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jueves, 2 de julio de 2015

Terminator: Genésis

'Terminator:Genesis' (Terminator genisys, 2015), de Alan Taylor se sostiene a duras penas sobre el vacío. Adolece de parecidos lastres que la última variante de la franquicia de 'Parque Jurásico'. Transmiten la sensación de refritos, de labor de reciclaje que apuesta por la familiaridad de la atracción de feria que ya se conoce con añadidos que puedan dotar de cierta ilusión de singularidad. En 'Jurasic World' (2015). de Colin Trevorrow se recuperan de la primera dirigida por Steven Spielberg en 1992 ciertos perfiles y trayectos dramáticos de personajes (los de Sam Neill y Bryce Dallas Howard, respectivamente), como se recuperan los velocirraptores y el tiranosaurio. En 'Terminator genésis', personajes, situaciones, espacios y figuras de las dos primeras partes dirigidas por James Cameron, hasta el momento en que aparentemente se desmarca con la inclusión de un nuevo personaje, o giro radical de un personaje conocido (para dotar además de cierto halo de sorpresa inesperada). Aparentemente, porque seguirá dando más de lo mismo (la misma pirotecnia). Se combinan y confunden los tiempos y las lineas temporales, se multiplican los saltos en el tiempo, los personajes de las dos partes parecen que confluyen en una, y se suceden las explosiones y las colisiones de coches y otros medios de transporte y las peleas, pero da igual en que año estén, resultan clónicas, unas iguales a las otras, tanto que a medida que avanza la narración esta más bien se espesa y detiene como si quedara cautiva del ámbar del atropello de lo clónico (y la mente del espectador del aturdimiento).
Los finales se eternizan porque parecen abocarse a un bucle sin saber cuándo será ya el definitivo desenlace, la definitiva pelea, la definitiva persecución, la definitiva colisión de cuerpos y metales, el definitivo intercambio de balas u otros explosivos, la definitiva caída o precipitación en el vacío. El tira y afloja entre la pareja, entre Sarah (Emilia Clarke) y Reese (Jai Courtney), también busca, como en 'Jurassic world', los reflejos de las colisiones que conducen la atracción hacia la resolución inevitable características de las comedias clásicas. Hay un juego con la sombra del deseo que dota una secuencia de un fulgor momentáneo de inventiva y de carne dramática, pero se diluye pronto en la sucesión de diversas materias que explosionan, revientan o se desmenuzan en mil fragmentos (entre ellos el cuerpo de Schwarzenegger, sobre el que no faltan las previsibles alusiones cómicas o irónicas a su edad: Viejo pero no obsoleto, y cuyo rostro se deforma con una sonrisa más inquietante que la cortada del Joker o la de Animal de Los teleñecos). Entre esa sucesión de variantes secuenciales del Bing bang, un actor, Jason Clarke, dota de pasajera distinción a una cinta corredera en el que unos personajes corren y se persiguen, una y otra vez, como si esa fuera la única finalidad, correr y perseguir mientras destruyen el entorno que les rodea como fetichistas de la catástrofe que aspiran a ser cirujanos de la reconstitución del caos en algo que pueda volver a destruirse para realizar posteriormente una nueva secuela o variante o lo que sea mientras siga pareciendo la misma atracción de feria.

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