien se apuntó al carro. Incluso, la primera, Alien (1979), de Ridley Scott, disfrutó de un reestreno en cines. Pero la principal secuencia añadida, aquella en la que Ripley (Sigourney Weaver) descubre a los agonizante Dallas (Tom Skerrit) y Brett (Harry Dean Stanton) atrapados en los capullos del nido del Alien, se convertía en inintencionado ejemplo de cómo su supresión había sido una acertada elección. O cómo, simplemente, pudiera haber sido carne de la sección 'escenas eliminadas'. Porque sin duda tal escena rompía el logrado ritmo de las tensas secuencias finales. En cuanto a la primera secuela, 'Aliens' (1986), de James Cameron, sí, se revelaba oportuna, dramaticamente, la recuperación de la secuencia en la que le informan a Ripley de cómo su hija falleció años atrás, ya anciana, pero otras añadidas, o injertadas, resultan prescindibles sino innecesarias. Alien 3 ya es otra cosa. Son 24 minutos más los que se amplía su metraje, eliminando, incluso, secuencias del montaje estrenado en el cine, y el cambio es casi radical. Ahora sí es una obra equilibrada y coherente, que no desmerece de la primera, y tan sugerente, sino más, que la segunda. Y desde luego, es la más original y heterodoxa. Entonces, la impresión que suscitaba era la de encontrarnos ante un completo estropicio, con un montaje atropellado y confuso, y una notoria falta de cohesión y de atmósfera. Había personajes, como el de Golic (Paul McGann) que, tras adquirir cierta relevancia, desaparecían del relato sin saber qué había sido de ellos. Parecía que se habían realizado tijeretazos a diestro y siniestro sin ningún rigor (o del modo más arbitrario). Y pensando en la experiencia previa de Fincher en la realización de video clips se lo consideraba un preclaro ejemplo de infructuosa aplicación de su montaje sincopado al cine.
Claro que tambien se tenía noticia del conflictivo rodaje, con disminuciones de presupuesto, y reescrituras de guión durante el mismo rodaje, y mil intromisiones más. Ahora queda en evidencia que estas fueron las causantes del desaguisado. Quizás existía miedo ante la reacción del público por la propuesta tan poco convencional, y se quiso maquillarlo aturdiendo al espectador con un montaje atropellado. Pero esta no era una obra de acción como la segunda, ni de puro terror como la primera, la cual además aplicaba sabiamante uno de los más fructiferos recursos del género a la hora de crear una atmósfera: un ritmo lento, pausado, que alargaba planos y secuencias (virtud que Scott fue perdiendo progresivamente). Pero eran los finales de los 70, y hubo que esperar hasta la aparición de esa rareza llamada M Night Shyalaman, para recuperar esas virtudes de puesta en escena (gracias a que en sus primeras obras se apoyó en sus sorpresivos giros argumentales). Ya en las 90 estabamos en la era del montaje presuroso para hacer sentir al espectador que no paraban de ocurrir cosas, aunque realmente no sucediera nada. Ese pánico alojado en el público al silencio y al tempo lento. Alien 3 ahora sí posee una modulación más afinada. No es que su montaje sea de planos largos, pero va creando un ajustado tempo, sabiendo cómo crear una atmósfera, que es además emocional, en relación con los personajes, en especial, el de Ripley. De hecho, pocas secuencias encajan en el apartado de secuencias espectaculares, nada más que dos, y ahora mejor orquestadas, tambien beneficiadas de las secuencias añadidas previamente. Y las acciones del alien en los otros instantes son tan fulgurantes como concisas, en una mesurada progresión.
El comienzo es ahora impecable por las secuencias incorporadas, aparte de cómo introduce al personaje del doctor (magnífico Charles Dance) como rescatador de una Ripley ennegrecida en la orilla del mar, cual oscura criatura salida de un parto fallido. El Alien ahora surge del vientre de un buey, en un brillante montaje paralelo con una de las 'homilías' de Dillon (Charles S Dutton), uno los reclusos, sobre la vida, la resurrección y la muerte, mientras despiden a los cadáveres de los fallecidos compañeros de viaje de Ripley, la niña Hewt y el soldado Hicks, supervivientes de la anterior aventura ( y cuya 'eliminación' indignó a muchos fans). Gracias a estos detalles añadidos cobra más fuerza el siniestro discurso, tan bien reflejado en la estética del film, en sus colores sombrios y pregnantes y sus espacios sórdidos que cartografían espacios interiores (cualidades en las que ha reincidido Fincher en su obra). Ripley es el cuerpo extraño en un universo de hombres, un universo futuro tecnificado pero de aliento medieval, como reflejan las vestimentas de los reclusos, violadores o asesinos ahora unificados por un espiritu sectario de raigambre cristiana. Y el detalle del alien surgiendo del vientre del buey es elocuente. Y, además, Ripley lleva en su cuerpo a una alien reina. Y cobra más fuerza su espiritu resistente a los designios del nuevo dios, 'la compañía', la empresa que ya subordinó la vida de los tripulantes del primer Alien a la consecución del nuevo especimen. Y que ahora cobran cuerpo, y presencia dramática con aún más envergadura. Incluidos irreverentes diálogos, entre los reclusos, o entre Ripley y 85, el guarda, ejemplo perfecto del esbirro acomodaticio.
Por otra parte, ahora sabemos qué fue de Golic, y uno se pregunta por qué se suprimieron esas secuencias clave (esplendidas, por otro lado). Y adquiere más potencia dramática la poderosa relación entre Ripley y el doctor, que da pie a algunas de las mejores secuencias del film. Como aquella en la que el doctor es asesinado por el alien, la cual se convierte en una de las secuencias más bellamente orquestadas del film gracias a los planos añadidos. En suma, ahora uno puede disfrutar de una poderosa opera prima de uno de los grandes cineastas del momento. Algo que chocaba anteriormente, cuando uno volvía la vista átrás tras disfrutar el admirable conjunto de su obra y no acababa de encajar tal desequilibrado estropicio. Ahora podemos descubrir una primera punta de lanza de uno de los cineastas más subversivos y complejos del actual cine. Un cineasta que hace de lo siniestro perversa irreverencia, lacerante emoción contenida y subyugante atmósfera.
Hay una radical diferencia entre la versión de Alien 3 (1992), de David Fincher, estrenada en los cines, de espasmódico y confuso montaje repleto de incoherencias y agujeros narrativos, y la notable versión del montaje del director, con 24 minutos más, con tempo impecablemente modulado que propicia una atmósfera cautivadoramente siniestra, apuntalada por el tenebrista trabajo en la dirección fotográfica de Alex Thomson y la inquietante composición musical de Elliot Goldenthal jugando con los sonidos ambiente ( trabajó durante un año en ella, mano a mano con Fincher). La obra resultante no conserva aspecto alguno de los diversos borradores de guión escrito en primera instancia por William Gibson, pero sí de los de David Twohy (la prisión) y Vincent Ward y John Fassano (la congregación de monjes y la 'irrupción' de la mujer como amenaza), aparte de las aportaciones de Walter Hill y David Giler que escribieron la última versión del guión, y las revisiones de Fincher. Hay aspectos de los guiones de Twohy que fueron utilizados en la cuarta obra de la serie, 'Alien resurrección' (1997), como la clonación o las mutaciones. Elliot Goldenthal compuso una gran banda sonora.

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